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No me llames terrorista

Carlos Juma / Carlos Juma

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Me importa ciertamente poco los argumentos por los que se creó un artificioso estado (Israel), en base a criterios divinos que sonrojan al más discapacitado pensador y de cómo se articularon argumentos sobre bases de conmiseración y denuncias de los propios ante terceros.

Ni los argumentos de un sufrimiento de los que solo hay responsabilidad y culpabilidad en los nazis que lo practicaron sobre el autodenominado “pueblo elegido” (pícamelo menudo que lo quiero para cachimba).

Aquí hay un pueblo sufriente, dolido, encerrado en su propias tierras,- cada vez más escasas por la usurpación a la que están sometidos-, que es el Palestino.

Las continuas vejaciones, humillaciones a las que están sometidos por estos cantamañanas, hijos de la permanente memoria de fuegos fatuos, en los check-points (siempre en inglés para no perder de vista la potencia que administró Palestina mejorando a Pilatos), no parecen tener punto final.

Ni las mejores ofertas de paz, ni las manos tendidas, ni los ramos de olivos sobre los tanques, ni las apelaciones a la Justicia,- nuestra penúltima esperanza-, han servido para arreglar un conflicto que no quiere ser finiquitado.

Ni podrán jamás con nosotros, los palestinos; no podrán cumplir las abyectas ideas en que se formula el sionismo nazi, Jordania es el estado natural de los palestinos y Palestina es el estado natural de los judíos ( “arráyase un millo”).

Palestinos, ¿ qué son palestinos? (Golda Meir).

Yo se lo contesto: somos los hijos de una tierra en la que están ancladas nuestras raíces milenarias como el viejo olivo del huerto de Getsemaní. Somos los habitantes de Palestina, nacidos en su seno o fuera de ella. No pretenderá Meir ni sus homónimos, sionistas homúnculos de Penfield, que seamos hijos del planeta Marte.

No será tampoco la situación actual con Aznar a la cabeza, menuda cabeza, la que solucione el problema de Oriente Medio (dixit el pequeño estadista días previos al destrozo de Irak). Ni Obama ni Oviene. Ni Putin ni su abuela, Ni judíos ni árabes.

No se puede estrechar la mano con un puño cerrado. No nos engañan con la política de zanahoria y palo en los dientes.

No habrá paz, pero resistiremos hasta que una superpotencia, vestida de amarillo, le dé la vuelta al tornillo. Puede que entonces haya otro modelo de Paz, la impuesta por el más fuerte, también injusta, porque la verdadera nace solamente de la Justicia y de la gente de buen corazón.

La razón de la fuerza, del engaño, de la mentira permanente, de la invitación a la reflexión del sufrimiento pasado no es ni será argumentario válido ante cerebros con capacidad de crítica y razonamiento. Sigan estrangulándose la cabeza ante el Muro de las Lamentaciones y les quedará menos capacidad de reflexión. Al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios.

Seguiremos ambicionando la solución del conflicto de manera pacífica pero estamos en orden de combate para defender nuestras legítimas aspiraciones y nada de ello será posible hasta que no se resuelva la injusticia histórica cometida aquella noche del 29 de noviembre de 1947 y se restituya el derecho de los palestinos a dirigir sus vidas y ser dueños de sus actos.

Nunca más me llames terrorista, nunca más ahogues mi desesperanza, mi frustración. Luchamos ante la sordera del mundo y de la silente complacencia de los actos bastardos de los sionistas. Les interesa nuestras bajas, que llenemos nuestros escasos y paupérrimos hospitales de desangrados, dejarnos sin víveres, sin combustible, sin posibilidades de parir dignamente, humillados desnudándonos ante los soldados “superman” que tienen el mismo respeto por la vida que los nazis de los que fueron sus víctimas preferidas.

Procúrennos una salida, no nos arrinconen más, es muy peligroso encerrarnos; esto nos lleva al mecanismo básico del suicidio.

Y entre nosotros conviene que hablemos menos y estrechamos nuestros corazones en uno solo, una sola y única línea de actuación. No hay que doblar el cuello ante el poderoso. Hoy nos humillan pero ante Dios seremos su diadema.

No nos llames terroristas, ni árabes viles. A eso enseñan a los niños israelíes.

Nuestros niños no tienen padres que les enseñen nada contra los judíos porque han sido asesinados por los padres de esos mismos niños.

Dejémonos de altilocuentes frases, de cuartetos, de vanas esperanzas.

No habrá paz, y sangraremos eternamente porque nos han clavado un puñal en el corazón del mundo árabe (embajador de Pakistán, aquella noche de 1947).

El malo envejece en lo malo (Libro del Eclesiástico).

Esta situación en Oriente Medio y concretamente en Palestina permanecerá inestablemente estable porque sirve a intereses espurios.

Que siga el baile de sangre y los vampiros que se alimenten de ella. Sólo una Cruz y el Hijo del Hombre que murió pendiendo de ella, perdonando a sus enemigos, es la solución.

A ver si de una puñetera vez nos enteramos que ojo por ojo y diente por diente sólo nos lleva a la ceguera y a vivir desdentados.

* Cofundador y ex presidente de la Comunidad Palestina en Canarias. Carlos Juma*

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