Ni que decir tiene que la magistrada Bellini no había instruido una causa penal en su vida. No estaba obligada a ello. Se dedicaba a pleitos civiles y de repente se vio togada y, casi sin solución de continuidad, instruyendo una causa muy complicada, con muchísimos intereses económicos, bancarios, políticos y empresariales en juego: el caso Las Teresitas. Los que han seguido de cerca el proceso aseguran que Bellini se empleó a fondo, se lo tomó como un reto personal. Junto a la fiscal anticorrupción para Santa Cruz de Tenerife, María Farnés Martínez, se propuso desenmarañar una trama corrupta que hacía que se tambalearan poderes oligárquicos hasta entonces intocables en Tenerife. Y tocó puntos tan delicados que hasta su propio mentor, José Manuel Soria, terminó por descalificar la instrucción con un término muy elocuente: “incompetente”.