Una vida de servicio

José J. Jiménez / José J. Jiménez

José Manuel Echevarría entró en contacto con la exclusión desde muy temprana edad. De interno en el Colegio de San Antonio (Las Palmas de Gran Canaria) ya vendía garbanzos fritos para enviar el dinero a las misiones africanas. Esta vocación se convirtió en trabajo cuando creó un refugio para menores en situación de desamparo en el barrio grancanario de Almatriche. “Era el final de la dictadura y en Canarias se vivían situaciones muy difíciles”, recuerda.

Antes de trasladarse a Latinoamérica tuvo la oportunidad de crear la Escuela de Folclore y Etnografía del Cabildo de Gran Canaria, un cargo que lo llevó a Venezuela rastrando la historia de la 'contra majorera'. Allí pudo ver en directo “la situación terrible de los barrios más pobres”, una situación que le cambió la vida para siempre.

En idas y venidas se le fueron diez años hasta que en 2003, “después de unas inundaciones terribles que afectaron de manera especial a los más pobres de Santa Fe”, decidió instalarse en el país y trabajar para tratar de “paliar el sufrimiento de los que menos tienen”. Su trabajo se ha centrado en los menores con trabajos en centros penitenciarios, barrios problemáticos y “otras zonas calientes”.

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