Una capa de pintura para la Casa Mascareño

La Casa Mascareño está situada en una plaza al lado de la avenida Venezuela de Santa Cruz y para cualquier transeúnte supone un enigma de difícil resolución. El edificio se encuentra en tal estado de abandono que su apareciencia está más cercana a la de una chabola que a lo que realmente es. Un ejemplo único de la arquitectura racionalista en todo el ámbito nacional. Por ello, en el año 2008 el Gobierno canario procedió a declarar el inmueble como Bien de Interés Cultural (BIC).

Desde entonces poco se ha hecho para mejorar su aspecto. En su momento se convirtió en refugio de indigentes y a partir de las reiteradas denuncias vecinales fue cuando el Ayuntamiento decidió tomar cartas en el asunto. Hace algunos meses se procedió a pintar la planta baja del edificio para borrar los graffittis y a sellar las ventanas y puertas. La medida se adoptó poco después de que los bomberos tuvieran que intervenir para apagar un incendio que se produjo en un colchón situado en la segunda planta.

Pero lo cierto es que la capa de pintura aplicada con cierta urgencia no ha podido disimular el preocupante estado del edificio y además las pintadas han vuelto a aparecer. Otras medidas ha sido vallar una parte de la casa que corre riesgo de desprenderse y retirar los contenedores de basura que se habían situado justo a su entrada.

La mayoría de los santacruceros, incluidos los que viven en este entorno, desconocen los valores arquitectónicos del inmueble. Y no es extraño ya que pocos pueden comprender que pinta esta casa en estado de casi total abandono en medio de una plaza. Hace dos años el Ayuntamiento encargó un proyecto de rehabilitación con el fin de convertirlo en sede del Distrito de Salud-La Salle pero jamás ha trascendido si realmente se llegó a redactar o cuáles eran sus conclusiones. La Casa Mascareño sobrevive mientras tanto en medio de la contradicción que supone por un lado que se reconozcan sus valores y se obligue a su protección y por otro ver como día a día se va cayendo a pedazos.

A muchos debe sorprender que el organismo internacional Docomomo, que estudia las obras arquitectónicas contemporáneas más destacadas de toda Europa la considera una de las principales piezas españolas en cuanto a estilo racionalista. El catedrático de Historia del Arte de la Universidad de La Laguna, Alberto Darias Príncipe, no ha dudado en varias ocasiones en calificar de “vergüenza” el estado actual de esta casa. Darias opina que los valores de edificio son “incuestionables y absolutos”, pese a reconocer que en la actualidad apenas parece “un fantoche”.

La tramitación como BIC se alargó por espacio de casi una década lo que viene a dar idea de su importancia y valor. En la misma se resalta que el proyecto “soslaya los recursos expresionistas barajados con anterioridad y se entrega a un diseño cúbico cuya volumetría evoca algunas creaciones domésticas de Le Coubusier”. Arquitecto que fue el autor de la totalidad de la ciudad de Chandigarh situada en el norte de la India.

Estilo racionalista

“Es como si Picasso hubiera diseñado una vivienda”, indica Darias. El estilo es total y auténticamente racionalista e incluye estructuras de pilares de hormigón, muros de bloques prefabricados, cubierta plana de hormigón armado, planta irregular y ausencia casi total de decoración. O, lo que es lo mismo, en el edificio nada es superfluo y todo tiene su sentido y utilidad. Premisas inamovibles del estilo racionalista que aquí se cumplen a pies juntillas. Un aspecto que pareció cuidar especialmente Blasco fue la orientación de la vivienda intentando crear un tipo de edificio adaptado al clima de las islas donde luce el sol prácticamente todo el año. De ahí la importancia que en este, y en otros inmuebles del mismo autor, se le da a las terrazas.

En sus años de esplendor la casa estaba rodeada de una amplia finca que llegaba hasta la actual iglesia de Cruz del Señor. La familia Mascareño era lo que entonces se denominaba rentistas. El primer dueño decidió dividir las propiedades en cinco parcelas. Una por hijo. Cada uno de ellos además, se preocupó de que su vivienda fuera única y tuviera alguna característica especial. Con el tiempo salió ganando la que aún pervive y cuyos valores han sido reconocidos, pese a su triste deterioro. En su momento llegaron a vivir en la vivienda hasta doce personas, servicio incluido. Carmelo Cardentey Mascareño recuerda que en la finca había plataneras y hasta un estanque, además de perdices, loros, perros, gatos e incluso monos. El marco perfecto para pasar una infancia feliz. Tal vez por ello el bisnieto del constructor se siente triste con la situación actual de la casa. “No veo la hora de que la arreglen. La familia agradece la sensibilidad que ha existido para no tirarla pero nos preocupa mucho ver cómo está”.

Con el tiempo los herederos cedieron algunos terrenos como los que hoy ocupa la iglesia de la Cruz del Señor. Por su parte el edificio y parte de la finca se vendió a la empresa Candesa y dentro de las cesiones obligatorias al Ayuntamiento se incluyó la actual plaza y la vivienda. El problema es que además de proteger los valores del inmueble también se tenía que haber mantenido despejado el entorno. Al no haberse hecho así es por lo que la sensación que obtiene el que observe la Casa es la de estar totalmente encajonada y haber perdido parte de su sentido.

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