Nos llegan argumentadas quejas de usuarios del Muelle Deportivo de Las Palmas de Gran Canaria, que cada vez se consideran más maltratados por la Autoridad Portuaria de Las Palmas, ésa que dirige de aquella manera nuestro admirado José Manuel Arnáiz. Dicen algunos de nuestros lectores que aquello se ha convertido en una ciudad sin ley desde que a algún prodigio se le ocurrió dejar abiertas las puertas de acceso al recinto, que antes se cerraban a partir de las 24.00. El resultado no se ha hecho esperar: fiestas, botellones, escándalos, revolcones poco íntimos... en una instalación que se supone es uno de los atractivos alternativos de una ciudad que, encima, quiere potenciar el turismo de navegación de recreo con una cosa que se llama Gran Marina, o así. ¿O era Cambalache?