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El juego en los tiempos del virus: ¡súbete al tren!

Pablo Montero

Psicólogo Sanitario —

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Sabemos que el juego es uno de las formas de expresión más importantes que existen y que supone para un/a niño/a la mejor manera de crecer transicionalmente, de exponerse poco a poco a muchos retos madurativos y que jugar supone conquistar el espacio intermediario entre la realidad interna y externa. Una de las características del juego es que el niño se sitúa ante la realidad de forma activa, utilizando para ello todos sus sentidos, generando una experiencia lúdica que pone en funcionamiento y estimula muchos de  los sistemas corporales (sistema nervioso, respiratorio, inmunológico, locomotor…) y por supuesto desarrolla enormemente  las inteligencias (lógico-matemática, lingüística, musical, intrapersonal, interpersonal, naturalista, corporal…).

“El juego sería como el combustible que necesita un tren que viaja por el mundo y que va incorporando en su trayecto los vagones (sistemas, inteligencias) que necesita, para convertirse en un ferrocarril experimentado mientras disfruta del viaje”

En tiempos de pandemia se hace más necesario que nunca pensar sobre la importancia del juego en la vida de nuestros hijos/as y por eso nos podemos preguntar qué podemos hacer para que puedan seguir subidos en un tren que les permita crecer lo más saludablemente posible. Os dejo aquí algunas reflexiones que espero os ayuden a generar las condiciones para ello:

  • Al pasar los niños más tiempo en casa, el hogar (que al fin y al cabo es el lugar donde a uno se le comprende) se puede adaptar a las necesidades lúdicas de los niños. Que sus juguetes estén cercanos, que haya espacio (a veces hay que retirar algún mueble), que disponga de una mesita pequeña para poder pintar o hacer manualidades…
  • Cuando se tienen niños pequeños, si una vivienda está muy ordenada resulta hasta raro. Cuando el juego del niño ya representa algo de su mundo interno y no es de pura descarga, sus producciones son como obras de arte que en ocasiones merecen su permanencia en el salón (a veces unas horas, otras hasta el día siguiente, sin pasarse tampoco, despidiéndose y recogiendo finalmente).
  • La actividad motriz se puede favorecer con pequeños circuitos psicomotrices y juegos.
  • Los niños necesitan mucha presencia y cuando son pequeños y sin muchas posibilidades sociales más todavía. Así que cuanto antes nos concienciemos de que la decisión de tener hijos conlleva armarse de paciencia y recursos para poder acompañar a nuestros hijos en su crecimiento, mejor. Articular el equilibrio presencia-ausencia es uno de los retos de toda familia y más es estos tiempos.
  • Las experiencias fuera del hogar, siempre que se pueda, son muy beneficiosas, sobre todo si se producen en contacto con la naturaleza.
  • Estar cerca de los hijos no significa “pegotearse” con ellos. Es importante para eso poner límites al acceso a la intimidad de los padres e introducir algunas rutinas y hábitos organizadores. No se trata de crear vínculos fusionales sino de generar relaciones seguras no basadas en la dependencia.
  • Las pantallas: los psicólogos estamos muy preocupados porque muchos niños tienen muchos “vagones” audiovisuales y aunque ellos creen que todo va muy rápido y es muy divertido, su locomotora va muy despacio y está bastante triste y empobrecida. Ver la TV entretiene pero no es un juego; tampoco tiene que ser el ogro del cuento pero si se abusa de pantallas habrá consecuencias. Cuando no hay TV el niño pone en marcha el tren y en los primeros añitos necesita unas vías externas firmes y seguras que vayan favoreciendo ese viaje que tiene que ver con el despliegue de todo su potencial.
  • La actividad física: los niños por lo menos necesitan una hora al día de ejercicio de “calle”, correr, saltar, moto, pelota…. Cuando todavía no caminan también necesitan salir, aunque su lugar natural de juego es el mundo del suelo, ya sea en el salón o en la Escuela Infantil. Si el niño no juega suficientemente en la calle, campo, parque… podremos observar algunos síntomas: llamadas de atención, inquietud y nerviosismo, tirar cosas, romper, dificultad para dormir…

Para terminar sólo decir que para ser padres y madres tal vez también es necesario ponerse en contacto con aquel niño/a que fuimos y que si logramos encontrarlo/a nuestro hijo/a no se sentirá solo/a ni siquiera en tiempos del virus.

Sabemos que el juego es uno de las formas de expresión más importantes que existen y que supone para un/a niño/a la mejor manera de crecer transicionalmente, de exponerse poco a poco a muchos retos madurativos y que jugar supone conquistar el espacio intermediario entre la realidad interna y externa. Una de las características del juego es que el niño se sitúa ante la realidad de forma activa, utilizando para ello todos sus sentidos, generando una experiencia lúdica que pone en funcionamiento y estimula muchos de  los sistemas corporales (sistema nervioso, respiratorio, inmunológico, locomotor…) y por supuesto desarrolla enormemente  las inteligencias (lógico-matemática, lingüística, musical, intrapersonal, interpersonal, naturalista, corporal…).

“El juego sería como el combustible que necesita un tren que viaja por el mundo y que va incorporando en su trayecto los vagones (sistemas, inteligencias) que necesita, para convertirse en un ferrocarril experimentado mientras disfruta del viaje”