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La educación emocional salva el corazón del colegio de La Laguna, enterrado por la lava

Una de las aulas habilitadas en el colegio construido en seis días por las profesoras del CEIP La Laguna, enterrado por la lava

Natalia G. Vargas

Los Llanos de Aridane —
28 de octubre de 2021 22:31 h

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El desalojo del colegio público de La Laguna fue “de película”. Ana, secretaria y docente en el centro, nunca olvidará al agente de la Policía Nacional uniformado que salió con una pequeña caja cargada con estrellas de navidad. Mónica, la directora, se quedó paralizada y no sabía qué llevarse. Creía que no era necesario sacar tantas cosas. Tenía la certeza de que pronto podrían volver. En cuatro horas, familiares, amigos, madres, padres y profesorado se volcaron en guardar en cajas, bolsas e incluso papeleras todos los materiales y los recuerdos de este centro pionero en Canarias y en la Península en implantar la educación emocional. A las 17.30 horas, Ana cerró la puerta sin saber que no la podría volver a abrir. 

La lava del volcán de La Palma alcanzó el colegio la tarde del 20 de octubre. Un mes y un día después de que empezara la erupción. Ese mismo día por la mañana, las dos maestras habían inaugurado el que se ha convertido en su nuevo colegio. En solo seis días, transformaron el Centro Sociocultural El Retamar, en Los Llanos de Aridane, en una nueva escuela. Paciencia, amor, ilusión, cansancio o tristeza son algunas de las palabras que se pueden leer en la escalera de este espacio. El primer día, las profesoras las volcaron todas sobre una mesa. Los alumnos tenían que escoger la que mejor expresara cómo se sentían. “Nuestro alumnado no se queda en el estoy bien o estoy mal. Ya saben decirte cómo se sienten exactamente porque hemos ido trabajando ese vocabulario”, cuenta Mónica, que lleva 22 años trabajando en el CEIP La Laguna. 

Desde 2014, el colegio trabaja de manera transversal sobre tres pilares: el conocimiento de las emociones, su gestión y el desarrollo de la creatividad. “Siempre hemos trabajado desde la escucha, el acompañamiento y el respeto. De lo que se trata es de validar la emoción, sea la que sea”, explica Ana. ''El ser humano no es solo cerebro, es emoción. Puedes ser excepcionalmente inteligente, pero también es importante conocer tus emociones o las de los demás. A gestionar las emociones también se aprende, igual que a sumar o a restar'', recalca la directora del colegio.

La forma de acompañar al alumnado no ha variado después de la erupción. “Somos más conscientes de que esto puede ser un proceso traumático, así que estamos mucho más pendientes de decirnos qué vemos en el alumnado. A veces algunos sienten la necesidad de hablar del volcán, entonces se abre ese espacio”, añade la profesora.

El trabajo de tantos años en gestión emocional ayuda a los menores a ponerle nombre a sus sentimientos y a saber qué deben hacer cuando alguno de ellos no les hace sentir bien. Sin embargo, la preocupación de las docentes es “el imaginario”. “Están rodeados de gente que está sufriendo mucho. Escuchan muchos tipos de conversaciones. Por ejemplo, ven que sus padres lloran o escuchan alguna conversación telefónica que dice que algo no está bien, pero no tienen toda la información y hay cosas que imaginan”, detalla Ana. 

En este punto, los cuentos se convierten en aliados infalibles. “Lo que vive el personaje es lo que ellos viven, pero no tienen que expresarlo directamente”, confiesa la directora del centro. Lo mismo sucede con las analogías. Entre ellas, señalizar el nuevo colegio de ''senderos'' hacia las aulas que hasta hace una semana eran desconocidas para los niños y las niñas. “Es una forma de decirles que volvemos al cole, a otro espacio, pero al mismo corazón”.

La mano en el hombro de los compañeros

Esta nueva etapa de la comunidad educativa del CEIP La Laguna empieza sin muchos de los compañeros, que han sido acogidos en otros colegios de La Palma al estar alojados en segundas viviendas, casas de familiares o en el hotel de Fuencaliente habilitado para las familias que no tienen otra opción. En otros casos, han regresado con sus padres y madres a sus países de origen. ''Empiezan en un nuevo espacio y preguntan por muchos de sus compañeros'', cuentan las docentes. El objetivo es evitar que los niños y niñas pierdan el vínculo que habían construido hasta ahora.

La compañía de los niños y niñas se ha convertido en el lugar seguro de muchos pequeños que han perdido sus viviendas. ''Siento mucho lo que te ha pasado'' o ''a mi abuelo se le llevó la finca'' son algunas de las frases que se repiten en los pasillos entre el alumnado. En los rincones de esta escuela también van asomando cada vez más los abrazos que tanto echaron de menos en el curso pasado, donde imperaba la distancia de seguridad para frenar la propagación de la COVID-19.

Tanto la crisis sanitaria como la crisis volcánica han puesto en valor la importancia de la escuela como lugar de reunión, de aprendizaje y de intercambio. El colegio público de La Laguna era uno de los pilares del barrio. El papel fundamental que ha jugado y sigue jugando para cerca de un centenar de familias, que ahora están fuera de sus casas ante el avance inexorable de las coladas por esta zona, ha empujado al equipo docente a luchar por la presencialidad y a construir un nuevo colegio en tiempo récord. ''Hoy vimos a dos madres tomándose un café después de dejar a sus hijos en la escuela. Eso para nosotras fue un regalo'', cuentan las profesoras.

Ninguna de las dos puede dejar de sonreír al recordar las muestras de afecto que los niños muestran a sus compañeros y también a ellas, que también ha tenido que apoyarse en la educación emocional para sobreponerse y manejar la situación. ''Estamos todos subidos a la misma montaña rusa. Un día estamos enfadadas, otro estamos tristes, otro estamos eufóricas. Pero nos escuchamos y conversamos sobre las emociones como hablamos de cualquier otro tema'', señala Ana. A Mónica los alumnos ya saben leerla: ''Los días que me muestro más cansada, vienen corriendo, me abrazan y me dicen: ¡Profe, te quiero un montón!“.

El siguiente paso es paliar la pérdida de los niños en la medida de lo posible. El objeto que más echa en falta uno de los alumnos del CEIP La Laguna es un rotulador dorado. Otro, las bicicletas y las patinetas que después de mucho tiempo su familia pudo comprar. Del colegio quedan las fotografías de los festivales, las excursiones o las reuniones. ''No es el colegio de ahora, sino el de los docentes que estuvieron y se marcharon y el de los estudiantes que pasaron por allí. Los colegios al final son lugares donde sientes el mismo arraigo que en tu casa, son tu infancia'', concluye Mónica.

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