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Juan Antonio Gil de los Santos (@juangilpodemos), diputado Podemos Andalucía

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“Mi nacionalismo, antes que andaluz, es humano. Creo que, por el nacimiento, la naturaleza señala a los Soldados de la Vida el lugar en donde han de luchar por ella. Yo quiero trabajar por la causa del espíritu en Andalucía, porque en ella nací. Si en otra parte me encontrare, me esforzaría por esta causa con igual fervor”.

Estas palabras de Blas Infante podrían ser un buen resumen de la posición de Podemos respecto a la articulación territorial de España. No hablamos de lucha, pero sí de defensa de las identidades territoriales y nacionales. No podemos negar que estamos en un estado plurinacional, en el que es cierto que compartimos muchos lazos históricos. Aunque la justificación historicista nos podría llevar a establecer lazos similares con Portugal o con el sur de Italia, sin que a nadie se le ocurriera poner en duda su nacionalidad.

En España hemos sufrido durante 40 años el rodillo nacional-centralista de una dictadura que impuso un modelo en el que todo el Estado español debía ser igual: tener una misma lengua, una misma cultura, una misma identidad.

Lo malo es que muchos han llegado a interiorizar ese discurso y hacerlo suyo. Y no me refiero solo a la derecha, también desde la izquierda se alzan voces centralistas a las que les cuesta reconocer la diversidad del Estado español, en lugar de contemplarla como un legado de riqueza cultural.

De ahí que surjan esos “Soldados de la Vida”, de los que hablaba Blas Infante, que se lanzan a la defensa de esa identidad nacional propia, frente a la agresión de lo externo.

Permítanme que recurra a esa metáfora del Padre de la Patria Andaluza, pero no me tomen al pie de la letra. No estamos defendiendo en ningún caso el uso de la violencia en la defensa de la identidad territorial o nacional de una comunidad.

Andalucía es un caso particular dentro del debate sobre el nacionalismo en España. Muy diferente del nacionalismo catalán, vasco o gallego. Porque aquí, todos y todas nos sentimos profundamente andaluces. Está tan grabado a fuego en nuestra cultura que nadie lo pone en duda. Lo damos por hecho, y, por tanto, el debate no está tan marcado como en otros territorios.

De hecho, cuando desde las instituciones quisieron quitarnos el nivel de autonomía que nos correspondía, los andaluces y andaluzas salimos a la calle el cuatro de diciembre para reclamar el ahora tan en boga derecho a decidir.

Unos sucesos en los que no podemos dejar de recordar el desgraciado incidente que le costó la vida a mi paisano, Manuel José García Caparrós, muerto ese cuatro de diciembre de 1977 en una manifestación en defensa del autogobierno regional.

Una unidad popular que también tuvo su reflejo político en el Pacto de Antequera. Un acuerdo que firmaron el cuatro de diciembre de 1978 un total de 11 fuerzas políticas, comprometiéndose a lograr en el menor tiempo posible el mayor grado de autonomía. Un acuerdo sin parangón en el resto de las actuales comunidades autónomas.

Nuestra es la historia de Tartessos. Capitales como Córdoba o Itálica relumbraron en la Antigua Roma. Al-Andalus forjó su gran legado cultural y político. Sin olvidar que el Siglo de Oro, la Generación del 98 o la Generación del 27 tuvieron acento andaluz.

No olvidemos que la industrialización comenzó en Andalucía, hasta que la mala gestión de unos y los intereses políticos de otros nos dejaron a la cola del desarrollo. Y ahí seguimos.

Ese ha sido el precio que hemos tenido que pagar. Desde Madrid se ha tratado siempre de relegar a Andalucía a un segundo o tercer plano. Y no digamos de la lucha absurda abierta por Cataluña contra los andaluces. Una lucha en la que el PER suele ser un arma arrojadiza. Y no es que compartamos un modelo que a todas luces es un fracaso, pero que sí supone un importante impulso para las economías rurales, a falta de otras soluciones mejores. Pues el PER tiene un presupuesto de unos 200 millones de euros, más o menos lo mismo que le cuesta a Cataluña su televisión autonómica. Por no hablar de que para garantizar la continuidad de las inversiones de Volkswagen en España, el Gobierno va a tener que poner 1.500 millones de euros. Unas inversiones que irán a Navarra y Cataluña, las comunidades con más inversiones y más nivel de renta. Una relación a todas luces injusta, de la que nadie habla.

No se trata de abrir una lucha entre territorios, sino de mostrar el trato tan injusto y malintencionado que recibimos los andaluces y que, desgraciadamente, no ha contado con un gobierno que haya sabido ponerse en su sitio. Al final, a los andaluces nos siguen dejando las migajas y, encima, con programas ineficaces que nos siguen manteniendo en un segundo plano.

Los andaluces defendemos la unidad en la diversidad. Una frase que puede parecer extraña, pero que no lo es tanto. De hecho, ocurre en nuestra propia tierra. Las diferencias que existen entre la Andalucía oriental y la occidental, en acentos o tradiciones, no impiden que nos sintamos parte de un todo.

Para Podemos, la unidad plurinacional debe basarse en el reconocimiento de esa diversidad. Debemos avanzar hacia el estado federal al que tanto miedo se ha tenido en este país. Un miedo incompresible cuando estados federales, como la misma Alemania, otorga menos competencias a sus Lander que España a sus comunidades.

Los nacionalismos juegan con los sentimientos de la población, con esas ganas de ser Soldados de la Vida que luchan por lo suyo. Ahí debemos poner el acento, en no luchar contra nada, sino unir para sumar.

Este año me ha alegrado sobremanera que una de las películas que España ha preseleccionado para los Oscar sea vasca y esté rodada en euskera. Y mi reflexión fue: ¿por qué no ha ocurrido esto antes? Debemos impulsar un modelo de reconocimiento y aceptación de las diferencias nacionales en España como parte de nuestra riqueza común y no como algo que nos distancie. Y por supuesto, defender a Andalucía no como las demás, sino como la que más.

Espero que algún día en las series españolas, los criados y criadas dejen de tener acento andaluz. También que el señorito a caballo deje se ser una de las imágenes que tienen de nosotros más allá de Despeñaperros. Espero que la normalidad se imponga, y también la sensatez.

La historia debe recordarse para no repetir errores, y también para recordarnos que una vez fuimos grandes y que podemos volver a serlo. Cuando los andaluces nos empeñamos en algo, nadie nos puede parar. Y ahora tenemos la oportunidad de demostrarlo. Demostremos al mundo y a este Estado plurinacional que se puede abrir un debate sobre el modelo territorial, no para arrojar una cortina de humo sobre el escándalo del 3%, sino para traer concordia, progreso y justicia entre las diferentes naciones que componen España.

“Mi nacionalismo, antes que andaluz, es humano. Creo que, por el nacimiento, la naturaleza señala a los Soldados de la Vida el lugar en donde han de luchar por ella. Yo quiero trabajar por la causa del espíritu en Andalucía, porque en ella nací. Si en otra parte me encontrare, me esforzaría por esta causa con igual fervor”.

Estas palabras de Blas Infante podrían ser un buen resumen de la posición de Podemos respecto a la articulación territorial de España. No hablamos de lucha, pero sí de defensa de las identidades territoriales y nacionales. No podemos negar que estamos en un estado plurinacional, en el que es cierto que compartimos muchos lazos históricos. Aunque la justificación historicista nos podría llevar a establecer lazos similares con Portugal o con el sur de Italia, sin que a nadie se le ocurriera poner en duda su nacionalidad.