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Festival de Música de Canarias: calidad frente a cantidad

Margarita Guerra Caballero

Las Palmas de Gran Canaria —

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A propósito del Festival de Música de Canarias, el Sr Nino Díaz pedía un “debate de altura” sobre la conveniencia de cambiar la política del Festival. Pues bien, creemos que ese debate debería empezar por analizar los objetivos que se han marcado, es decir, promover una discusión sobre lo que se pretende con el nuevo proyecto para los sucesivos festivales y las razones -sin resentimientos ni populismos- por las que habría que cambiarse el modelo anterior.

Leyendo los variados artículos de los partidarios del nuevo modelo de festival entendemos que sus propuestas se centran en alcanzar TRES objetivos:

  1. Aumentar y diversificar la oferta.
  2. Darle al Festival un carácter pedagógico para el público y los músicos canarios.
  3. Potenciar y promocionar a los músicos y creadores canarios.

Trataremos de analizar y rebatir brevemente estos tres aspectos:

  1. Respecto al primer punto, el aumento de la oferta tendrá que venir acompañado necesariamente de un detrimento en la calidad –salvo que se asignara mucho más presupuesto, cosa ciertamente improbable. Tal situación iría en contra de la esencia del festival mimo -su razón de ser inicial-, que fue la de ofrecer excelencia al público canario para que, a pesar de la lejanía de los centros de grandes festivales, tuviera ocasión de oír las mejores orquestas e intérpretes del momento, todo ello propiciado por las instituciones públicas canarias y especialmente por su Gobierno.

Gracias a la subvención pública las entradas se hacen accesibles, al menos equiparables a las localidades para ver figuras de primera línea de la música popular (cualquier aficionado paga cantidades parecidas para ver a Beyoncé o a Serrat o a U2), cuyas cuantías no se cuestionan.

  1. En cuanto a darle un giro pedagógico al Festival para que nuestros músicos y público en general se vayan formando, no hay argumentos fundados que sustenten este pretendido objetivo. Por ejemplo, aquí tenemos desde hace más de 170 años la Sociedad Filarmónica que ofrece cada año conciertos de categoría por el módico precio de 15 euros mensuales para socios y gratis para estudiantes y profesores del Conservatorio y a pesar de estas facilidades, la experiencia nos ha mostrado que raramente quienes podrían asistir gratuitamente lo hagan. Similar desinterés se muestra con los conciertos organizados por la Fundación Teatro Pérez Galdós. Y nos podemos imaginar que la misma situación se reproduce en Tenerife.

Así que respecto al giro pedagógico que con tanta buena voluntad propugnan el Sr Díaz y sus allegados, podemos afirmar por experiencia que se debería empezar por enseñar música desde la base, en colegios e Institutos, y que ya en el Conservatorio, los profesores propusieran, animaran y ofrecieran alicientes para que sus alumnos asistieran al mayor número posible de los eventos musicales que se celebran en la ciudad.

  1. Respecto a utilizar el festival para promocionar a los creadores canarios, existe una sociedad llamada PROMUSCAN creada expresamente para ese fin. El Festival no tiene por qué ser un nicho de empleo para músicos y creadores canarios, quienes no deben exigir una cuota de presencia “allí por ser de aquí”, a no ser que cumplan con el criterio de excelencia que mantenga la calidad y la altura del Festival, que ha sido- y esperemos que siga siendo- el buque insignia de la cultura canaria y lo que nos ha hecho entrar en la historia de los grandes festivales europeos.

El criterio de que hay que hacer hueco a los canarios simplemente porque lo son -y movido muchas veces por intereses clientelistas- ha hecho enorme daño a muchas de nuestras instituciones culturales que a través del tiempo no han conseguido salir de la mediocridad.

Lo cierto es que no entendemos ese interés por cambiar algo que funciona, algo como el Festival de Música de Canarias que está asentado, es apreciado y bien acogido por la sociedad canaria, que es, además, un atractivo turístico de primera línea (para ese tan ansiado “turismo de calidad”) y que llena la programación musical de los meses de enero-febrero cuando ninguna otra institución europea programa un Festival de Música Clásica en ese período.

¿Por qué cambiar un Festival que ha funcionado adecuadamente más de treinta años? ¿Un festival que a lo largo de estas décadas ha adquirido solera y renombre internacional que lo sitúa entre los Festivales más cotizados del mundo?

Aunque haya tenido algún bache sonado en la etapa de 2007 a 2009, lo cierto es que su última directora, pese a las reducciones presupuestarias consecuencia de la crisis, consiguió felizmente remontar el descalabro, recuperando abonados, extendiéndolo a las otras islas y llenando, a pesar de la reducción de presupuesto y de su propio sueldo.

Esas preguntas nos las hacemos muchas y muchos. Porque es de sentido común pensar que las cosas que funcionan bien no hay por qué cambiarlas, y que a las directoras que trabajan y dirigen bien tampoco hay que despedirlas. Claro, salvo que haya intereses espúreos o resentimientos ocultos o –peor aún- que deliberadamente se quiera llevar este evento tan importante para la imagen de las islas a la irrelevancia.

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