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La infamia soriana

José A. Alemán / José A. Alemán

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Dado que, por lo visto, le supo a poco, dio el miércoles un paso más en su sucio plan de venganza y concertó con la diputada pepera Rosa Rodríguez una pregunta parlamentaria que le diera la oportunidad de hacer públicos ante la cámara los datos financieros privados de Henríquez; los mismos que iban llegando en forma de dossier a las redacciones de los periódicos.

El pecado de Caco Henríquez es haber sido presidente de CANARIASAHORA y negarse a imponer a los periodistas los silencios que exigía Soria. La falta de escrúpulos del consejero se hizo notoria para los que aún no la conocían cuando la comisión parlamentaria del caso eólico. Intentó entonces, sin éxito judicial, involucrar a Henríquez en aquella trapisonda y tuvo que contentarse con que la cámara emitiera a su dictado unas penosas conclusiones que ayudaron lo suyo al mayor descrédito del Parlamento, que ya no estaba entonces, por otra parte, muy sobrado de prestigios.

Ahora Soria se ha superado. A la abusiva imposición a la Caja obligándola a volver sobre sus actos, añadió el uso de información confidencial a la que accedió en razón de su cargo. Como no quiero abundar en lo que se califica por sí solo ni extenderme en los malos instintos de este individuo, me limitaré a numerar las causas y consecuencias de un quebrantamiento de la confidencialidad que incluso puede ser delictivo.

1. Henríquez es un ciudadano privado. Desde hace muchos años no ocupa cargo público alguno. Tampoco orgánico en el seno del PSC hasta el extremo de que ni siquiera se sabe a ciencia cierta si continúa militando. Quiero decir que no se puede alegar a favor de Soria que la pasión de la lucha política lo impulsó a meter la pata de esa manera. Su móvil es el odio del cacique enloquecido a quienes no se le pliegan.

2. Se valió de su cargo en el Gobierno, como ya indiqué, para acceder a una información confidencial y hacerla pública. Lo que, objetivamente, implica una amenaza genérica para que los ciudadanos sepan lo que puede ocurrirle a cualquiera que ose contrariarlo. Fascismo puro y duro.

3. Desde el punto de vista de la Caja pudiera ocurrir que más de cuatro se tienten las ropas antes de trabajar con ella, pues está justificado el temor a que la consejería de Hacienda utilice los datos en contra suya. No creo que la entidad de ahorros esté en condiciones de recibir sacudones como el que acaba de darle Soria con el mal uso y abuso de sus atribuciones; como garante público, nada menos.

4. La gravedad del hecho es tal que justificaría el cese fulminante de Soria al comprometer la rectitud del Gobierno, desvelar su tolerancia con las arbitrariedades y dañar a una entidad financiera pública sometida a los caprichos del mandarín de turno. En un Gobierno serio, Soria ya no sería consejero, pero aquí ya se sabe en manos de quienes hemos caído. No cabe esperar del Gobierno ni que vele por su propia imagen. La degradación política es insoportable.

5. ¿Para qué continuar? La infamia está instalada en el poder y todavía hay gente que no se lo cree.

Nota.- Hubo un error en el envío de modo que bajo el mismo título de esta columna se coló otra que estaba, como si dijéramos, en la “nevera”.

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