Siempre hemos podido presumir de que, para calificar a determinadas personas, nos basta con contar la verdad sobre ellas. Es el caso, por ejemplo, de nuestro impagable (con perdón) José Manuel Soria, quien, para tratar de atacarnos o descalificarnos, recurre a los más alambicados inventos o directamente a las más rastreras mentiras. De unas semanas a esta parte, el presidente del PP canario se ha embarcado en la penúltima de sus andanzas ridículas, la de atribuir cosas que no son al director de este periódico y a su entorno personal. Para ello, aún reconociendo su supina ignorancia en asuntos informáticos, ha asegurado incluso que nos redactan las querellas que interponemos, particularmente la del caso salmón. Toda una gran mentira que, sin embargo, le ha valido para ganar unos centímetros cuadrados en la prensa, donde hace tiempo que no sale por cosas decentes. Sin embargo, como decíamos al principio, a nosotros nos sobra con contar la verdad acerca de este individuo, y hoy les acercamos un hecho verdaderamente grave que refleja un síntoma del comportamiento del que por tercera vez consecutiva se presenta a las elecciones para intentar presidir Canarias. Vaya como adelanto que ante su notario de Madrid tiene dos indentidades bajo el mismo nombre y los mismos apellidos.