Los trabajadores de La Caja ya no saben qué hacer para convencer a ese pedazo de presidente que tienen de que afloje un punto, que no por mucho jeringarles la paciencia conseguirá alcanzar esos objetivos tan yupies que se ha propuesto. Más bien al contrario, aseguran totalmente desmotivados. Es más, algunos ya reconocen en público y en privado que empiezan a tener ganas de que la entidad sea absorbida por Cajacanarias, considerada siempre la competidora, la bestia negra, el rival a batir. Cuentan y no terminan, y sienten que la presión empieza a ser insoportable. Las bajas por enfermedad no sólo no se cubren sino que se persigue psicológicamente al trabajador enfermo para que se reincorpore o pida la prejubilación; las plazas de vacaciones tampoco son cubiertas, pero los objetivos hay que alcanzarlos de igual modo.