Juana: la mujer que pudo reinar

La Demencia de Doña Juana (Lorenzo Vallés)

Gara Santana

Las Palmas de Gran Canaria —

Juana I de Castilla, conocida como Juana la Loca, enviada a Flandes con 16 años para contraer matrimonio con Felipe el Hermoso y así asegurar una alianza política entre el reino de sus padres los Reyes Católicos y los vasallos de Francia, asumiendo una lengua y costumbres diferentes. Vio morir a todos los que estaban antes que ella en la línea de sucesión en el camino hacia la corona de Castilla y Aragón. Estuvo junto a su marido Felipe el Hermoso, hasta verlo morir e irse para siempre de su lado, haciéndose realidad así su peor pesadilla. Encerrada durante 47 años por las personas que más tenían que haberla amado: su padre, su marido y su hijo. Esto era para volverse loca. Pero no lo estaba.

Sufría unos cuantos trastornos que hoy se diagnostican y tratan con facilidad, pero ¿no será injusto llamarla loca? ¿Nos obliga la revisión de la historia de Juana I de Castilla a atender mejor los casos históricos en que se acusa a mujeres de enfermedades o carencias para deslegitimarlas del poder o arrebatarles sus derechos? ¿Caemos como sociedad aun hoy en el error de llamar locos a los enfermos mentales cuyas curas desconocemos?

La Infanta Juana

Juana nació en Toledo el 6 de noviembre de 1479, siendo la segunda hija de los Reyes Católicos. Recibió una cuidada educación en la Corte, mostrando especial facilidad para aprender idiomas y predilección por la música. Era obediente y admiraba las figuras de Isabel y Fernando como ejemplo a seguir, a ellos quiso parecerse en la obediencia y entrega a Dios, pero sus padres vieron pronto en ella una buena pieza del ajedrez político de alianzas y desencuentros en que se había convertido Europa en la Modernidad. Algunos creen que Juana era una candidata ideal por su predisposición a los idiomas y su talante, para ser enviada a Flandes y ser entregada a un matrimonio de conveniencia con Felipe el Hermoso, vasallo de Francia e hijo del emperador Maximiliano. Francia era enemigo natural de Aragón en general y de la paciencia de Fernando el Católico en particular.

Enviar a Juana a la corte de Flandes parecía a priori una buena idea. La mismísima Isabel la Católica acompañó a su hija a embarcar en el Puerto de Laredo hacia un destino incierto y una corte desconocida. Podemos imaginar en este momento a una joven Juana que asume su destino por incierto que parezca, obediente a sus padres pero muerta de miedo. La travesía fue peligrosa, el mar destruyó parte del ajuar que Juana llevaba a Flandes pero este riesgo les pareció menor a los Reyes Católicos, que enviar a su hija por tierra atravesando Francia. Para recibirla en la corte de Flandes no estuvo un puntual Felipe el Hermoso y de entrada Juana se sintió sola, pero en cuanto le vio por primera vez se le olvidaron sus pesares y su destino cambió para siempre.

La Corte de Flandes

Cuando Felipe el Hermoso vio la cara de su futura esposa el flechazo fue mutuo. Se saltaron los protocolos de la Corte y adelantaron su casamiento para poder tener relaciones sexuales sin ofender ni a Dios ni a nadie. Juana se sentía dichosa por tener las atenciones de Felipe y así se lo hizo saber a su madre por medio de cartas, asegurándole que se sentía tan feliz como su madre lo había sido con Fernando de Aragón. Aquí hay que hacer un pequeño parón para no empalagarnos mucho sin necesidad. Isabel la Católica sufrió mucho a causa de las infidelidades de Fernando de Aragón y todo este show se lo gozó Juana desde niña. Isabel “casi enloquecía” cuando se enteraba de estas aventuras de su marido, pero se reponía a tiempo para seguir siendo la gran estadista que fue. Debemos pues, entender esta correspondencia madre e hija como una exaltación del amor y la felicidad que no se para en las sombras sino en el grueso de las luces.

Juana hasta estar en Flandes nunca dio signos de que algo en su cabeza no fuera del todo bien. Pero ahora estaba en Flandes y Felipe empieza a descuidarla y a entretenerse con otras faldas de la corte.

Los encierros

Sus arrebatos de celos y su depresión eran entendidas por los contemporáneos en la Corte de Flandes como brotes de locura y eran noticias horribles que llegaban a Castilla debilitando el alma de la ya enferma reina Isabel. Esto hizo que en primera instancia Fernando de Aragón pusiera su mente maquiavélica en busca de una solución para que en caso de que Juana reinara a la muerte de Isabel, lo hiciera pensando en los intereses de Castilla y Aragón y no guiada por los deseos de su ambicioso esposo Felipe. Pero, ¿quién iba a esperar que Juana algún día reinara? Tres personas habían tenido que morir antes que ella en la línea de sucesión para que se proclamara reina a Juana pero aun así nunca ejercería como tal, pues como en los cuentos de hadas y princesas, fue encerrada en una torre, pero en este caso nadie jamás la rescató.

En el reino la llaman: Juana la loca

Juana dio evidentes signos de depresión y trastornos psicológicos cuando se quedó en Castilla embarazada de su hijo Fernando y su marido tuvo que partir a Flandes. Esta separación la hundió en una depresión severa. Con ánimo de que se calmara, sus padres decidieron enviarla al Castillo de Mota en Medina del Campo para que “sosegara su alma”, pero Juana deseaba volver a Flandes junto con su esposo y sus otros dos hijos y al descubrir que las puertas del castillo estaban cerradas y la guardia tenía órdenes de no dejarla salir se sintió atrapada y encarcelada. Comenzó a gritar que la tenían prisionera y los ecos de sus gritos formaron la leyenda de la Reina Loca, Juana.

El adiós a Felipe

En nueve años, Juana tuvo seis hijos. La fertilidad era una característica muy apreciada en las reinas de la época, por proporcionar herederos sanos, pero a Juana esto nadie se lo reconoció, pues su comportamiento y su conducta era lo único de lo que la gente quería hablar. La última de sus hijas fue lo último que Felipe le dio en vida pues cuando su esposo murió Juana estaba embarazada de la pequeña Catalina. Debemos aquí hacer un paréntesis para hablar de la fuerza del alma de Juana, quien vio morir a su esposo, lo que más amaba en el mundo sin dejarle ni un momento sólo, estando embarazada. Nos hace rectificar en nuestra tendencia a pensar que las personas con problemas psicológicos son débiles o que no tienen determinaciones, de hecho las grandes crisis de Juana fueron cuando entraban en conflicto su orgullo de reina, (no en vano era hija de Isabel la católica) con sus ansias de amar y desear a Felipe sobre todas las cosas. El sepelio de Felipe fue interminable, una espeluznante manifestación de amor. Felipe el Hermoso murió en Burgos tras un breve reinado, pero en su lecho de muerte pidió ser enterrado en Granada. Estas palabras bastaron para que Juana trasladara el féretro de Felipe, viajando sólo de noche durante ocho meses con su séquito real acompañándola sin separarse ni un segundo del cadáver de su esposo. ¿Imaginan esta escena? El pintor Pradilla lo hizo y nos dejó una imagen que parece una fotografía por las emociones que nos produce. Fue éste el capítulo más loco de su enfermedad mental, pues todos pudieron comprobar con sus ojos cuando veían pasar a la reina con el féretro de Felipe cuán cierta era la leyenda.

Locura de amor

Superada nuestra adolescencia en el modo en que nos acercamos a la Historia, debemos aclarar ciertas cuestiones relacionadas con la historia romántica de Juana que tanto ha nutrido al romancero popular. Debemos ver la historia como algo real donde son humanos de carne y hueso (homo sapiens como nosotros) los que la protagonizan.

En este sentido hoy sabemos que nadie puede enloquecer de amor. El amor es un sentimiento soportable y el desamor y los celos también lo son. Cuando desemboca en trastornos mentales no es porque ese amor en concreto sea más fuerte que los demás, sino porque es el desencadenante de la enfermedad mental o un trastorno que hasta ahora no se había manifestado. Así escribió el psiquiatra Juan Antonio Vallejo-Nágera acerca de la dolencia mental de la reina en su libro Locos Egregios:

El contenido del delirio de los enfermos mentales no guarda siempre relación de causa-efecto con la psicosis. La enfermedad consiste en la tendencia a producir delirios; que el paciente escoja el de grandeza, persecución, amor o mesianismo ya es secundario, y la misma persona puede pasar durante distintas etapas de la enfermedad por contenidos delirantes diversos”.

Todas estaríamos locas si las extravagancias que en la adolescencia hicimos por nuestro primer amor hubieran trascendido como trascienden los relatos de las vidas de las reinas. Profundicemos ahora en lo cierto o no de su locura o si se trataba de un trastorno grave o de un cuadro de agresividad y depresión que hoy podría solucionarse con terapia o fármacos. Para ello, entrevistamos al psiquiatra Luis Mínguez Martin quien ha estudiado el trastorno de la Reina Juana a nivel académico y lo ha compartido en artículos de divulgación.

PREGUNTA: Si Juana hubiera acudido a su consulta, ¿Qué diagnóstico le hubiera dado y qué tratamiento?

RESPUESTA. Juana no hubiera podido acudir a consulta de ningún psiquiatra como tal, puesto que la Psiquiatría, especialidad médica, no existía. La pregunta en sí es un anacronismo y conviene evitarlos cuando hablamos de un personaje histórico.

A la vista de su biografía, creo que padecía un trastorno psicótico (bien lo que hoy llamamos un Trastorno Bipolar/Esquizoafectivo o bien de tipo esquizofrénico, no me atrevo a especificar más). Tampoco existían tratamientos farmacológicos eficaces. En el mejor de los casos, se recurría a la institucionalización como finalmente sucedió con la Reina. Otros pacientes menos privilegiados (el pueblo llano, por ejemplo) caían en la marginación social, podían ser acusados de herejes, delincuentes...

P: ¿Por qué cree que Juana aguantó con vida tantos años? ¿Por qué no recurrió al suicidio? ¿Su trastorno le dejó tener días de paz dentro de su infelicidad?

R: Supongo que tuvo una vida longeva porque su salud física resultó ser bastante buena y porque, a pesar de todo, durante su largo encierro en Tordesillas se le garantizaron unos cuidados físicos aceptables teniendo en cuenta los medios de la época (nunca dejó de ser la Reina). Por qué no recurrió al suicidio no podemos saberlo. No obstante, si bien padecer una enfermedad mental constituye un factor de riesgo de suicidio, afortunadamente muchos enfermos mentales no acaban recurriendo al mismo. No sé si podemos hablar de días de paz, pero lo que sí que tuvo fueron periodos de mejoría de la enfermedad en que lógicamente la ansiedad y el sufrimiento disminuirían notablemente.

P: ¿Por qué aceptó su triste destino sin rebelarse? ¿Fue cobardía o valentía?

R: Es muy probable que el deterioro propio de la enfermedad mental contribuyera a su incapacidad para ejercer las funciones propias de la Corona. Ello no excluye la influencia que sobre ella pudieran tener las presiones en contra de que asumiera el gobierno por parte de su marido, padre e hijo. De todas formas, en Castilla no existía Ley Sálica, por lo que, en ausencia de varón, podía reinar. En este sentido, su madre, la gran Reina Isabel, luchó por sus derechos sucesorios aún a costa de una guerra civil y, finalmente, fue coronada Reina de Castilla.

P: ¿Cree usted que el número de mal llamados “locos” disminuye en la medida en que disminuye la incapacidad de la ciencia para dar con los tratamientos acertados?

En la actualidad hay enfermedades o trastornos mentales, no “locos”. Por supuesto, a medida que los tratamientos avanzan las enfermedades mentales mejoran su pronóstico y los pacientes son capaces de integrarse en la sociedad en mucha mayor medida.

No estaba loca, estaba sola

La mayoría de nosotras hemos jugado de pequeñas a elegir la etapa histórica en que nos hubiese gustado vivir y yo siempre decía que si no viviera en ésta, viviría en otra pero siendo reina o emperatriz, entendiendo que las reinas y las emperatrices están condenadas a ser felices en cualquier época. Pero, tras leer la historia de Juana, mi concepto sobre la eterna felicidad de las princesas y reinas ha cambiado. ¿Quién querría ser Juana, reina propietaria de las coronas de Castilla y Aragón, encerrada para siempre en una torre? Afortunadamente en el cine, el teatro y la televisión hay muchas actrices que han querido ser Juana al menos por un tiempo. Para las actrices profesionales interpretar a Juana supone un desafío no a la altura de cualquier intérprete y quien lo asume debe estar segura de lo que hace, ya que es un papel que deja en evidencia el alma de una actriz. Es el caso de tres actrices hispano hablantes que, cada una en su registro alguna vez ha interpretado a Juana: Pilar López de Ayala lo hizo en el cine consiguiendo un Goya por su interpretación, Patricia Palmer lo hizo en el teatro argentino e Irene Escolar lo hace actualmente en televisión en la serie Isabel de TVE. Tres reinas locas por la interpretación que desgarran el corazón cuando recrean cómo pudieron ser los llantos y gritos desesperados de Juana.

Juana (2001) Pilar López de Ayala. “Mi madre ha muerto mi marido me engaña”. Es una de las escenas más desgarradoras de la película, se cree que en ella está el clímax de la interpretación que valió el Goya en 2001 como mejor actriz a Pilar López de Ayala. En ella vemos a una Juana desgarrada por el dolor que le causa ver su corazón partido por la llegada de sus peores demonios: la muerte de su amada madre y la infidelidad de Felipe el Hermoso.

Irene Escolar. Serie Isabel de TVE.Isabel “Me arrancaría el corazón con mis propias manos si ello os procurara algún pesar”. Es la frase que le dice a Felipe el Hermoso en el penúltimo capítulo de la serie. Se trata de una actriz muy especial con un talento que le viene de familia. En ocasiones su interpretación es dulce como una infanta y otras se torna desgarradora cuando la poseen las pasiones. Es muy interesante que le sigamos la pista a esta Irene Escolar porque tiene un don. Actualmente se encuentra rodando ‘Otoño sin Berlín’, una película de Lara Zaguirre.

Entrevistamos a Patricia Palmer, actriz, guionista y productora argentina ganadora del Premio ACE por su interpretación en la obra teatral Juana la Loca, del director Cibrián Campoy.

PREGUNTA: Has manifestado en entrevistas televisivas que te supuso un desafío como actriz interpretar a Juana la Loca, ¿Por qué?

RESPUESTA. Siempre es un desafío hacer un unipersonal porque el teatro es esencialmente social y estar sola arriba del escenario implica una desprotección, no habrá nadie que te salve cuando haya una laguna o si te sientes mal o si consideras que no va bien el espectáculo. Allí estás, sola y con esa boca negra que es el público, sumado a esto el texto maravilloso pero tremendamente difícil que escribió Cibrián para esta obra y como si fuera poco, seis personajes para interpretar y cada uno con sus escenas límites, sus angustias, sus mundos internos para construir. Toda una simbología esperándote para fallar si no estás ahí, de cuerpo entero, presente, entregándote apasionadamente de lleno en cada función.

P: ¿Qué sentiste al meterte en la piel y en el alma de Juana?

R: Sentí el horror de la injusticia, de la violencia de género, la impotencia y la terrible angustia de lo que no puede ser, el despojo de los hijos, del amor, la sinrazón de la Iglesia Católica en la Inquisición, el horror, el horror hasta llegar al límite donde ya no duele nada, donde ya se ha atravesado a pecho abierto y como lo que no te mata te fortalece luego entonces el placer de la venganza en términos intelectuales, nada ni nadie le hizo cambiar sus ideas, no hubo posibilidad de comprar su voluntad. Sentí el amor también, ese inmenso y apasionado amor que incluye el deseo desenfrenado, obsesivo. Sentí la alegría de la actriz y el horror de Juana.

P: ¿Crees que estaba loca de verdad?

R: En absoluto estaba loca, tenía mucho poder y se enfrentó a la Iglesia y al poder político de la monarquía, esa fue su locura…Y amar…amar como ninguna reina pudo imaginar jamás en esa época donde todos los matrimonios eran alianzas por conveniencia. Ella tuvo la suerte y la desgracia de enamorarse de Felipe apenas se vieron. Loca nada.

El encierro en Tordesillas

El testamento de Isabel la Católica dejaba como heredera de la corona a su hija Juana, pero con una pequeña cláusula: si estaba en disposición de hacerlo. Esta pequeña cláusula dio mucho juego. Fernando temía que la nobleza castellana viera en Juana un símbolo ideal para revelarse contra el aragonés. Esto unido a un estadio de la depresión de Juana tan avanzado, que ya no quería ni cambiarse de ropa ni lavarse, ayudaron a Fernando el Católico a tomar la decisión de encerrar a Juana con su hija, la pequeña Catalina, en Tordesillas. Su última cárcel, su última parada.

Hay horribles crónicas, fuentes históricas fidedignas que hablan de las miserias humanas que soportaron Juana y su hija en este encierro pero relataremos la más hermosa y triste a la vez: la imagen de una pequeña Catalina tirando monedas desde lo alto de la fortaleza de Tordesillas para que los niños del pueblo vinieran a jugar cerca de ellos y así ella poderlos escuchar.

Sin duda era su hija Catalina la única alegría que tenía Juana en su encierro y tormento. Pero también se la arrebataron para casarla con el rey Juan III de Portugal asestándole así la última daga, justo en el corazón.

La monotonía de los días en el palacio blindado era interrumpida muy eventualmente: la rebelión de los comuneros de Castilla (1520-1521), visitas de sus hijos especialmente de Carlos V y una pequeña mudanza a otra fortaleza por la epidemia de la peste.

De resto se lo pasó Juana pudriéndose en un castillo sin ventanas. Consumiéndose con la desgracia de vivir más de lo que se vivía por aquel entonces, 75 años. El 12 de abril de 1555 vino la muerte a liberar a la reina Juana. En 1574 sus restos fueron trasladados desde el Convento de Santa Clara hasta Granada para reposar para siempre junto con los de su amado Felipe.

Ahora que sabemos lo que sufrió, lo que nos sorprende es descubrir que no se volviera loca de verdad y que se diera cuenta de todo cuanto le arrebataron. Hubiera dado su reino por la libertad de amar y hoy nos deja a nosotros esta historia para que saquemos conclusiones.

Hasta el 5 de enero de 2015 en el Museo Casa de Colón de Las Palmas de Gran Canaria podrá verse la exposición Isabel la Católica y su época. En el contexto de esta exposición se realizarán una serie de charlas, conferencias, talleres y hasta un concierto de la época de los Reyes Católicos.

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