Las consecuencias de esa pérdida evidente de confianza en la Autoridad Portuaria de Las Palmas por parte de Puertos del Estado ya son palpables. Todos los pliegos que se preveían para el próximo consejo de administración, La Esfinge, León y Castillo, Arinaga... quedarán sobre la mesa, pues sin Plan de Empresa eso no puede licitarse. Y los consejeros del puerto, tentándose la ropa porque de mucho de lo actuado por Arnáiz pudieran derivar responsabilidades patrimoniales. Saben que ese presidente, del que ya no repiten tanto eso de que es un buen gestor, podría haber actuado dolosamente, además de haber llevado a la Autoridad Portuaria, en lo que a resultados se refiere, a una teórica suspensión de pagos y haber instalado en el Puerto un sistema rematadamente arbitrario de adjudicación de obras. Lo saben y ninguno lo denunció en su momento y en su lugar.