Un total de 41 personas permanecen aún en Cho Vito a la espera de que derriben sus casas
El poblado marinero de Cho Vito, en el municipio tinerfeño de Candelaria, aparecía este jueves, tercer día de derribos, desolado por las palas y sumido en un profundo silencio, sólo roto por las voces de lamento de los 41 vecinos que aún permanecen a la espera de que derriben sus casas.
Feliberto y Ruth Cabrera, ya han solicitado al Ayuntamiento casas de protección oficial ya que la de Cho Vito era su única vivienda. Ruth se queja de que se han visto desamparados. “Hemos tenido que ir al Ayuntamiento a solicitarla, nos ha ayudado pero yo no tenía por qué ir a pedirla, sabiendo perfectamente que me iba a quedar sin casa, su deber era venir a ofrecerla”, dijo.
Por su parte, Feliberto asegura que estos días “han sido fatales para los vecinos de Cho Vito”. “No sabemos que hemos hecho para que de buenas a primeras venga una pandilla de policía y nos hayan desalojado de nuestras casas”, se quejó.
“No hemos dormido, nos hemos tenido que trasladar a casa de mi cuñada con mi familia para poder dormir ?agregó- somos prácticamente legales con la Ley pero la Ley no es justa con nosotros”. “Esto te ha quitado parte de la vida, como si se te hubiese muerto alguien, no es por la casa sino por media vida que llevamos aquí”, denunció Ruth, que junto a su padre, llevan alrededor de 30 años viviendo en la casa que espera ser demolida.
Los vecinos denuncian que no han sido protegidos durante la demolición
Por su parte, el portavoz de los vecinos, Tomás González, se ha quejado de que las fuerzas de seguridad se hayan preocupado por la integridad de los periodistas (a los que no permitieron la entrada este miércoles por motivos de seguridad) y no la de los propios vecinos.
“Están protegiendo la integridad física de los periodistas, la nuestra no la han protegido, por lo tanto, ¿qué puede estar sucediendo? ¿Es que quería vender, el alcalde de Candelaria el primero, el titular de que este miércoles aquí podía haberse producido una desgracia?”, dijo.
Además, se queja de que pudo ocurrir una desgracia con los trabajos de demolición. “Mi casa está bien -explicó- tiene grietas, pero me tuve que tirar de un muro de 4 o 5 metros de altura para que la pala no siguiera en la casa que estaban demoliendo porque se estaba agrietando mi casa”.
“¿Dónde hay un director de obra? Aquí no se han hecho las pruebas suficientes para saber si se puede meter una máquina de 29.000 kilos”, se preguntó.