Hubo un tiempo en el que la España de principios del siglo XX, entonces en blanco y negro, se dividía claramente entre dos mundos: el urbano y el rural. El segundo, hace un siglo, parecía reservado a personas que estaban apegadas únicamente a las labores del campo y la tierra, sin que la cultura o la enseñanza reglada pudiesen ser parte de sus vidas. Aquello cambió durante un periodo breve, pero intenso, gracias a las llamadas Misiones Pedagógicas de la II República, con las que docentes, de forma desinteresada, llevaban la educación a entornos rurales remotos. Una realidad que también ocurrió en Andalucía y que está recogida entre la ficción y la precisión histórica en la novela gráfica 'El otro mundo', de Enrique Bonet y Joaquín López Cruces.
La historia, que tiene mucho de real —como buena parte de los personajes que aparecen en ella—, se desarrolla en Neveros, una remota aldea de La Alpujarra de Granada, a la que llegan un grupo de profesores enviados por la II República. Allí, en una suerte de erasmus pueblerino, se suceden hechos que reflejan la España de 1933. Entre la magia de los descubrimientos culturales y el realismo más crudo de una aldea aislada, la novela gráfica permite conocer un capítulo de nuestra historia que permanece desconocido para la mayoría.
Las Misiones Pedagógicas fueron uno de los proyectos culturales más ambiciosos de la II República, concebidas por un gobierno consciente de la enorme brecha entre ciudad y campo. No se trataba solo de alfabetización, sino que el objetivo era acercar música, teatro, cine, literatura, ciencia y ciudadanía a quienes nunca habían tenido acceso a ellos. Tal y como explica Joaquín López Cruces, “lo que nos llamó la atención es ese mundo que pudo ser tan bonito, pero que lo quebraron… Quizá ese es uno de los sentidos del título, ”El otro mundo“”. En pocas semanas, esas misiones recorrían caminos imposibles para llevar conocimiento, pero también para sembrar un ideal de igualdad cultural y social que la dictadura franquista se encargaría de borrar años más tarde.
El cómic nace a partir del hallazgo de una filmación de José Val del Omar sobre las misiones en la Alpujarra. Enrique Bonet, guionista de la obra, se topó con esas imágenes de “señoritos enchaquetados en burro, por caminos llenos de barro” y decidió que allí había una historia que contar. Joaquín López Cruces se incorporó como dibujante, aportando ideas y colaborando en la construcción narrativa de un relato que mezcla personajes históricos reales —como Val del Omar y el poeta Antonio Sánchez Barbudo— con figuras ficticias para dar voz a quienes no pudieron participar en estas misiones. “Fue un proyecto muy generoso, muy humilde pues iban a llevar lo que sabían que no había allí”, recuerda Joaquín sobre la importancia ética y pedagógica de estas intervenciones.
Más allá de los elementos narrativos, 'El otro mundo' permite entender un contexto político y social más amplio. La II República buscaba modernizar un país profundamente desigual: existía una brecha no solo económica, sino cultural y educativa. Mientras en las ciudades surgían bibliotecas, cines y asociaciones culturales, en los pueblos más aislados la cultura estaba prácticamente ausente.
Las Misiones Pedagógicas fueron un intento consciente de cerrar esa brecha, llevando a cabo un experimento de educación y ciudadanía que combinaba enseñanza formal con experiencias culturales y artísticas. Algo que esta novela gráfica refleja a través del esfuerzo y el choque inevitable con los habitantes de las aldeas, muchos de los cuales recibieron con recelo a estos jóvenes maestros que parecían venir de otro mundo.
El impacto de las misiones fue doble: no solo enseñaron, sino que aprendieron. Como señala Joaquín, los maestros descubrieron un mundo rural rico en sabiduría y prácticas que desconocían, y los aldeanos entraron en contacto con conocimientos y experiencias que transformaron sus vidas, aunque por un tiempo limitado. La obra documenta ese intercambio y recuerda que la educación y la cultura pueden ser herramientas revolucionarias en un país marcado por la desigualdad.
El cómic incluye además un apéndice de 16 páginas que contextualiza históricamente las Misiones Pedagógicas, con información sobre los lugares visitados, los protagonistas y la documentación que se conserva, como periódicos y fotografías. Esto permite al lector diferenciar entre la ficción narrativa y la realidad histórica, comprendiendo que detrás del relato hubo personas concretas que trabajaron por la cultura y la educación, muchas de ellas olvidadas por la memoria colectiva hasta hoy.
'El otro mundo es', en definitiva, una invitación a recordar un capítulo histórico que ilustra cómo la cultura y la educación pueden acercar mundos separados. Como dice Joaquín, “ofrecemos la posibilidad de viajar dentro de las misiones durante tres días, de acompañar a una misión porque es como un viaje, ir de aventura con ellos”. Pero también es un recordatorio de que aquellos esfuerzos, aunque brillantes, fueron efímeros y vulnerables al tener lugar la represión franquista.
En un país en el que aún hay quienes tratan de borrar la memoria histórica, la obra de Bonet y López Cruces recupera una historia de ilusión, generosidad y transformación cultural. Al acercar a los lectores a la España rural de los años treinta, el cómic recuerda que la educación y el arte pueden ser herramientas de justicia social y que aquellos maestros voluntarios fueron pioneros en demostrarlo mucho antes de que la modernidad llegara a los pueblos más alejados.
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