El silencio como defensa
El silencio es el refugio en el que se esconden los menores víctimas de agresiones sexuales como mecanismo de defensa para tratar de ocultar la vergüenza y el miedo que padecen. Así lo asegura la psicóloga jurídica Ángeles Marrero. “El niño no puede comprender la gravedad de los hechos debido a su inmadurez y cuando no lo denuncian en el momento en el que se producen, el trauma hace que lo dejen aparcado”.
En los micrófonos de El Correíllo, de CANARIAS AHORA RADIO, Marrero describió como perfil de las víctimas del denominado caso kárate, que investiga una trama continuada de abusos sexuales y corrupción de menores en el seno de la prestigiosa escuela dirigida por el karateca Torres Baena, el de “niños con extrema vulnerabilidad y estima muy deficiente”.
Así, la psicóloga explicó que Torres Baena se escudaba en su prestigio y en su liderazgo social para convertirse en una figura de confianza no sólo para los menores, sino también para sus familias, lo que “facilita que la figura de abuso se repita en el tiempo”.
El agresor buscaba a sus víctimas dentro de ese perfil, las estudiaba en excursiones o acampadas y trabajaba con ellos a base de “miedo, denigraciones y descalificaciones”.
El karateca aprovechaba que, como persona respetada e, incluso, admirada, “las familias no podían sospechar de él”. “En momentos de luz, los agresores pueden llegar a remover algo, pero así y todo, suelen reincidir. No son conscientes de que hacen daño y lo justifican haciendo sentir culpables a las víctimas. Necesitan manifestar su poder sobre personas indefensas”, expone Ángeles Marrero.
La psicóloga apunta que el pistoletazo de salida para denunciar los hechos es el momento más difícil del proceso. “Cuando se ven solos, creen que nadie les va a creer. En cambio, cuando se produce la alarma social, algunas víctimas despiertan del letargo y otras se sienten respaldadas”.
Comunicación entre padres e hijos
Ángeles Marrero insiste en la comunicación entre padres e hijos como el principal factor preventivo. Aún así, hay ciertos indicadores que pueden hacer sospechar que el menor está sufriendo abusos sexuales. La reticencia a participar en una actividad con la que anteriormente se mostraba ilusionado, el aseo constante, irritaciones o afecciones en la zona genital, depresión, hostilidad, pérdida de apetito o disminución del rendimiento escolar son algunos de estos síntomas.
La psicóloga jurídica señala que es “fundamental” que las víctimas no se perciban como un problema por no haberlo denunciado en su momento, sino como “un aporte a la sociedad”. “Lo que hace es colaborar para que este caso y otros similares se corten de raíz, para que lo saquen a la luz”, concluye.
Por último, instó a los medios de comunicación a “aportar su granito de arena desde la colaboración y no divulgándolo como si fuera un circo”.