La presión en la UCI obliga a usar quirófanos como camas y a buscar especialistas en el Hospital Insular de Gran Canaria

Profesionales de la UCI del complejo hospitalario Insular Materno Infantil de Las Palmas de Gran Canaria atienden a un paciente con COVID-19

Iván Suárez

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Coincidiendo con el inicio de la sexta ola de la pandemia de COVID-19, la Unidad de Cuidados Intensivos (UCI) del Hospital Insular de Gran Canaria sufre un nuevo episodio de saturación. La presión asistencial en este servicio ha obligado ya a ubicar a pacientes críticos en quirófanos o a derivarlos a clínicas privadas. Además, el área de Recursos Humanos del complejo hospitalario busca a personal de Enfermería con formación en esta especialidad para reforzar la plantilla ante la previsión de que la explosión de contagios que se está registrando en el Archipiélago desde hace unos días se traduzca en unas semanas en una aún mayor ocupación en el área.

La capacidad real de la UCI del Hospital Insular, su dotación habitual, es de 32 camas. En la actualidad, el 60% de esas plazas (19) está siendo ocupada por pacientes con COVID-19. A ello se le suma, según explica Luciano Santana, médico intensivista del Hospital Insular, que la afluencia por otras patologías críticas, como la cardiopatía isquémica o las derivadas de complicaciones en determinados procedimientos, es desde hace meses “cada vez mayor”, por lo que la situación que atraviesa en estos momentos el complejo “es preocupante”.

El plan de contingencia del centro hospitalario público de referencia para la ciudadanía de la zona sur de Gran Canaria contempla varios escenarios ante un incremento de la presión asistencial en la UCI. Con la dotación habitual al completo o casi al completo (normalmente se reserva una de las camas en previsión de que ingrese un paciente crítico con coronavirus), la dirección ya ha habilitado otras áreas que también están llenas. Es el caso de las unidades de reanimación (6 plazas) y despertar (12), que tienen como uso habitual la vigilancia y cuidados continuos de los pacientes durante el postoperatorio o recuperación postanestésica.

A esos 18 pacientes críticos fuera de la UCI propiamente dicha, de su dotación habitual, se le suman otros cuatro que han sido ubicados en el área de Cirugía Mayor Ambulatoria, también a cargo de los profesionales sanitarios especializados en medicina intensiva.

Desde el pasado viernes, y debido al incremento de la presión hospitalaria, se han tenido que cerrar quirófanos para liberarlos y utilizarlos como camas UCI. Este lunes amanecieron cinco pacientes críticos en estos espacios quirúrgicos que, según explica Santana, se acondicionan como si fuera “un pequeño box” de críticos, ya que disponen de respiradores para dispensar ventilación asistida a los enfermos y monitores en los que poder vigilar sus signos vitales.

También este lunes se ha autorizado el traslado de dos pacientes de UCI a clínicas concertadas. No es la primera vez que ocurre. Ya se adoptó esta decisión el pasado verano, durante la quinta ola. “Hay que buscar cuál es el idóneo” para ser derivado al sector privado, explica Santana. El también secretario de la Sociedad Canaria de Medicina Intensiva y Unidades Coronarias señala que en ningún caso sería una persona que padezca COVID-19, ya a que a los pacientes con esta patología se les ubica siempre en las camas que conforman la dotación habitual de la unidad no por una mayor complejidad en la atención, sino por la necesidad de aislamiento.

Esta reordenación de áreas ha obligado a suspender cirugías programadas. “No se pueden hacer. No solo porque se inhabilita el espacio (los quirófanos), sino porque una vez intervenidos no podrían recibir en condiciones adecuadas los cuidados postoperatorios porque las áreas de reanimación y despertar también están siendo ocupadas por pacientes COVID”, apunta Santana, que remarca que, en consecuencia, las listas de espera quirúrgica se incrementan.

Aparte de las dificultades de espacio, el médico alude a carencias de personal, a la falta de profesionales especializados en el servicio. Este lunes los sindicatos rebotaban un mensaje en el que instaban a los profesionales a contactar con la dirección de Recursos Humanos del centro si conocían a profesionales de Enfermería “con conocimientos y formación en Unidad de Cuidados Intensivos”, sin importar “que actualmente estén trabajando en una clínica privada, concertada o en Atención Primaria”. “La UCI requiere un personal altamente cualificado. Es imposible que una persona sin experiencia puede desarrollar el trabajo en esta unidad. Tiene que dominar aparataje, técnicas de reanimación avanzada, se trata a pacientes de soporte vital avanzado”, destaca Santana, que considera que históricamente “no se ha cuidado bien” al personal de Enfermería de este servicio, lo que ha provocado el éxodo de profesionales a otras unidades.

Con respecto a los pacientes COVID que permanecen ingresados en estado crítico en el Hospital Insular de Gran Canaria, el médico intensivista manifiesta que, a diferencia de las primeras olas, en la que se trataba mayoritariamente de personas mayores, y de la quinta, la del pasado verano, en la que empezaron a tratar a enfermos “más jóvenes”, en esta ocasión todavía no se dibuja “un perfil claro”. “Hay de todo. Tenemos algunos jóvenes, también algunos mayores, pero más de edades intermedias”, dice. Santana calcula que en torno al 50% de los pacientes que ingresan en la unidad de críticos no están vacunados contra la COVID-19 y que de la otra mitad, muchos padecen otras patologías crónicas de base. No dispone de datos, por el momento, de la incidencia de la variante ómicron sobre la ocupación en UCI.

El médico intensivista manifiesta su preocupación no solo por la “sobrecarga asistencial importante” que vive el Hospital Insular en estos momentos, sino también porque la previsión que manejan es que el pico de ingresos hospitalarios de la sexta ola de COVID se produzca en febrero y con una presión asistencial difícilmente soportable para el complejo.

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