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Mugabe, abandonado por su partido, se resiste a dejar la presidencia de Zimbabue

EFE

Harare —

Muchos creían que este lunes sería el final de una era: tras 37 años en el poder, el presidente de Zimbabue, Robert Mugabe, abandonado hasta por su partido, leyó un discurso televisado en el que todos esperaban su renuncia, pero el veterano mandatario no solo no dimitió sino que pidió una “vuelta a la normalidad”.

Los acontecimientos parecían no dejar otra opción que su salida del poder: su partido lo destituyó esta mañana como líder y anunció que, si no dimitía antes de las 12.00 hora local (10.00 GMT) de mañana, presentaría una moción de censura contra él en el Parlamento.

El líder de los veteranos de guerra, Christopher Mutsvangwa, aseguró este lunes que Mugabe estaba “intentando negociar una salida digna” que finalmente no se ha producido.

Carente de apoyo político o popular, el mismo Ejército que lo mantiene bajo arresto domiciliario desde el martes parece ser el único que ha permitido que continúe como presidente como mínimo una noche más. De hecho, los altos mandos de las Fuerzas Armadas, que lo acompañaban durante su discurso, aplaudieron cuando terminó.

Los medios anticipaban que Mugabe había aceptado dimitir, pero ni siquiera hizo alusión a la posibilidad, y aseguró que la intervención militar “nunca ha representado una amenaza” contra el “orden constitucional” ni contra su “autoridad como jefe de Estado, ni siquiera como comandante en jefe de las Fuerzas Armadas”.

“Hubo algunos incidentes aquí y allá, pero fueron corregidos, afortunadamente en poco tiempo, y los pilares del orden se sostuvieron”, fue todo lo que dijo al respecto.

“Un discurso muy largo”

El todavía presidente perdió el hilo de su discurso en varias ocasiones y el jefe del Ejército, Constantine Chiwenga, sentado a su lado, le señalaba qué página debía leer a continuación, aunque con todo y con esto, se saltó varias partes.

“Es un discurso muy largo”, se excusó el jefe de Estado, de 93 años.

Aunque aseguró que “tiene en cuenta” las quejas formuladas por los diferentes estratos de la sociedad, Mugabe ha intentado proyectar un mensaje de tranquilidad y ha insistido en “la necesidad de llevar a cabo acciones para devolver” al “país a la normalidad”.

“Debemos aprender a perdonar y resolver nuestras diferencias con libertad, disciplina y contención”, agregó.

Sobre las purgas en su partido (la Unión Nacional Africana de Zimbabue-Frente Patriótico, ZANU-PF), como la del exvicepresidente Emmerson Mnangagwa, que desencadenaron las operaciones militares, Mugabe reconoció que la formación “estaba fallando” en el cumplimiento “de sus propias reglas y procedimientos”.

Habló sobre el deterioro de la economía como consecuencia de las rencillas internas, pero no sobre su esposa, Grace, considerada la principal instigadora de estas “purgas” con el objetivo de convertirse en la única aspirante a sucesora en el poder.

En su discurso, Mugabe habló sobre el partido, pero no sobre su cese como número uno. De hecho, Mugabe anunció que presidirá el congreso nacional de la ZANU-PF de diciembre, en el que la formación supuestamente ratificaría el nombramiento de Mnangagwa como su líder y candidato para las presidenciales de 2018, de acuerdo a lo anunciado este domingo.

El próximo movimiento a vigilar es precisamente el del partido: si no cumple su ultimátum de presentar una moción de censura ante la no dimisión de Mugabe, es previsible que el mandatario se quede en el cargo hasta el congreso, en el que entregaría el poder a Mnangagwa en una maniobra para legitimar el cambio en la presidencia ante la comunidad internacional.

Los medios locales aseguran que las calles de la capital, Harare, están desiertas. Lo que iba a ser una fiesta tras la más que segura caída definitiva de Mugabe se ha transformado en estupor para unos ciudadanos que no aceptarán fácilmente que el mandatario, en el poder desde 1980, continúe por mucho tiempo en la presidencia.