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Los alisios y las bajas temperaturas libraron a Canarias de otra crisis de microalgas en 2018

Vista aérea de la superficie marina con microalgas durante 2018, en el noroeste de Tenerife.

Iván Alejandro Hernández

Las Palmas de Gran Canaria —

“Para que se acumule la cianobacteria Trichodesmium erythraeum (las conocidas microalgas) en la superficie del océano debe haber estratificación del agua; también influyen las temperaturas altas, por encima de los 22 o 23 grados, y la entrada de polvo atmosférico” o “la falta de alisios”, ha explicado el catedrático en Ecología Javier Arístegui. El científico es uno de los expertos encargado de coordinar un grupo de trabajo de la Fundación Canaria Parque Científico Tecnológico de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria (ULPGC), a la que el Gobierno regional adjudicó por casi medio millón de euros un contrato para realizar un seguimiento de floraciones de microalgas nocivas y desarrollar un modelo predictivo.

De esta manera, Arístegui aclara por qué en el verano de 2018 la proliferación de las cianobacterias en las costas del Archipiélago generó manchas de reducidas dimensiones y “escasamente” afectó a las zonas de baño. En una respuesta por escrito a la diputada del PSOE Nayra Alemán, el Ejecutivo regional ha informado recientemente de los puntos en los que se han detectado microalgas en las Islas, sin entrar a explicar las razones por las que la aparición de estas cianobacterias ha sido muy inferior a la crisis acaecida en el verano de 2017.

“Estudiar las microalgas es difícil porque aparecen y desaparecen y nadie sabe por qué”, matiza Arístegui, que aclara no hay un factor concreto y definitivo que propicie la reproducción espontánea de miles de ejemplares, es decir, un bloom, pues la causa principal es desconocida en todo el mundo, “y esto es lo que se pretende estudiar: por qué aparece de repente”, relata.

Así, una de las hipótesis con la que trabaja para explicar este fenómeno se basa en la estratificación, es decir, cuando el “agua no está mezclada” porque hay falta de viento en la superficie, lo que provoca escasez de movimiento del océano. De esta manera, “las células no van a la profundidad, sino que se mantienen en la superficie”, donde la temperatura es “más alta”. En el caso contrario, “si hubiera viento”, se produce una “capa de mezcla muy fuerte hasta los 100 y 200 metros de profundidad y las células no se pueden acumular en superficie, sino que se mezclan en profundidad”.

Según el Gobierno de Canarias, se han producido floraciones de esta cianobacteria desde finales de agosto hasta el 28 de octubre de 2018, “manifestándose en la superficie del mar de forma dispersa” y formando “pequeñas manchas de decenas de metros en la costa suroriental de las islas occidentales y Gran Canaria”. Pero “la afección a zonas de baño fue mínima”. Además, añade que la proliferación de manchas ha coincidido cuando aumentaba “la calma y estratificación de las aguas”.

Los vertidos y la aparición de cianobacterias

El catedrático en Ecología deja claro que los vertidos “no tienen nada que ver con los vertidos”, pues las cianobacterias “no los necesitan para crecer”. Esto no significa que las aguas fecales no afecten a otros microorganismos, pero no es el caso de las microalgas.

Arístegui reconoce que lo estudiarán, pues en el trabajo encargado por el Gobierno de Canarias se incluye el estudio del “efecto de los vertidos costeros y otras fuentes de contaminación antropogénica sobre la proliferación y actividad de las microalgas”, pero recuerda un experimento que realizó, en el que incubó diferentes poblaciones de microalgas tanto en agua limpia como en vertidos, y “no pasaba nada” en las fecales.

Además, rememora que, en el verano de 2017, “cuando las condiciones fueron absolutamente anómalas”; la mayorías de las manchas que aparecieron se ubicaron en las costas de las islas occidentales. “Y no apareció solamente en Canarias, se propagó por todo el atlántico nordeste”, en “océano abierto”.

Por otro lado, Arístegui explica que las poblaciones de cianobacterias que llegaban a las costas isleñas “estaban muriendo”, por eso “olían mal” y tenían ese “color rojizo”. “Se mueren porque los frentes que producen la perturbación de las corrientes por las islas son convergentes y hacen que las células suban a la superficie. Cuando suben, empiezan a fotosintetizar y generan oxígeno, algo tóxico para estas plantas. Por eso mueren. Y eso es lo que se veía alrededor de la costa: células rompiéndose, echando lo que tienen dentro, que es mucha porquería, como el amonio”.

El catedrático concluye que las microalgas “irán a más” cada año, “eso seguro”, propiciado sobre todo por el calentamiento global. Por ello, “los bloom serán cada vez más frecuentes”.

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