Pues nos hemos quedado con las ganas de saber lo que buscaba con tanto despliegue el Cuerpo Nacional de Policía porque ni siquiera nos cogieron el teléfono cuando llamamos la semana pasada. Sí sabemos las versiones de los testigos presenciales, uno de los cuales acudió al juzgado a presentar la correspondiente denuncia por malos tratos en la discoteca (manda trillos, que uno esté en una boite y lo zarandee un UIP). Sabemos, además, que los sesenta agentes se llevaron a comisaría una navaja de siete centímetros que alguien arrojó corriendo al suelo y una caja de fósforos con varias pirulas dentro. Ah, y al identificar a los 250 clientes que estaban en la sala, sorprendieron a un individuo que andaba reclamado y al que muy bien podían haber trincado a la salida o a la entrada. O en una cabina de teléfonos, donde no es preciso tanto numerito.