‘Medio jigo pal kilo’, un puesto de abastos para comerse a bocados

Raquel Sosa

Javier Suárez

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Muchos de ustedes están acostumbrados a leerme hablando de restaurantes, chefs, platos, panaderías, pastelerías o incluso productos y productores, pero pocas veces en Por Fogones hemos abierto hueco a otras partes del sector de la gastronomía y la alimentación que forman parte de nuestro día a día. Y en unos momentos tan duros y difíciles para todos como los que vivimos hoy les invito a que me acompañen a uno de los mercados de abastos de Las Palmas de Gran Canaria, concretamente al Mercado Central y nos acerquemos a un puesto que desde el nombre ya indica que aquí hay alma y raíces canarias, Medio jigo pal kilo“. Esta frase nació en Valsequillo y tiene su origen en la época de higos donde para equilibrar el peso exacto en la báscula se partía un higo por la mitad, bien para añadirle o en su lugar para quitarle ese pizco que suponía el punto exacto para que diera el kilo. 

Yo soy cliente del Mercado de Altavista, es mi punto de abasto semanal y siempre digo que para el producto fresco no hay nada mejor que el mercado, pero hay un producto del que yo soy consumidor compulsivo como es el queso Flor de Guía, concretamente el de Cortijo de Caideros, que preguntándole a la propia quesería sobre lugares donde comprarlo en la capital me remitieron a este pequeño punto y hacia allí que me dirigí. Lo que no me imaginaba ni por asomo es lo que allí iba a encontrarme, un auténtico tesoro en forma de producto artesanal, seleccionado con mimo y esmero por su propietaria, Raquel Sosa, y donde cobran protagonismo especial los quesos y panes de la isla. 

Al llegar es imposible que los ojos no se abran como platos ante el despliegue de quesos procedentes de las más variadas queserías artesanales de la isla, sin perder de vista pequeñas joyas venidas de otras islas o del exterior. Hablando con su propietaria Raquel nos contaba los orígenes de su trayectoria: “Llevo aquí 14 años, lo cogí por una oportunidad de alguien que quería dejar el puesto. Mi madre tuvo un puesto de aceite y vinagre, por lo que tenía experiencia en este sector y sobre todo había adquirido mucho conocimiento en el mundo del queso. Pero siempre he tenido claro que tengo que diferenciarme de todo el sector de la venta, busco pequeños productores artesanales repartidos por la isla y traerme sus productos al precio que ellos marquen, porque otra cosa fundamental en mi casa es valorar el trabajo del sector primario. Eso me hace ser inconformista y hasta exigente con ellos y conmigo misma, porque cuando traigo algo especial, si tiene éxito y lo empiezo a ver por otros puestos a la venta, dejo de tenerlo y busco algo nuevo. Yo cojo el coche y voy a donde haga falta en la isla, ayer justo estuve en la quesería de Paca en los Altos de Moya y hoy tengo piezas suyas aquí. El queso que más vendo aquí es el de Flor y Media Flor de Cortijo de Caideros, la gente además lo paga muy a gusto y me lo quitan de las manos en cuanto lo recibo. Además, Cristóbal siempre ha entendido mi filosofía y apuesta por darme la exclusividad en la zona, con eso ganamos todos”. 

Entre los quesos que me lleve a casa, uno cuya corteza contenía vino Mondalón y café de Agaete, el de Flor de Guía de Paca y el de Cortijo de Caideros o un queso azul artesanal asturiano, que puede ser de los mejores que haya probado nunca en ese estilo.

Pero un queso sin un buen pan es como que anda cojo por la vida y por eso la obsesión y esfuerzo de Raquel por ser única le lleva a tener la mayor y mejor variedad de panes de campo que yo conozca en la ciudad. Todos de masa madre, unos de Valsequillo, otros de Arbejales (Teror) y como el rey de la casa el codiciado pan de puño de Amaro (Ingenio), para muchos el mejor pan de la isla. Hablando del pan a Raquel le brillan los ojos, “para mí es la maravilla hecha alimento. Yo tengo diariamente el pan de Amaro, al que me costó años de estar tras de él para que me los suministrara de forma habitual. Los viernes y sábado se suman tesoros desconocidos por muchos como son unos elaborados en mi pueblo, Valsequillo, u otros de Arbejales en Teror que en cuanto el cliente los prueba no deja de venir todos los fines de semana para llevárselos. Y encima duran y se mantienen perfectamente durante días, al ser panes de verdad elaborados a mano y con masa madre, tienen una vida mucho más larga y son más sanos a la vez que incluso económicos que otros industriales por mucho que te den. Nadie regala duros a cuatro pesetas”. Y doy fe que esto que cuenta Raquel es verdad, escribo estas líneas 9 días después de haber estado en su puesto y hoy mismo he comido la última de las piezas que tenía en casa y únicamente guardándolo en congelador, sacándolo con las horas necesarias para que se atempere a la hora de darle un toque de horno final, tendrá un pan de campo en pleno corazón de la capital. ¡Qué gusto cuando la cocina se queda oliendo a pan!

Pero no sólo de panes y quesos vive Medio Jigo Pal Kilo, algo tan común como la sal aquí cobra un sabor especial contando no sólo con la que para muchos es la mejor sal de Canarias, Bocacangrejo, sino que además oferta al comensal una amplia variedad de sus productos. Las aceitunas, “de Santa Lucía, mi niño, de las de verdad y con su buen majao”, me decía entre risas Raquel, y así una muy cuidada selección de embutidos, dulces de las cumbres, etc, entre las que quiero destacar las mermeladas de la Tía Claudina: entre los sabores clásicos, destaco una de berros, otra de calabaza y otra de calabacines, con un resultado sorprendente donde la de berros me dejó anonadado, de hecho me preparé un bocadillo de queso con mermelada de berros con un resultado digno de repetir.

Medio Jigo pal Kilo tiene a su alma mater, Raquel, pero cómo ella mismo me pide que recalque, “yo no sería nadie sin mi equipo. Yénifer, Nicla y Miriam sienten, entienden y defienden el jigo como propio. Mimamos al cliente habitual a la vez que nos encanta conocer nuevos clientes día a día que se vayan de aquí sorprendidos con el producto y sobre todo, que vuelvan. Ese es nuestro mejor regalo, los clientes que ya sentimos como parte de la familia, son nuestros mejores embajadores, a mí lo que mejor me funciona es el boca/oreja, los que saben de marketing dicen que eso es bueno, tendré que creerles”, terminábamos entre risas.

Ahora que entra la Semana Santa no duden en darse un salto por este pequeño rincón de nuestra ciudad, porque no sólo consumiremos en un negocio local, sino que gracias al esfuerzo de su propietaria con cada compra estaremos ayudando a un pequeño productor de nuestra isla o de otros lugares unidos por algo imprescindible a día de hoy, el cuidado de nuestra tierra y el apego a las raíces. 

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