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La bahía de La Aldea, una ventana abierta a la biodiversidad marina

Biodiversidad en la playa de La Aldea. (Rocío Araña)

Silvia Álamo

Las Palmas de Gran Canaria —

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La Aldea de San Nicolás es una ventana abierta al mar y su biodiversidad marina la convierte en un municipio con uno de los patrimonios bajo el mar mejor conservados de Canarias. La localidad del oeste de Gran Canaria ha sido históricamente una de las grandes desconocidas por la sociedad isleña. “La playa de La Aldea es de las más naturales que quedan en la Isla en la que se puede apreciar una gran concentración de especies, muchas de ellas en peligro crítico de extinción y otras, protegidas”. “Es una pena que, como no se conoce, no se le da el valor que tiene”, afirma Rocío Araña, una joven aldeana que ha pasado gran parte de su vida bajo el agua estudiando la costa aldeana. 

La condición geográfica de la localidad, considerada popularmente como “una isla dentro de una isla”, ha hecho que se haya librado del turismo masivo que sí se ha hecho con otros municipios muy cercanos. Ahora, a raíz de la apertura de la primera fase de la carretera que une La Aldea con Agaete, y con el comienzo de las obras de la segunda, se ve una oportunidad para abrir una nueva puerta al futuro con el desarrollo de un turismo sostenible conducido por los propios habitantes del pueblo. 

La bahía de La Aldea, el espacio que se forma al abrigo del muelle, tiene “una gran biodiversidad” y, aunque sean especies que se pueden encontrar en otras zonas de la Isla, “no es fácil ver concentraciones tan grandes en un área tan limitada”, explica Daniel González, naturalista y fundador del colectivo Azaenegue Naturalistas. Asimismo, destaca que hay otras playas que también son de mucho interés como puede ser la playa de El Cabrón o Risco Verde, en la costa sureste. 

“Tenemos una gran biodiversidad en un entorno tan pequeño. El angelote, que se encuentra en peligro de extinción y solo se puede ver en Canarias, es muy fácil verlo en La Aldea, la mantelina, que está protegida, el chucho negro, la raya ratón, además de muchos bancos de peces viejas, sardinas, agujas, tapaculos en la zona del arenal…”, explica Araña. 

La joven, estudiante de Transporte Marítimo y con la idea de continuar su formación con un grado de Biología, hace una mención especial a la variedad de seres vivos que se encuentran en la orilla, sobre todo cerca de la superficie. “Se pueden ver alevines de muchos peces como salemas, sargos o sardinas, entre otros”. En la orilla es donde mejor se pueden ver las crías ya que hay más “cuevitas”, poca profundidad y mucho alimento, apunta. Para Rocío Araña, La Aldea esconde un paraíso bajo el mar desconocido. 

Gara Ramos es otra joven, recientemente graduada en Biología por la Universidad de La Laguna (ULL), que se ha interesado por estudiar y dar a conocer el valor que tiene la costa aldeana. “Esta playa tiene un gran biodiversidad y es muy desconocida”, asegura. La bióloga cuenta que al construirse el muelle de La Aldea, que este año celebra su 50 aniversario, se creó una especie de refugio que esconde una gran variedad de seres vivos. “Yo acabé la carrera y volví al pueblo con una perspectiva que me ha hecho ver todo el potencial que tiene este municipio”. “De por sí Canarias es un punto caliente de biodiversidad global, pero cada isla tiene recovecos particulares impresionantes”, presume. 

Las condiciones ambientales, las corrientes del agua y su propia temperatura son los elementos principales que hacen que en la costa aldeana exista tanta biodiversidad. Todo ello, unido a las ganas de comenzar a transmitir y mostrar el valor que esconde, principalmente la bahía, además de la idea de sensibilizar a la población de la delicadeza del paisaje, ha hecho que desde el colectivo surja la idea de hacer una actividad de snorkel guiado periódicamente. “Se nos ocurrió divulgar este gran patrimonio y encontramos apoyo en el Ayuntamiento del municipio”, cuenta González. Con la ayuda del Consistorio aldeano, Rocío y Gara son las encargadas de dar a conocer lo que es esconde el municipio bajo el mar. 

La bahía tiene tres zonas que son las que se están dando a conocer en la actividad, explica Ramos. La parte del Arenal, que se observa cuando te metes en el agua por las escaleras del muelle, un ambiente muy bien definido. Luego nos dirigimos hacia la baja que se encuentra delante del túnel que una la playa de La Caletilla con la de Las Barquillas. Allí hay una serie de rocas y roquetes con un ambiente totalmente diferente y con una gran cantidad de biodiversidad. Por último se analiza toda la orilla. Vamos dentro del agua, a nivel de orilla, por toda la playa por donde se puede ver un espectacular pedregal de callaos. “Son tres ambientes en un espacio muy reducido, en algo más de 100 metros, se pueden ver especies propias de cada entorno y eso lo enriquece muchísimo”, destaca González. 

El municipio tiene una superficie de más de 28 kilómetros de costa que van desde la playa de Los Secos (Mogán) hasta el Andén Verde (Artenara). Según cuenta el naturalista, el litoral es prácticamente virgen, ya que es uno de los pocos tramos de la Isla que han sido menos sobreexplotados por la mano del hombre. Las condiciones del mar en esa zona impiden que los barcos puedan salir a faenar regularmente entre la punta de La Aldea y la de la playa de Las Arenas, la zona de la Isla que va desde el municipio hasta Agaete, o en las bajas que se forman entre Guguy y La Aldea.  

No ocurre lo mismo en la bahía aldeana. “Tiene unas condiciones más tranquilas porque está abrigada por Guguy y la punta de La Aldea”, explica González. Es una playa que está transitada durante todo el año por bañistas, buceadores, pescadores… Desde el muelle hasta la playa de La Caletilla o Las Barquillas, no hay fin de semana que no sea visitado por turistas o isleños que se acercan al que sigue siendo el municipio más alejado de Gran Canaria. 

“La bahía no se puede decir que es virgen, aunque no esté tan sobreexplotada como las playas vecinas de Agaete o Mogán, sí es cierto que diariamente pesca muchísima gente”, coinciden Araña y González. “Sabemos que hay mucho furtivismo, no dentro de la propia bahía pero sí en el entorno y afecta muchísimo a su vida”. “La suerte es que si la comparamos con otros puntos de la Isla, es un sitio muy bien conservado”, aclaran. 

El aislamiento de La Aldea a lo largo de su historia y el hecho de que su población sea relativamente pequeña (en el municipio residen unos 8.000 habitantes) sumado a que la economía del pueblo se ha generado principalmente en torno a la agricultura y un bajo porcentaje a la pesca, han hecho que sea una de las zonas con menos explotación de Canarias. Sin embargo, apunta González, “que haya más pescadores no tiene por qué ser malo para la abundancia y la biodiversidad”. 

Los integrantes del colectivo Azaenegue coinciden en que es necesario dar a conocer el valor patrimonial natural tan importante que tiene el municipio es “algo básico”. Así, los residentes, sobre todo los propietarios de casas de alquiler vacacional y otros alojamientos, poco a poco se van dando cuenta del potencial de estos espacios que llama la atención de muchísima gente. “Hay muchas personas interesadas en las aves, la localidad cuenta con uno de los humedales más importantes de Canarias en el que conviven más de 60 especies de aves diferentes, en la arqueología, en las plantas, en los bichos, en los paisajes… Y hay gente que tiene a verlo todo en general”, señala el naturalista. “Estamos a tiempo de generar una nueva economía en La Aldea, también vinculada al turismo”, sentencia.  

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