“Lidiar con la realidad de las madres adolescentes de Perú es complicado”

Raquel García dirige la Casa Mantay de Perú desde hace 14 años. Foto: LUZ RODRÍGUEZ.

Esther R. Medina

Santa Cruz de La Palma —

Raquel García, una enfermera natural de Breña Alta, sigue en su batalla solidaria muy lejos de La Palma. En Perú, en la Casa Mantay para madres adolescentes que dirige en Cuzco desde hace 14 años. Estos días se encuentra en la Isla con sus dos hijas y regresará a la cordillera andina, a 3.400 metros de altitud, justo el lunes de Carnaval. “Aprovecho siempre estas fechas porque es la época que las niñas tienen vacaciones escolares, y la vuelta será el día de Los Indianos, porque como saco los pasajes con tanta antelación, la verdad, ni me di cuenta”, ha señalado a LA PALMA AHORA. Así que mientras una multitud disfruta de la fiesta blanca, Raquel pondrá de nuevo rumbo a Perú donde tiene su hogar, que comparte con niñas y jóvenes que se quedan embarazadas y que son rechazadas por sus propias familias. Estas chicas llegan a Mantay (‘madre’ en quechua) derivadas por el juzgado o la policía de familia al encontrarse en una situación de riesgo y vulnerabilidad. “Lamentablemente seguimos teniendo lista de espera, y en este último año han llegado niñas muy jóvenes, de 11, 12 y 13 años”, ha subrayado con preocupación. “La situación es muy complicada, porque, en muchos casos, no están preparadas para asumir un embarazo y hay una presión social muy fuerte para que lo asuman; lidiar con los prejuicios y las autoridades no es fácil”, reconoce.

La Casa Mantay (www.mantay.org) acoge a jóvenes de entre 12 y 18 años que están embarazadas o que ya han parido, las alimenta, les ofrece ropa, cuidados sanitarios, terapia psicológica, educación integral (maternal y básica) y las capacita para que cuando abandonen este hogar puedan autosostenerse.

Raquel , que trabajaba como enfermera en el Hospital Universitario de Canarias, como recordó en una entrevista con LA PALMA AHORA en enero de 2013, “cuando estaba de voluntaria en un hogar de niños abandonados en Perú entré en contacto con la problemática de las madres adolescentes, me enamoré, decidí quedarme allí y entonces nació Mantay”.

Su labor en tierras andinas es dura, pero la compensación que recibe, enorme. “El pasado mes de noviembre se ha casado la segunda mamá de las primeras promociones, y cuando ves que ella ya tiene rehecha su familia con otro hombre, con más hijos, con su casita propia, y que nos presentan como ‘su mamá’ a sus familiares, pues eso es muy gratificante”, admite.

La Casa Mantay se mantiene fundamentalmente con fondos procedentes de las diversas asociaciones de voluntarios que se han creado y con aportaciones anónimas que llegan de diversos países a través de la ‘Red de Corazones de Mantay’. “Cuando cumplen la mayoría de edad, las jóvenes salen a vivir fuera y trabajan de lunes a viernes elaborando artículos (carteras, bolsos, llaveros) que vendemos en las zonas turísticas de Perú y también en otros países a través de una red de colaboradores y de tiendas”, explica Raquel, quien resalta que el proyecto no logra autofinanciarse porque “las ventas sólo generan un 8% de beneficio que se destina a cubrir la parte productiva del taller y los sueldos de las mamás”. En los viajes que realiza a La Palma, siempre aprovecha para traer las maletas llenas de artículos de Mantay que comercializan en la Isla los voluntarios.

En los últimos meses, la Casa Mantay ha logrado avances en contratación de personal y mejora en las instalaciones. “Se han realizado obras en la cocina y en el patio y hemos ampliado el espacio, lo que nos permite acoger ahora a 14 o 15 mamás”, señala. “También tenemos más educadoras porque necesitamos gente que rote y que cubra todos los días del año”, dice. “En octubre comenzamos otro proyecto, que se denomina ‘Arte Floral Mantay’, con una monitora alemana que está capacitando a dos mamás para hacer arreglos florales en bodas y bautizos, una actividad en la que no hay mucha oferta pero sí demanda”, asegura. “Ha surgido otro grupo de voluntarios en Alemania que han montado una pequeña asociación, Mantay Perú, que financia el proyecto de arte floral con la idea de buscar su sostenibilidad y generar puestos de trabajo”, añade.

Raquel invita a los palmeros a que “conozcan la Casa Mantay” y recuerda la visita que realizó al centro el grupo folclórico Echentive. “La respuesta de Fuencaliente con el proyecto ha sido maravillosa, porque han organizado distintos actos para recaudar fondos, y ese es el resultado del viaje de Echentive, porque para movilizarse no hay nada como palpar la realidad”, afirma.

Mantay es uno de los proyectos solidarios que se desarrollan fuera de la Isla que más respaldo tiene por parte de la sociedad palmera. “Es apreciado porque somos poquitos, y conocer los nombres de las mamás y sus historias es lo que realmente llega a los corazones de la gente y lo que la moviliza”, destaca esta palmera comprometida que, por ahora, continúa su lucha en la cordillera andina, aunque reconoce que “más a allá de tres meses me cuesta hacer planes vitales; pero, de momento, sigo allí”. Al pie del cañón y lidiando con una realidad social muy cruda.

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