Casi nos habíamos olvidado de aquellos desagradables y vergonzosos episodios de cuando las cuadrillas de limpieza, convenientemente adiestradas y ordenadas por los mandamases municipales de Soria (provincia de Las Palmas) desalojaban por las bravas a los indigentes de los parques de la ciudad, les dejaban bien enchumbadito el echadero, y se mandaban a mudar tan ricamente. Recordamos también cómo el alcalde trató de arreglar aquella orden escrita y mandó retirar de la misma el término negro, pero manteniendo el fondo de la cuestión. Pero la manguera no ha dejado de ser utilizada de modo sectario y coercitivo en este municipio. Ahora le toca a muy determinados locales de ocio nocturno a cuyas puertas se asoma el instrumento en cuestión, listo para disparar, una vez se acerca la hora del cierre gubernativo. Da igual que haya parroquianos dentro o en la acera. Pudimos ser testigos de uno de estos incidentes, cómo los operarios se acercan directamente al local señalado con una cruz por los que ordenan estas cosas y cómo se disponían a meterle un chorro que llegara hasta la cocina. La cosa pudimos ver que se evitó porque alguien avisó de que una cámara de vídeo se disponía a grabarlo todo. Los operarios se cortaron y recogieron la manguera. Cuando fallan los mecanismos democráticos, o cuando sencillamente prefieren evitarlos, se recurre al método más expeditivo. No se le puede llamar guerra sucia porque utilizan agua, pero que nos digan cómo quieren que la llamemos.