Bruselas en dos días: Del Art Nouveau de Saint Gilles y Louise al Atomiun y el Parque Real

Vidriera en el Hotel Solvey, una de las joyas modernistas de Bruselas.

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Decir Víctor Horta en Bruselas es como decir Antoni Gaudí en Barcelona. La capital europea es uno de los epicentros más importantes del modernismo europeo de principios del siglo XX y en algunas de sus calles puedes ver verdaderos conjuntos de edificios del arte nuevo que contrastan con el carácter medieval del casco histórico. La ruta que te proponemos hoy va de un extremo a otro de la ciudad pasando por el centro, por lo que habrá que hacer uso del transporte público para poder volar de un lado al otro y no perder tiempo. Y aún así empezaremos nuestro paseo con un guiño al día anterior.

La Puerta de Halle (Bd du Midi, 150) es uno de los escasos restos de la muralla medieval que aún quedan en pie. Aquí nos encontramos con esas masas imponentes y esas líneas rectas que, precisamente, fueron el blanco de los ataques estéticos del Art Nouveau, un estilo que surgió al albor del ascenso social de la nueva burguesía urbana europea y que supuso un quiebre con los gustos estéticos aristocráticos de la Edad Media. Con este nuevo estilo, Bélgica se reafirmó como una nación nueva. Su influencia rebasó los límites del país y se convirtió en un movimiento europeo en pocas décadas.

Cuatro de los edificios de Víctor Horta han sido declarados como patrimonio Mundial de la Unesco: la Casa de Víctor Horta (Rue Américaine, 27) –que es la sede del museo dedicado a la obra del genial arquitecto-; la Casa Tassel (Rue Paul Emile Janson, 6) –que es el edificio fundacional del modernismo en toda Europa- y el lejano Hotel Solvey (Av. Louise, 224) que se encuentra muy cerca del Parque del Cincuentenario. También en el entorno de los barrios de Saint Gillles y Louise hay otros puntos interesantes para ver como el Restaurante La Porteuse d’Eau (Av. Jean Volders, 48) que está a dos pasos de la Puerta de Halle y tiene una cúpula vidriera que es una auténtica maravilla –de las más bonitas de toda la ciudad-. Bruselas tiene un catálogo de arte modernista que supera los 500 edificios. Estas joyas se pueden encontrar por toda la ciudad aunque el grueso de la obra de Víctor Horta se concentre en la zona de Saint Gilles y el vecino vecindario de Louise (casi todos concentrados a pocas cuadras de la Avenida Louise).

Camino del extremo norte de la ciudad (tomar el metro en Puerta de halle y bajar en Simonis) haz una parada en la Basílica del Sagrado Corazón (Basiliekvoorplein, 1). Este edificio es brutal y es otra de las joyas que el modernismo dejó en la ciudad. Así que acercarse hasta aquí merece mucho la pena. Muy cerca de la basílica hay un pequeño museo dedicado al chocolate belga (Rue De Neck, 20) y también la factoría más importante de un mito para todos los golosos del mundo: Godiva (Av. de Jette, 4). Otro punto interesante para dar un pequeño paseo es el entorno de la Iglesia de Sainte-Marie-Madeleine (Av. de Jette, 225) donde tienes una pequeña Grand Place cuajada de casitas de ladrillos rojos al más puro estilo de la vieja Flandes (en realidad esto era una ciudad independiente que se integró a Bruselas con el crecimiento de la ciudad tras la independencia del país).

El Parque de Laeken.- La estación de metro más cercana a este enorme espacio verde situado en el extremo norte de la capital belga es Houba-Brugmann (Línea 6 –Azul-). Desde aquí hasta el Parque de Laeken apenas tienes que cruzar una pequeña zona de campos deportivos en la que se encuentra una de las atracciones icónicas de Bruselas: Mini Europa (Av. du Football, 1). Aquí vas a encontrar reproducciones a escala de algunos de los edificios más importantes del Viejo Continente. La verdad es que el parque se ha quedado un poquito demodé, pero es uno de los lugares emblemáticos de la capital y es una buena opción si vas con nenes.

Y de ahí se pasa a otro, el famoso Atomium (Place de l'Atomium, 1). Esta enorme estructura metálica que representa un cristal de hierro aumentado 165.000 millones de veces –lo que hay que ver…- se construyó como emblema de la Exposición Universal de 1958 –en realidad un guiño a la comunidad del carbón y del acero como germen de la unidad europea-. Y ahí sigue. A parte de lo que significa y lo icónico que es, desde sus bolas pueden verse magníficas vistas de Bruselas y hasta las torres de ciudades cercanas como Malinas. El Parque de Laeken es la última parada de este viaje de dos días por la capital de Europa. Aquí puedes ver la Orangeríe de Bruselas, un antiguo pabellón de recreo de los reyes de Bélgica que hoy forma parte de los jardines botánicos que ocupan buena parte del parque.

Fotos bajo Licencia CC: parameter_bond; Xiquinho Silva; Geert Schneider; Fred Romero; Miguel Discart

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