La obesidad, la otra epidemia que repuntará entre las familias vulnerables por la crisis socioeconómica
“Mi pareja está en un ERTE, ¿cómo podemos ahorrar en la compra?” es una pregunta que se repite en las consultas de nutrición desde hace un mes. A la sombra de la emergencia sanitaria de la COVID-19 continúan ganando camino otras epidemias que, juntas, afectan a poco menos de la mitad de los niños y niñas de Canarias (44,2%): la obesidad y el sobrepeso. La fuerza con la que la exclusión social golpea a la población de las islas es el principal motivo por el que la comunidad autónoma está entre las más afectadas por estas dos enfermedades, con una tasa del 56,5% según los datos del Instituto Nacional de Estadística. Con la crisis socioeconómica que ya se ha abierto paso en España, “la alimentación de las familias más vulnerables se ve muy comprometida”, señala la nutricionista Noelia Chinea.
Esta quiebra de la buena alimentación ya se ha dejado ver durante el confinamiento, motivada por la pérdida del empleo y la consecuente ansiedad. “Muchas personas se han quedado en la calle y sin ingresos, y el dinero es el primer factor que predispone a comer mal. No se ve en la misma situación un funcionario que se queda en casa cobrando el 100% de su nómina y no tiene procesos ansiosos que una persona en ERTE o que ha perdido su empresa”, explica Chinea.
La falta de formación y de información sobre las secuelas de una mala alimentación, limitada a una pirámide de alimentos que Chinea califica como “pirámide del desastre”, y el bajo coste de las materias primas más “insanas” explica esta confrontación entre la salud y los ingresos. “Con una tonelada de azúcar, aceite refinado y harina de trigo puedes llenar pasillos enteros de galletas y bollería industrial. Por eso es más barato comprar seis berlinas que un kilo de plátanos”, lamenta la experta.
La permisividad con la mala alimentación es, para la dietista, un problema de base que hace tambalear la salud de la población española en general y canaria en particular: “Hay sociedades científicas que se prostituyen y venden su logo, poniendo su sello a alimentos que no son saludables. En Chile, por ejemplo, hay una regulación mucho más estricta y en el propio paquete de galletas te ponen advertencias como si fuera una caja de tabaco”.
La respuesta de la Comunidad Autónoma de Madrid a la necesidad de 11.500 menores de tener acceso a la comida (que consistió en ofrecer menús de Telepizza y Rodilla y rechazar incluso la donación de plátanos de Canarias) es, para Chinea, un ejemplo más de que los conflictos de intereses priman sobre la salud. “Son niños que pertenecen a familias de bajos ingresos y que han subido hasta 6 kilos, eso para un menor es una barbaridad. Además, puede que sea la única oportunidad para que coman bien y desconocemos si hacen más comidas al día”, valora la nutricionista. “No puede ser que estemos intentando salvar vidas por un lado y, al mismo tiempo, enfermando otras”, asevera, insistiendo en la letalidad de las enfermedades cardiovasculares.
Para la dietista, la forma de llevar una dieta saludable en un contexto de crisis pasa por consumir alimentos de temporada, reducir la ingesta de pescado y carne por ser las fuentes de proteínas más caras, aumentar la compra de legumbres y fundamentar la dieta en frutas, verduras y hortalizas. “Lo importante es que el producto sea saludable, y cuantas menos etiquetas tenga mejor. Más mercado y menos supermercado”, subraya. Chinea considera que esta es una oportunidad fundamental para apoyar el comercio local y la economía canaria.
Necesidad de dejar de sentir
La salud mental y los hábitos han caminado de la mano durante esta pandemia. La psicóloga sanitaria Cristina Andrade explica que el estado emocional influye en la conducta de alimentación: “A veces utilizamos la comida para regular nuestras emociones y evitar los sentimientos como la tristeza. Los llamamos negativos, pero son completamente necesarios”. Uno de los colectivos que más ha sufrido cambios en sus hábitos alimenticios es el de los sanitarios.
Canarias es la segunda comunidad autónoma con un mayor porcentaje de trabajadores de la Sanidad contagiados con coronavirus. Según un informe del Instituto Carlos III, uno de cada cuatro pacientes con la enfermedad es sanitario. Solo Andalucía supera esta proporción. “Son personas que están expuestas al virus y por tanto a una fuerte tensión y estrés durante toda su jornada. Puede que el momento de comer sea el único que tienen de tranquilidad y a veces no son siquiera conscientes de lo que están eligiendo”, explica la psicóloga.
En una situación como el estado de alarma, en la que la población está “desbordada emocionalmente”, tanto la comida como el alcohol son recursos empleados para satisfacer la “necesidad de dejar de sentir”. Los grandes supermercados del país han experimentado en las últimas semanas un incremento del consumo de bebidas alcohólicas. Además de ser otro elemento que “nos desconecta de la realidad”, Andrade también indica que beber alcohol en casa es una actividad que se interpreta como una forma de suplir la falta de relaciones sociales durante el confinamiento.
“En España, el tiempo de ocio y las relaciones sociales están muy vinculadas al consumo de alcohol y de comida. Hacerlo en casa es visto como una manera de seguir conectados”. La nutricionista Chinea destaca el peligro de normalizar el consumo de alcohol incluso desde la Sanidad. “Se ha divulgado que por una copa de vino en la comida no pasa nada, pero igual sí que pasa. El consumo de alcohol está relacionado con 7 tipos de cáncer”, apunta.
La preocupación por ganar peso ha quedado patente durante el confinamiento. “Hay personas que tienen entre sus mayores preocupaciones que su cuerpo cambie durante el estado de alarma”, cuenta la psicóloga. En el caso del sobrepeso y la obesidad, las secuelas psicológicas de padecer estas enfermedades están vinculadas a las imposiciones sociales sobre los cuerpos y la falta de tolerancia a la variabilidad y la diversidad corporal, “la gordofobia”. “Debemos dejar de centrarnos en la parte estética y hablar más de la necesidad de cuidar nuestra salud”, concluye Andrade. Ante esto, la dietista Chinea lamenta que España sea uno de los países en los que la atención nutricional sea puramente privada y no se incluya en la Sanidad Pública.
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