Más del 90% del suelo rústico en el Archipiélago no es productivo

Más del 90% del suelo rústico, exceptuando los espacios naturales, en Canarias se considera no productivo y corre el riesgo de convertirse en espacio de expansión residencial, según se desprende de los datos apuntados ayer en la presentación de la conferencia La Ordenación del suelo rústico en Canarias: análisis de su evolución y problemática actual impartida por el arquitecto urbanista y miembro del equipo redactor del Plan Insular de Ordenación de Tenerife, Walter Beltrán en la décima edición de los cursos de verano de la Universidad Ambiental de La Palma (UNAP).

“El suelo rústico es un espacio frágil, cargado de valores y que está sometido a un proceso de degradación fruto del crecimiento urbanístico contradictorio con el mantenimiento de su capacidad agraria” afirmó Beltrán durante su intervención en la que, entre otras cuestiones, analizó las debilidades, retos y amenazas a los que se enfrenta el suelo rústico en Canarias.

Beltrán advirtió de que “el suelo rústico es clave para la comercialización y el futuro turístico de Canarias porque es la postal que empleamos para atraer visitantes y vender nuestras Islas a través de paisajes como la Caldera de Taburiente, el Teide o las puestas de sol al atardecer en nuestras playas” y añadió que el archipiélago “carece de alternativas económicas viables para diversificar la economía, al menos de momento, porque no existen factores diferenciales claros, carecemos de una producción agrícola competitiva y la formación de nuestros recursos humanos es limitada por lo que dependemos, aún más si cabe, del sector turístico”.

Por su parte, el director del curso y geógrafo Miguel Febles Ramírez que compartió mesa con Beltrán coincidió con éste al afirmar que Canarias sufre dos procesos superpuestos en los usos del suelo rústico, “uno el del abandono con la consecuente degradación del suelo y el otro el interés por la ocupación residencial del mismo que, en buena parte de los casos se ha realizado de forma desordenada y se ha convertido en un asunto complejo generando tensiones añadidas en el desarrollo y ubicación de diferentes infraestructuras como las plantas de producción energética o de tratamiento de residuos, entre otras”.

“No podemos obviar”, señaló Walter Beltrán que “el espacio rústico constituye una fuente de oportunidades a la urbanización, que los usos del suelo exigen una conciliación de la actividad residencial con las actividades agrarias y que los modelos de desarrollo ineficientes coartan la actividad productiva agrícola y ganadera por lo que es necesario reservar y preservar el suelo destinado a estos usos”.

En este sentido, reflexionó sobre las escasas oportunidades que encuentran los jóvenes agricultores y ganaderos que no cuentan con terreno propio y cuya capacidad económica les impide acceder a un suelo cuyo valor en el mercado no es el que le correspondería por su carácter productivo, sino un terreno que cotiza a precio de solar.

El arquitecto urbanista defendió un modelo de planificación basado en el principio de “más ciudad, más campo” en el que la actividad residencial y turística así como el resto de edificaciones se concentren en el suelo urbano y sus inmediaciones, respetando el suelo rústico para destinarlo a usos productivos y garantizando la preservación del mismo para la explotación turística entendida desde el punto de vista del paisaje y la naturaleza que ofrecemos como reclamo a los visitantes.

Abandono del suelo rústico

De hecho, afirmó que “mientras mantengamos la dicotomía existente y las políticas de desarrollo actuales perpetuaremos un modelo que sigue construyendo en suelo rústico, fomentando el abandono del mismo y confinando a la actividad productiva a la mínima expresión”.

Tanto para Beltrán como para Febles el reto está en redefinir los modelos de desarrollo para garantizar que cada espacio cumpla su funcionalidad y afirmaron que la aspiración actual de segundas residencias o chalet en el campo para todos es insostenible. En este sentido, Walter Beltrán defendió el concepto de Isla-Ciudad en el que el suelo rústico desempeña el papel de parque urbano.

Ambos ponentes coincidieron al afirmar que la transición hacia ese modelo más compacto de usos del territorio, donde los ciudadanos vivan y trabajen en la ciudad o en sus inmediaciones y que acudan los fines de semana al campo no como segunda residencia, sino a disfrutar del senderismo y de las oportunidades de ocio y esparcimiento que el mismo ofrece es un compromiso de todos e hicieron un llamamiento a la unidad social para evitar que los valores del suelo se inviertan y la presión inmobiliaria y económica terminen ganando la partida al suelo rústico de carácter productivo.

Febles también reflexionó sobre la importancia de contar con modelos de desarrollo capaces de conciliar las numerosas políticas existentes en la actualidad, tanto las agrarias como las territoriales, socioeconómicas o sectoriales, entre otras, así como abrir un nuevo debate público e interadministrativo capaz de aportar ideas claras y definir a corto y medio plazo el uso de los espacios rurales.

Asimismo, advirtió que el espacio rural en Canarias debe contar con una planificación ágil, flexible y de perspectivas abiertas y añadió que “hoy por hoy contamos con información suficiente para adoptar decisiones que contribuyan a preservar el paisaje y, al mismo tiempo, permitan el desarrollo productivo de nuestra economía buscando puntos de inflexión y equilibrio”.

Finalmente, el geógrafo concluyó afirmando que “la idea no es prohibir ley en mano, porque la experiencia nos ha demostrado que el marco no siempre es eficiente o se aplica adecuadamente, por lo que estamos convencidos de que el reto pasa por educar a todos y cada uno de los ciudadanos sobre los correctos usos del suelo y la importancia de respectar el marco normativo que afecta a cada uno de ellos”.

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