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Votar y votar

Me gusta ir a votar. No he dejado de ejercer mi derecho nunca. Puede que algún día lo haga porque no votar también es un derecho, pero aún no ha llegado ese día. El voto es la esencia del sistema democrático representativo. A día de hoy es el mejor sistema que se conoce, aunque sea mejorable. Siempre me queda el derecho de cambiar mi voto si no me gusta lo que se hace y siempre acepto que, aunque el resultado no me guste, es el que ha decidido la mayoría; la suma de un montón de votos de gente diferente que vota por intereses particulares y plurales. Así es el juego.

Lo que tengo claro es que ninguna asamblea, manifestación o iluminados varios pueden sustituir el voto. Es cierto que después del voto en un estado democrático hay que respetar las reglas de juego. Es otra de las sencillas claves de la democracia representativa. Por supuesto, que cualquier manifestación o expresión es lícita siempre y tiene capacidad de influir en otros ciudadanos, pero no son los ciudadanos. La ciudadanía es la suma de todas esas personas que anónimamente son sujetos de derechos y deberes en un estado democrático y cuyos votos conforman la voluntad popular. No hay otra forma de conformarla. ¿Quiere esto decir que la suma de voluntades nunca lleva a error? Pues no, pero es parte del juego y la condición humana el aprendizaje a través de los aciertos y los errores.

Pero vuelvo al voto. Coger la papeleta, meterla en un sobre y luego en la urna. Sencillo y mágico ritual pero que debe ser tomado con la mesura y responsabilidad de lo que significa. El sistema es representativo porque se eligen unos representantes que deben tomar decisiones que serán valorados. Es imposible votar todo y a todas horas y es absurdo votar lo que no está en las normas básicas de convivencia o votar aquello que no va a servir para nada.

Sinceramente me pregunto para qué han ido a votar los griegos. En la Unión Europea hay una cesión de soberanía evidente; un elemento que hace que las voluntades nacionales queden subsumidas por la voluntad compartida. Guste más o menos. Pensé que estratégicamente el referéndum era una torpeza de final incierto y con gran dosis de frustración y crispación. El resultado final creo que ha sido peor para Grecia. Ha aceptado todo porque no le quedaba más remedio. Y cuando digo todo hablo de la ayuda de sus socios y al precio que establecían sus socios. El problema es que además les ha irritado y les ha hecho sentirse humillados. El problema es que el resultado de la votación no ha servido de nada porque la opinión de los griegos no ha sido considerada.

Creo que el primer ministro local debía haber asumido su papel de representante y tomar decisiones. La que hubiera querido, pero tomar una decisión porque haber llevado a su pueblo a una votación tan frustrante no tiene mucho sentido y de cara a la negociación con sus socios parece que tampoco. Debe ser que se me escapara algo, pero gobernar es decidir para lo bueno y para lo malo y la verdad es que no es fácil.

Me gusta ir a votar. No he dejado de ejercer mi derecho nunca. Puede que algún día lo haga porque no votar también es un derecho, pero aún no ha llegado ese día. El voto es la esencia del sistema democrático representativo. A día de hoy es el mejor sistema que se conoce, aunque sea mejorable. Siempre me queda el derecho de cambiar mi voto si no me gusta lo que se hace y siempre acepto que, aunque el resultado no me guste, es el que ha decidido la mayoría; la suma de un montón de votos de gente diferente que vota por intereses particulares y plurales. Así es el juego.

Lo que tengo claro es que ninguna asamblea, manifestación o iluminados varios pueden sustituir el voto. Es cierto que después del voto en un estado democrático hay que respetar las reglas de juego. Es otra de las sencillas claves de la democracia representativa. Por supuesto, que cualquier manifestación o expresión es lícita siempre y tiene capacidad de influir en otros ciudadanos, pero no son los ciudadanos. La ciudadanía es la suma de todas esas personas que anónimamente son sujetos de derechos y deberes en un estado democrático y cuyos votos conforman la voluntad popular. No hay otra forma de conformarla. ¿Quiere esto decir que la suma de voluntades nunca lleva a error? Pues no, pero es parte del juego y la condición humana el aprendizaje a través de los aciertos y los errores.