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Pacta que te pacta

Pedro Sánchez dice que ha habido "más diferencias que coincidencias" con Rajoy

José A. Alemán

Las Palmas de Canaria —

La semana pasada les dije que el PP no tiene perro que le ladre. Pero olvidé que uno es de las generaciones nacidas antes del año constitucional de 1978 a las que Albert Rivera condenó, o poco menos, al ostracismo. Como en esas tribus indias en que los ancianos se retiran a un lugar apartado para morir sin estorbar la vida de los jóvenes. Tan terminante ha sido, a lo que voy, este corte generacional que desconocen las nuevas echaduras el sentido de expresiones preconstitucionales, o sea, de toda la vida, como esta de “no tiene perro que le ladre”. Tan es así que uno se me acercó a la hora del café a reprocharme que llamara “perros” a quienes no quieren o no están dispuestos a pactar nada con los peperos. Estaba el hombre tan irritado que ni siquiera aguardó a escuchar que se aplica el dicho a alguien que está tan solo que cuando regresa a su casa no tiene siquiera perro que le ladre y mueva el rabo de contento al verlo aparecer. Sé que exagero lo que quiso decir Rivera pero, qué quieren.

De todos modos, debo anotar que la cosa ha cambiado algo en los últimos ocho días para el PP. No mucho pero sí algo. Lo digo por dos hechos significativos. Uno es que Rajoy invitara a Albert Rivera, líder de Ciudadanos, a comer en La Moncloa; el otro, los barruntos de Teresa Rodríguez, candidata de Podemos a la presidencia de Andalucía, acerca de un supuesto acuerdo del PP y el PSOE: los peperos desbloquearían la investidura de Susana Díaz a cambio de que los socialistas acepten que sean alcaldes los cabezas de las listas más votadas. Esto permitiría al PP hacerse con el gobierno de más de setenta ayuntamientos andaluces entre los que figuran siete de las ocho capitales de provincia, además de Marbella y Jerez. Un remedio para paliar la quiebra del poder territorial de que disfrutaba.

En el caso del encuentro Rajoy-Rivera sólo tengo la versión cachonda de un amigo coñón, del PP por más señas, que no me resisto contarles porque supera con suficiencia los mínimos de mala leche exigidos en esta sección. Imaginó, el hombre, a los dos comensales tomando café en un balcón monclovita. Tras unos minutos contemplando en silencio el panorama, Rajoy haría un gesto abarcador con el brazo derecho, pues en el izquierdo tendría la tacita, diciéndole a un tiempo a Rivera: “Todo esto que ves, algún día podrá ser tuyo”.

Fue un momento de mágica unción que no sé si rompería la noticia de la imputación de los consejeros de la Comunidad de Madrid Salvador Victoria y Lucía Figar, el primero de la Presidencia y la segunda de Educación; dos pesos pesados del PP madrileños llamados a más altos desempeños. El golpe lo acusó enseguida Cristina Cifuentes. Precisamente uno de los asuntos que pretendía amarrar Rajoy con Rivera era que ella presida la Comunidad madrileña, lo que el nuevo brote de la cuasi insondable corrupción pepera puede frustrar. Cifuentes explicó que, gracias a Dios, Victoria y Figar no figuran en su lista, que el asunto pertenece al negociado de Esperanza Aguirre, denodada cazatalentos que está poniendo a prueba el sistema penitenciario. No contaba Cifuentes con que hay gente mala que escarbó en su lista hasta localizar a no menos de seis miembros que están en veremos. Por su parte, Ignacio Aguado, cabeza de la lista madrileña de Ciudadanos, opinó que el contratiempo podía entorpecer el navicert de su partido a Cifuentes.

En cuanto a Andalucía, es evidente que Teresa Rodríguez no se fía del PSOE. Motivos, desde luego, no le faltan, pero dicho esto y una vez reconocido su derecho a sentirse contrariada, no debería indignarse como si el supuesto conchabo fuera delito de lesa patria. Al fin y al cabo, también los votantes peperos y socialistas son hijos de Dios y a ellos toca decidir si los esperan o no en la bajadita de las elecciones generales previstas, en principio, para noviembre. De momento, me quedo con lo poco que casa el apaño que Rodríguez da por hecho con la reivindicación del liderazgo de la izquierda por Pedro Sánchez, que en esto iguala la pesadez de Rajoy con la recuperación económica sin decir siquiera quienes son los felices recuperados. Problema del PSOE es decidir qué hace, si opta por el pájaro en mano como quieren gentes de peso de su partido favorables a juntarse con el PP o los ciento volando. No creo que Sánchez se arregle con el PP pero peores cosas se han visto. Con la responsabilidad añadida de que el juego político hace del PSOE un factor clave de cambio y estabilidad. En cierto modo compartido con Ciudadanos que se ha situado en mejores condiciones para el baile de la yenka, no por premonitorio menos preconstitucional, que consiste, dicho sea para los nacidos después de 1978, en dar pasos a izquierda, izquierda, derecha, derecha, alante y atrás, un, dos, tres.

Los antisistemas

Por lo que sé, Rajoy no tiene la menor intención de hablar con Podemos; para qué. Sus interlocutores son, pues, Albert Rivera y Pedro Sánchez y no parece que le vaya muy bien. No le preocupó demasiado la movida del 15-M pues no ignora, el presidente, que esas cosas más o menos espontáneas, sin propósito de cuajar en una organización que le ponga las peras al cuarto al Gobierno, acaban por diluirse. Cosa distinta es que aparezcan unos personajes dispuestos a ordenar la turbamulta de reivindicaciones en un programa político y le metan el susto en el cuerpo. Si el 15-M tuvo un tratamiento casi diría que paternalista por parte del poder y sus voceros mediáticos, que como mucho lo consideraron un desahogo, la irrupción de Podemos y su capitalización del descontento les parece asunto de mayor envergadura y más inquietante. Le dijeron a los podémicos de todo menos bonitos, de acuerdo con los parámetros de la intolerancia política de la que se ha ido apartando la sociedad para dejarla reducida a los círculos de poder muy sensibles si les tocan el bolsillo.

De cuanto se ha dicho de Podemos lo que más me ha llamado la atención es lo de que son una panda de antisistemas, de forma tan repetida y con rango de axioma que me pregunto si quienes lo cacarean saben a qué se refieren. Son antisistema y punto, dicen. Lo que me pregunto es de qué tipo de antisistema hablan son porque, la verdad, no parece muy adecuada esa caracterización para un movimiento, ahora partido, que se ha presentado ya a dos elecciones y se prepara para hacerlo en unas terceras; es decir, que ha acatado las reglas establecidas y que cuenta entre sus principales reivindicaciones derechos ciudadanos consagrados en la Constitución (salud, educación, trabajo, vivienda, igualdad, libertad ideológica, de asociación, etcétera). Son gente que actúa en consonancia con el artículo 131.1 de la Constitución para que se aplique aquello de que “todos [los españoles] contribuirán al sostenimiento de los gastos públicos de acuerdo con su capacidad económica mediante un sistema tributario justo inspirado en los principios de igualdad y progresividad”; o que reclama lo establecido en el 128.1: “Toda la riqueza del país en sus distintas formas y sea cual sea su titularidad está subordinada al interés general”. Manuela Carmena, aspirante de Ahora Madrid, plataforma de la que participa Podemos, fue acusada por  Esperanza Aguirre de eso, de antisistema, y la ex jueza dijo que sí, que ella fue antisistema contra Franco y luchó precisamente para que hoy pudiéramos tener el sistema en qué vivimos. Dado que la ejecutoria profesional y ciudadana de la ex juez es bien conocida, al menos por las generaciones anteriores, se me ocurre si no sufrió Aguirre un lapsus. Como el que tuviera en sus días de ministra de Cultura cuando, al preguntársele qué opinaba de Saramago, el Nobel portugués, respondió que sí, que doña Sara Mago era una pintora excelente. Siempre dudé de que la anécdota fuera cierta: hasta que la oí, a Esperanza, tan graciosa pero que no es buena, atribuirse el “destape” de la trama Gürtel y lanzar semejantes despropósitos como el de que Carmena se propone crear en Madrid una red de soviets que se van a enterar.

Sé que la respuesta de la derechona a estas preguntas es que Podemos oculta sus siniestros planes para ocupar el poder y convertir España en una república bolivariana y venga a matar gente. Por lo que me permito, mientras llega el momento en que el lobo Podemos se quite la piel de cordero y acabe con la democracia, sugerir la posibilidad de que los auténticos antisistema están en el Gobierno y en sus círculos económicos, financieros y mediáticos, que haberlos, háylos. Porque no puede decirse que tengan especial interés en cumplir con la Constitución hasta el punto de arremeter contra quienes la reclaman. En este punto no negaré, por supuesto, que el Gobierno estaba obligado a adoptar medidas ante la crisis. Pero la cuestión no es esa sino que cargó el peso de esas medidas sobre los estratos sociales más débiles a los que ha dejado tirados. Los resultados a la vista están y no creo necesario hacer de nuevo su relación; aunque, a lo mejor, sí conviene recordar que el Gobierno ha hecho exactamente lo contrario de lo que prometió para echar a Zapatero. En lo que se refiere a la corrupción, por ejemplo, ha empezado a actuar, al menos nominalmente, en los últimos meses cuando acabó de convencerse de que le perjudicaba en términos electorales. Antes, todo era una conspiración de las fuerzas del mal contra el PP; ahora la culpa la medio asume Rajoy cargando el énfasis sobre el “martilleo” informativo sobre todo de las televisiones; las que no controla, claro. No tengo duda de que, de aquí a las generales, habrá recortes a la libertad informativa y de expresión, que bien conocemos los andares de la perrita. Pero los antisistema resultan ser los otros.

Por cierto: Rajoy está tan seguro de que presidirá la próxima legislatura que ya ha anticipado que la crisis se superará definitivamente en 2019, justo el año en que acaba su hipotético segundo mandato.

La gran pitada

Vaya por delante que la pitada al himno nacional en la final de la Copa del Rey fue una grosería. Lo que no quita que fuera también, a mi entender, un ejercicio del derecho a la libertad de expresión, al margen de que agrade o desagrade. Una malcriadez  en la que incurrió el presidente de la Generalitat, Artur Mas, con su media sonrisa complacida por la escandalera. Tenía mejor opinión de él, la verdad. Nada que ver con Iñigo Urkullu, el lehendakari vasco, que demostró mejor crianza y mayor sentido de su dignidad institucional sin aflojar un punto en lo que cree o piensa. Desde la distancia, me da la impresión de que es hombre de pocas palabras, que se limita a decir solo las indispensables; lo que me recuerda el comentario que oí una vez acerca de que, dado lo poco que hablan los vascos, no se entiende que Dios les diera idioma propio.

Vale que cada cual opine lo que le cuadre de la pitada. Pero no viene mal llamar la atención a una serie de hechos a mi entender llamativos, por no decir sospechosos. El primero, la forma en que los medios recogieron opiniones incluso de altos cargos que daban por descontada la pitada. Había antecedentes para anticiparla, aunque sea falso que cosas como ésta sólo ocurren en España: siempre con la jodida manía de ser los primeros en todo. Pero ese es otro asunto: lo que me pregunto es la razón de que no se adoptaran medidas que evitaran o rebajaran el espectáculo que, insisto, no por su malcriadez deja de ser ejercicio de libertad de expresión. Para empezar diría que tanta “preocupación” expresada en los medios por lo que podía ocurrir parecía más bien dirigida a que no fallara la “convocatoria” para demostrarle al país lo malos que son los independentistas; sin entrar, claro, en que peor los pone la incapacidad de los gobiernos españoles para solucionar el problema de la integración territorial que ya tiene sus siglos. ¿O es que nunca se han preguntados los gobernantes la razón de que siga estando ahí y que ni siquiera la barbarie franquista lograra eliminarlo?  

El partido, el de fútbol, a pesar de los factores emocionales introducidos en los graderíos, no tuvo más incidencia que el cabreo de los vascos con el juego provocativo de Neymar. Ni siquiera repararon en que el brasileño lleva ese estilo tan en la sangre como los vascos levantar pedruscos o subirse por las paredes del frontón para alcanzar una pelota. Nada ocurrió en la cancha ni entre el público y no tengo noticias de que ocurriera nada a la salida del Nou Camp.

Donde sí debió ocurrir algo fue en la cabeza del ministro de Interior, Jorge Fernández Díaz, que al preguntársele y aun sin preguntarle, calificó la pitada de manifestación del odio e intolerancia de los independentistas vascos y catalanes hacia lo español. Sus declaraciones me recordaron el dicho atribuido al sepulturero que aseguraba no desear que se muera nadie, pero sí que corriera el oficio. Quiero decir que Fernández Díaz es el entusiasta promotor de no pocas disposiciones dirigidas a coartar el ejercicio de derechos constitucionales, cosa que ya alguna vez le han señalado incluso desde instancias internacionales y le venía al pelo la escandalera.

En definitiva: de forma consciente o inconsciente pone su granito de arena para crear la impresión de que España está de fijo al borde del abismo de la inestabilidad, lo que espera corroborar con situaciones como la comentada para que saquemos la conclusión de que lo más seguro y prudente es que siga Rajoy: el PP o el caos. Y como el PP poco tiene que hacer casualmente en Cataluña y Euskadi, sale gratis conseguir el efecto demostración sobre el resto del país que es, por supuesto, la mejor manera de generar enconamiento. Y vuelvo a lo del sepulturero pues hay quienes dicen que la habilidad del político es crear problemas para luego venir con la solución.

La responsabilidad, según Soria

De vuelta a la reserva india, tengo anotado que Soria se adjudicó toda la responsabilidad de los resultados electorales del PP en Canarias ante la Ejecutiva regional del partido. Y lo hizo desde la desmemoria de que él, precisamente, forzó en su día la dimisión de José Miguel Bravo al frente del partido con unos resultados muy superiores a los suyos en las últimas elecciones. O sea, Soria se considera responsable, pero no se va porque, dice, está feo coger puerta cuando las cosas ruedan mal. A lo mejor, miren por donde, estamos ante la explicación de que los políticos de este país sean tan reacios a dimitir. Si ganan, siguen porque han ganado; si pierden, para que no les digan que son unos gallinas.

Nadie, ni los que desean que se largue, osó abrir la boca ni parece. Los que están de acuerdo con él porque lo están; y los que no lo están para no dejar de estar, no sé si me comprenden, que Soria pone en la puerta de la calle a los disconformes a poco no les guste su mirada. La única excepción fue el diputado Pérez-Camacho que se separó del rebaño para criticar al Jefe y pedirle que si tan responsable se reconoce, debía renunciar a la presidencia. O sea, lo invitó a coger la puerta por la que traspuso él al advertirle Soria de la inutilidad de pedir la palabra de nuevo porque no estaba dispuesto a dársela. Soria en estado puro.

Es imposible no relacionar todo esto con la noticia que acaba de deslizarse de que Rajoy piensa hacerlo superministro de Economía en el próximo reajuste del Gobierno que podría producirse este mismo mes de junio. No sé cómo se las va arreglar cuando ya casi no hay cabinas telefónicas donde pueda enfundarse el panty, el polo con la “S”, de Soria en este caso, y salir volando con la capa y las botas rojas a juego. De producirse el nombramiento, tendremos que agachar la cabeza y reconocer que vivimos en  España una democracia perfecta: cualquiera puede ser ministro, superministro y hasta presidente. No dispongo de información para afirmar o desmentir la noticia adelantada por El Economista, pero si Rajoy está por la labor, allá él. De no ser cierta la información, habría que ver la razón de El Economista para publicarla; la que muy bien podría ser el deseo de echarle un balón de oxígeno ahora, cuando dentro del partido (en Madrid, claro) lo ponen a parir. Tardaron en cogerle el número, eso sí. De ser cierto que Rajoy piensa en él, se confirmaría que no dispone el presidente de banquillo suficiente para una alineación aparente. Poca es la gente de prestigio en el país dispuesta a embarcarse con el PP a estas alturas y la que hay no sé a ustedes, pero a mí me produce grima.

Paulino dispuesto a seguir

Paulino Rivero aprovechó el Día de Canarias para despedirse como presidente del Gobierno autonómico, que no autónomo. Consideró que había llegado al final de una etapa que viene a ser el principio de otra que “abordaré con ilusión y ganas”. Comprendo bien lo de la ilusión pero, la verdad, lo de las ganas no me cuadra mucho. No sé si será que quiso decir “magüa”.

En alguna ocasión he dicho que Paulino nunca me convenció aunque no por eso voy a negarle que ha hecho cosas positivas. Entre otras tratar de integrar a Gran Canaria en la historieta autonómica. El fracaso del intento no ha sido de Paulino sino que viene de atrás encarnado en la práctica desaparición en la isla de CC controlada por la ATI que decían desaparecida. Sigue ahí y aunque no exista formalmente, se nota la mano de su núcleo duro al que se considera muñidor de la caída de Paulino sustituido por Clavijo del que tampoco se espera nada en Gran Canaria. No hace falta decir que cada vez que se plantean estas cosas, quien lo hace es acusado de insularista. Es la fórmula que han encontrado los círculos de poder tinerfeños para evitar cualquier reacción grancanaria. Creo que la trampa radica en que se sigue haciendo pasar todo por una rivalidad entre islas y de pueblos que no existe cuando, en realidad, lo que se ha articulado es un mecanismo de dominio político y económico sin más finalidad que la de hacer negocios en que los prejuicios insularistas sirven de grilletes para que aquí no se mueva nadie y anular cualquier intento de cambiar algo. Algún día habrá que hablar alto y claro de estos asuntos aunque, qué quieren, no creo que sirva de mucho cuando es evidente que ni los de CC se han dado cuenta de que es ese estado de cosas la razón de que hayan dejado de pintar algo en Gran Canaria y que el bastión principal de ese nacionalismo, desvirtuado primero y degradado después sea no ya Tenerife sino los intereses de unos pocos con la colaboración en Gran Canaria de otros pocos que también se benefician de la situación. Todo, por supuesto, en clave de dinero. Fíjense, si quieren entretenerse, en los resultados electorales, en quien baja y quien sube y como les ha ido a los emergentes y darán, seguro, con no pocas claves de lo que comienza a barruntar la gente. ¿No les ha llamado la atención que Pablo Iglesias haya citado no pocas veces a Las Palmas como de los lugares en que Podemos ha obtenido sus mejores resultados?

La solución, antes del 13 de junio, fecha de la constitución de las corporaciones municipales.

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