Las asociaciones invitan al usuario a ser “consciente del poder que tiene” en el consumo sostenible

Todos queremos que nuestro consumo sea sostenible pero esto no siempre es fácil de lograr; entre otros motivos porque nos falta el tiempo necesario para descifrar la información sobre sostenibilidad de los productos. Pero eso podría estar cambiando. En palabras de Luis Domínguez, del Programa de Educación al Consumidor del Cabildo de Tenerife, la Unión Europea (UE) está ahora mismo trabajando en un mecanismo respaldado por criterios objetivos que etiqueta los productos en función de su sostenibilidad y prohíbe a las empresas alegaciones engañosas, también conocidas como greenwashing o blanqueo ecológico.
Mónica Bethencourt, de la Asociación de Consumidores de Canarias (Conca), también aporta esta clave: “El consumidor no es consciente del poder que tiene”, y alude a que “no es que de repente vayamos a comprarlo todo sostenible, será paulatino”; pero justo por esto “es fundamental el papel de concienciación a los ciudadanos sobre todo de los ayuntamientos”.
Uno de los ejes de acción es la información sobre las facilidades (o dificultades) para reparar los productos. “La UE está trabajando en un índice que puntuará del 1 al 10 la reparabilidad”, dice Domínguez, que en el programa de educación al consumidor organiza talleres sobre consumo responsable para niños y adultos. Es “algo parecido a lo que está haciendo Francia con el índice de circularidad, donde tienen en cuenta lo accesibles que son las piezas, si es factible o no cambiarlas para el consumidor, y si le resulta rentable”, añade.
Tal y como recoge la Agenda Canaria de Desarrollo Sostenible 2030 y en línea con los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de Naciones Unidas, la sostenibilidad no se refiere solo a la dimensión medioambiental. “La economía circular resuelve un problema de sostenibilidad medioambiental y también económica y social, por el ahorro de energía y de materias primas que se logra”, explica Enrique García, portavoz de la Organización de Consumidores y Usuarios (OCU).
Los nuevos etiquetados de productos
Para García, España está trabajando ya en un etiquetado que incorporará información sobre la vida útil de los productos. “Nosotros queremos que los productores se comprometan a señalar una vida útil estimada de sus artículos durante la que el consumidor podrá exigirles que lo reparen en caso de que se rompa”, indica.
“En la OCU ilustramos el problema de la obsolescencia prematura con una comparación de aspiradoras que hicimos hace algunos años en la que una pieza de carbono fundamental para la lavadora podía durar desde 300 horas, en algunas, hasta 1.200 en otras... Está claro cuál de las lavadoras elegiría el consumidor si tuviera esa información; por eso, nosotros hacemos presión para que salga adelante este etiquetado de estimación de la vida útil”, explica.
El ecodiseño es igual de importante. Para cambiar esa pieza de carbono cuyo desgaste es inevitable, en algunas lavadoras había que levantar una carcasa inyectada, algo que solo podía lograrse rompiéndola. “En otras, con aflojar unos tornillos se llegaba a la pieza, cuyo coste de 4 o 5 euros es mínimo en comparación con el de la lavadora”, advierte García.
La implantación del modelo semáforo
En relación con la sostenibilidad social, la UE también está trabajando en un etiquetado que medirá los ingredientes y el valor nutritivo de los productos para definir si son más o menos saludables, traduciéndolos en un semáforo. “Lo que pretende la UE es poner de manera más sencilla lo que ya se hace con la información nutricional, para que no tengas que analizar ingredientes ni nutrientes sino que mires un semáforo que irá desde el rojo pasando por el naranja y hasta el verde, junto con un sistema de clasificación por letras”, explica Domínguez.
Una vez informados, ¿cuánto estamos dispuestos a pagar a cambio de la sostenibilidad? Según una encuesta que la OCU pasó en 2019, el 36% está dispuesto a pagar “más” mientras que ese más sea un importe pequeño. Hay un 10% dispuesto a pagar “lo que sea” a cambio de la sostenibilidad y un 24% que solo pagaría un sobreprecio elevado en algunos productos o servicios con los que estén especialmente sensibilizados.
Consumo sostenible y formación
Según Mónica Bethencourt, de la Asociación de Consumidores de Canarias (Conca), antes de la información hay otra variable clave para el consumo sostenible y es “la formación”. En su opinión, las administraciones públicas tienen un papel fundamental para formar y concienciar a la ciudadanía. “No es solo reunirse o hacer foros de debate sino llevar el asunto hasta el ciudadano, y eso solo se logra con campañas publicitarias potentes y que lleguen al consumidor”, explica.
Bethencourt apuesta por un proceso de cambio más parecido a una transición que a un cambio abrupto de hábitos. “No es que de repente vayamos a comprar todo sostenible, es paulatino, por eso es fundamental el papel de las administraciones más cercanas a los ciudadanos, que son los ayuntamientos”, dice.
En las charlas de consumo sostenible que Conca imparte a niños, adolescentes, adultos y mayores se habla de la importancia de reciclar, de comprar solo lo que se necesita, de favorecer a empresas que respetan los derechos de los trabajadores y el desarrollo de la economía local, de evitar productos desechables y de buscar siempre materiales biodegradables o reciclables. “El consumidor no es consciente del poder que tiene”, subraya Mónica Bethencourt, de la Asociación de Consumidores de Canarias.
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