Hubo una vez un alto mandatario de la Unión Deportiva Las Palmas que aseguró que la resolución de sus crisis endémicas y las negociaciones pertinentes eran una partida de póker que no todos los consejeros y accionistas de la entidad estaban en condiciones de jugar. No sólo porque las apuestas que se cruzan suelen ser de alto voltaje y no hay muchos talonarios que las resistan, sino también por la enorme y contrastada calidad de los jugadores. Pero las cosas han cambiado, entre otros motivos porque ha habido elecciones, y pese a que ya no es el nacionalismo lo que impera, la cosa se ha tornado algo más aborigen: ahora lo que se lleva es el envite. Lo pudieron comprobar los negociadores de la UD que este martes acudieron al Cabildo a llevarse un chaparrón de los que hacen época.