Mercedes Roldós acudió con las instrucciones precisas y las notas precisas. No se abstuvo de sacar a la palestra el caso Carod-Rovira, ni las cifras de desempleo de la etapa socialista, ni nombres como Maragall o Enrique Múgica, o apelaciones a la ruptura de España o el todo a 17 que dice el PP que quiere montar el PSOE. Pero hubo un detalle muy significativo: ni una sola vez habló de corrupción, asunto en el que venía insistiendo hasta ahora. Debió sospechar que sus adversarios, como hicieron con el caso del marqués, le iban a sacar su ficha y la de su esposo. Estuvo hábil. Pero fue la única, sin embargo, que hizo acusaciones personales, las que dirigió ad hómine a Román Rodríguez y su fracaso al frente de la sanidad pública canaria.