Y lo que ocurrió es que sólo los cónsules de Marruecos y Costa Rica acudieron invitados a tan castrense acto, lo que ha sido calificado como un error protocolario de considerables dimensiones. Las numerosas ausencias provocaron un sordo cabreo entre los restantes miembros del muy honorable Cuerpo Consular, con especial incidencia en el representante de Italia, José Carlos de Blasio, que precisamente no es sospechoso de ser un revolucionario. Pero el malestar en Santa Ana fue de tan alta intensidad, que hasta el cónsul de Marruecos, que sí está acostrumbrado a desaires y rozaduras, pensó en mandarse a mudar. El incidente fue muy comentado esa misma noche en la velada organizada por el cónsul de Alemania en su residencia particular.