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Petróleo: el que venga detrás, que arree

José A. Alemán

Las Palmas de Gran Canaria —

El ministro Soria, su subsecretario para todo Hernández Bento y el empresario Sergio Alonso figuran entre quienes descalifican a quienes nos oponemos a las prospecciones petrolíferas. Si Soria aparece exultante con el trágala que firmará él mismo, Hernández Bento salió con la sandez señoritil de los turistas llegando en aviones de pedales y Alonso nos mandó a la Edad de Piedra. Cosas, en fin, de la derecha pepera que desprecia en la forma acostumbrada a miembros de la comunidad científica discrepantes; que ignora a las corporaciones públicas y a las asociaciones ciudadanas que han osado defender su tierra y pasa del sector empresarial que teme por sus negocios. Ya escritas estas líneas he tenido que incorporar a Asier Antona, también del PP, que nos ha salido más de pueblo que las amapolas. Asegura Antona que si Rivero no es candidato a la presidencia, se acabará la batalla de los sondeos. Para él, Rivero nos tiene a todos “secuestraditos” con sus cinco obsesiones: perpetuarse en el poder, arrinconar al PP, el petróleo, el “no por el no” (?) y José Manuel Soria. Sometido como está a Soria no puede concebir el problema sino prescindiendo de la gente común y reduciendo la discusión al círculo de mandarines. Si Soria cambiara de postura, lo haría él también. Por último se preguntó Antona si el Gobierno se opondría igual si en lugar de petróleo hay gas: yo tenía entendido que el gas y el petróleo van juntos pero, qué quieren, a lo mejor en La Palma es distinto.

No merece la pena ocuparse de esta gente, así que me centraré en un aspecto en el que no se ha insistido lo suficiente y que nos conviene tener muy presente. Me refiero a la certeza de que, en términos de tiempo histórico, el final de la era del petróleo está cerca sin que haya consenso respecto a cómo será el nuevo orden energético.

Dos textos me sirven de “fondo de pantalla” para hablar de este asunto. Uno es 'The Global 2000. Report for the president', de 1981; otro, el ensayo de Paul Roberts, de 2004, titulado, precisamente, 'El fin del petróleo'. Los dos con traducciones españolas; en Tecnos y en Ediciones B. El 'Global 2000' iba dirigido al presidente Carter y lo elaboraron el Consejo sobre Calidad Ambiental y el Departamento de Estado USA, bajo la dirección de Gerald O. Barney, físico doctorado en energía de fusión y experto en desarrollo sostenible. Era una evaluación técnica de los recursos globales del planeta y su evolución en el horizonte de 1995. Respecto al petróleo, preveía que en la década de 1990 su producción se aproximaría a la capacidad máxima prevista en los cálculos geológicos. “'La capacidad de producir petróleo no aumenta con igual rapidez que la demanda'”, aseguraba por lo que es precisa “'una transición mundial para liberarse de la dependencia petrolera, pero existe aún gran incertidumbre respecto a la forma que esta transición adoptará'”.

Paul Roberts, por su parte, anticipó que en 2020 el planeta necesitará el doble del petróleo que consumía a principios de este siglo: pasará de una demanda de 77 millones de barriles diarios a 140. Y vuelve sobre las incertidumbres: se sabe cual será la demanda futura pero nadie tiene claro de donde saldrá toda esa energía; aun previendo que el uso de gas natural crecerá un 75% y un 40% el de carbón. Esto quiere decir, subrayó, que las compañías tendrán que descubrir, refinar y sacar sin falta al mercado cada 24 horas, día a día, años tras año, 140 millones de barriles de petróleo. La simple construcción de esa nueva capacidad, indica Roberts, costará un billón de dólares, sin incluir los gastos de mantenimiento y defensa.

Por dar una idea de magnitudes: los activos de la economía energética actual se calculan en unos 10 billones de dólares que, por supuesto, las multinacionales petroleras no están dispuestas a desechar. Su tendencia es a exprimir hasta el último momento los ingresos de sus explotaciones; secundadas por los gobiernos que retrasan cualquier paso importante que los aleje de la economía energética existente (y de sus puertas giratorias). Esta interacción de multinacionales y gobiernos hará que el cambio de modelo energético, cuando se produzca, sea más brusco y devastador. El que venga detrás, que arree. Todo bajo el despiadado control financiero que se inició en la etapa del carbón, el primer sector energético en que se produjo la gran concentración industrial necesitada de inversiones intensivas. En 1800 los costes de puesta en marcha de una mina inglesa de carbón se elevaba a varias decenas de miles de libras, lo que hizo necesario atraer las inversiones de capital que establecieron, ya para siempre, la interdependencia de la industria energética y la comunidad financiera con la deshumanizada dictadura del dinero.

Es cierto que hay reservas de petróleo para unos cuantos años pero eso no hace menos temerario que la actual dirigencia política se limite a cebar los conflictos que habrán de afrontar quienes vengan detrás. Que arreen ellos, ya saben. Es una visión cortoplacista ante la que interesa diferenciar, para poner las cosas en su sitio, entre lo que son reservas de petróleo “viejo”, el localizado hace años que no se ha explotado por diversas razones, y el “nuevo” de yacimientos recién descubiertos: entonces se advertiría que a partir de 1960...

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