Kotor o la capital mundial de los gatos: la joya ‘veneciana’ de la costa de Montenegro
Montenegro se está convirtiendo en uno de los destinos europeos de moda. La apertura de las repúblicas balcánicas al turismo deja a la vista verdaderos tesoros que hasta hace pocos años permanecían ocultos. La costa montenegrina es un espejo de la vecina Croacia, aunque aún sin los agobios que ya se dejan sentir en las masificadas playas del norte. Hay que pensar que la mítica Dubrovnik está apenas a unas decenas de kilómetros de la frontera con Montenegro. Así que aquí vamos a disfrutar de los impresionantes paisajes costeros del Adriático: bosques que llegan hasta las orillas del mar; colinas de viñedos; playas y calas que alternan la arena y los guijarros; aguas transparentes y generalmente tranquilas y pequeños pueblos y ciudades que llevan a cuestas el pese de la historia. Y ahí nos encontramos con Kotor.
Las Bocas de Kotor son una sucesión de bahías y estrechos que permiten al Adriático penetrar en la Península balcánica formando verdaderos ‘fiordos’ a la mediterránea. Es un tramo de costa bellísima salpicada de cabos, pequeñas y grandes ensenadas, islas y grandes bosques en el que se asientan pueblos y villas. Un lugar ideal para la navegación. Al fondo a la derecha está Kotor. En lo más profundo de este cañón inundado y a casi 30 kilómetros de la salida al mar abierto. Protegida por el mar y las montañas que la rodean. Un lugar estratégico que supieron ver a la perfección los romanos del siglo II antes de Cristo que fundaron Acruvium como posta comercial y militar en la zona. Y a partir de ahí lo típico por estos andurriales: bizantinos; serbios; venecianos; otomanos; austrohúngatros… Y eso se nota.
La ciudad es pequeña: apenas 5.000 habitantes. Aunque eso no ha impedido que se convierta en una de las escalas recurrentes de los cruceros que medran por el Adriático. Y no sólo por su belleza. Aquí se concentra un patrimonio apabullante que resume la historia del Mediterráneo en los últimos 2.200 años. Casi nada. Y Kotor nos da la bienvenida como plaza fuerte a través de sus imponentes fortificaciones. La Puerta de Tierra (Stari Grad) sirve de nexo entre el puerto y la ciudad a intramuros. Entramos en una población detenida en el tiempo: justo entre los siglos XII y XVII, años dorados de la República de Venecia. Las murallas encierran un pequeño universo de callejuelas y plazuelas repleto de palacios, iglesias, callejones y gatos. Muchos gatos. Tantos que en pleno centro hay un curioso museo dedicado a estos felinos omnipresentes (Trg Gospa od Anđela).
La trama urbana es tan tupida e intrincada que las calles no tienen nombre. Sólo números… Y colocados de aquella manera. Pero el tamaño invita a probar suerte para ir y venir buscando los principales monumentos de la ciudad: la Catedral de San Trifón (siglo XII); el tándem que forman las iglesias bizantinas de San Nicolás y San Lucas; la Casa Bjeladinović, un palacio austriaco de principios del XIX; el Palacio Bizantino (Plaza de Armas), una malgama de estilos y tiempos que servía de residencia del poder de Bizancio; El Teatro de Napoleón (siglo XIX); la Torre del Reloj o los antiguos arsenales de la serenísima República Veneciana… Venecia y los barcos. Los barcos y Venecia. Fueron una pareja tan íntimamente ligada que aquí en Kotor el Museo Marítimo (Plaza de la Marina), instalado en el precioso palacio barroco de los Grgurina (siglo XVIII), actúa como museo de historia de la ciudad a través de su relación con el mar. Sal de la ciudad por el Bastión de Gurdic (Ulica 2) para que puedas ver la potencia de las viejas murallas y, de paso, ver algunos de los pocos restos que quedan de la ciudad romana.
La subida al Castillo de San Juan.- Muchos escalones. Muchísimos. Tantos como 1.300 (280 metros de desnivel). Pero merece la pena. El Castillo de San Juan es un complejo de bastiones y muros construido por Venecia que protegía la vieja Kotor desde las alturas de las intenciones otomanas. El camino no es fácil (unos dos kilómetros desde el centro de la ciudad y con una pendiente considerable), pero el lugar merece la pena verse. O por lo menos subir lo suficiente para dejar por debajo los tejados y torres del casco histórico y poder ver la ciudad a vista de pájaro y buena parte del ‘fiordo’.
Perast y Nuestra Señora de la Roca.- El pequeño pueblo de Perast se encuentra a 14 kilómetros al norte de Kotor siguiendo una costa repleta de pequeñas playas y roquedos donde podemos encontrar multitud de villas con salida al mar. En Perast tenemos varias cosas para ver (un par de iglesias bizantinas, un museo con piezas arqueológicas interesantes…) pero la gente que llega hasta aquí lo hace para tomar un bote y visitar la Iglesia de Nuestra Señora de la Roca, un pequeño templo de aires bizantinos levantado en el siglo XV en una isla artificial que crece año a año gracias a la tradición de tirar piedras desde sus orillas (un rito que se celebra cada 22 de julio).
Subir al Parque Nacional Lovcen con el ‘Cable de Kotor’.- Muy cerca de la Puerta de Tierra paran los buses lanzadera que llevan hasta la terminal baja del Teleférico de Kotor (23 euros ida y vuelta -2025-). Aquí se inicia un ascenso de once minutos hasta las primeras alturas de consideración del Parque Nacional Lovcen, un conjunto de picos y valles pedregosos donde uno puede planificar alguna ruta de senderismo. Lo normal es llegar, hacer una pequeña caminata hasta un lugar al que se le conoce como ‘el mejor mirador de Kotor’, visitar el Mausoleo de Pedro II Petrovic Njegos (príncipe, poeta, filósofo y líder nacionalista montenegrino frente a los otomanos) y gritar un rato en una curiosa montaña rusa alpina que vuela entre pinos y abismos.
Monasterio de San Miguel Arcángel (acceso desde aeropuerto).- La pequeña Ostrvo Cvjeca(o Isla de las Flores) no es uno más de los cientos de islotes y peñascos que se pueden encontrar en el ‘fiordo’ de Kotor. La isla, hoy cubierta de villas, es el asiento de uno de los monumentos históricos más antiguos y queridos de la comarca. El Monasterio de San Miguel Arcángel (del siglo XIII y en proceso de restauración) no es lo único que ver aquí. El lugar fue un balneario reservado a los altos funcionarios del estado durante los tiempos de la Yugoslavia socialista.
Fotos bajo Licencia CC: Nicolas Vollmer; Aleksandr Zykov; Xiquinho Silva; Jocelyn Erskine; Ivan
0