Foto Pre_Texto
El Premio

“El testigo mudo”, Madrid, 2010

Leandro Betancor Fajardo

0

Ser testigo de un crimen es algo terrible. Sólo estar ahí, en una emboscada del azar, para caer con tus ojos puestos en el gatillo del asesino, es algo para lo que nadie se prepara. 

Pero no fue ese mi caso. 

Yo sí lo estaba. Es más, me había preparado a conciencia para saber ver y poder mirar a los ojos del criminal con la implacabilidad de un verdugo que vengará esa muerte con su testimonio. 

Supe seis semanas antes cómo, cuándo y dónde iba producirse el asalto, quién sería el rehén que se haría el héroe y su trágico final. 

El título de la película no dejaba lugar a dudas, “Testigo Mudo”, y ese era yo. Aunque mi rol secundario en la trama fuera tan discutible lo cierto es que nadie lo diría al ver mi rostro en el cartel. Al fondo, en penumbra y con el brillo de los ojos elevado por obra y gracia del retoque fotográfico. 

La película había sido un éxito. La más taquillera del año. La crítica fue unánime en el elogio y el público llenaba aún las salas la víspera de la entrega de los premios de la Academia. Por eso nadie entendió que fuera yo el único nominado de todo el equipo a ganar la estatuilla. Todas las esperanzas estaban puestas en mí y en mis dos únicas frases y ninguna de ellas fue escuchada por nadie, pues las tuve que expresar en lengua de signos. 

Al oír mi nombre me quedé paralizado. El director me abrazó y a duras penas pude subir los escalones del escenario con su ayuda. Y, cuando por fin aflojaron los aplausos, me vi frente a un auditorio abarrotado mirándome con el mismo brillo que tenían mis ojos en el cartel. 

El vértigo de saberme tan observado me paralizó. La responsabilidad de haber sido el único galardonado de la película anudó mi garganta y no tuve fuerzas para decir nada. 

La prensa al día siguiente no tuvo dudas del titular: “El testigo mudo se quedó sin palabras… pero con premio”. 

Etiquetas
stats