Hasta aquí hemos llegado, exclaman con un sonoro cabreo muchas de las personas citadas explícita o implícitamente en las acusaciones de Soria y sus mariachis contra las instituciones del Estado de Derecho. Hasta ahora habían previsto aguantar el chaparrón en la errónea creencia de que el disparate iba a diluirse una vez alcanzara sus más altas cotas de falsedad y falacia. Pero no, no sólo no han parado, sino que cada vez quieren miccionar más lejos, quizás porque nadie les ha puesto freno, porque Madrid ha dado alas y quizás también porque Soria ha ordenado que solamente rebuznen personas aforadas, que ya vendrá el TSJC a archivar cualquier querella por injurias y calumnias. Por eso los sindicatos policiales han activado a sus abogados en Madrid para que estudien seriamente la posible interposición de denuncias contra todos aquellos que están disparando a lo loco para tapar sus propias miserias y corrupciones. También se ha puesto en marcha la Abogacía del Estado, llamada a defender algunos principios básicos que estos desalmados han puesto en entredicho con tal de salvar sus culetes.