Los organizadores del acto, la oficina insular del Gobierno, mayormente, pretendían que esa salutación fuera breve, no sólo por el solajero, que obligó a José Segura a ponerse una gorra que cubriera su amplia frente, sino porque se pretendía no exagerar un asunto que pudiera dar lugar a interpretaciones erróneas acerca de la rentabilización del dolor ajeno. Pero en esto aparece el nuevo jefe de protocolo de Adán Martín y, cual elefante en cacharrería, monta el Belén. Que si estaba el presidente y aquello era territorio comanche, que si llevo décadas en esto del protocolo y hasta he escrito libros... Total que lo que iba para cinco minutos se convirtió en un infierno de media hora porque, claro, Adán se largó su discursito. Y eso que el Gobierno de Madrid paga el ochenta y pico por ciento de los recursos que se presentaban, frente al quince que afloja Canarias.