El terral “va por barrios”: el caluroso viento que azota Málaga y provoca diferencias de 10 grados

Néstor Cenizo

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En la costa de Málaga hay pocos fenómenos meteorológicos más temidos que el viento que llega del noroeste cargado de un calor abrasador, llamado terral. De un momento a otro, la temperatura relativamente fresca que regala la brisa marina se da la vuelta, y el lugar se convierte en un infierno en la tierra. El terral espanta al malagueño, temeroso de un viento que todo lo seca, hasta el ánimo. Algo así pasó este lunes y ocurre varias veces al año.

En 2020, el terral fue capaz de subir el termómetro en Vélez-Málaga más que en ningún sitio en España, hasta los 45,7 grados el pasado 2 de agosto. Nada que ver con las temperaturas relativamente suaves de la provincia en los meses de más calor. Aquel día, la provincia registró nueve de las diez temperaturas más altas del país, todas por encima de los cuarenta grados. Sin embargo, el terral suele ser muy selectivo: un viento capaz de abrasar un pueblo y dejar tranquilo al de al lado. Aquel día, Marbella no superó los 34 grados mientras la vecina Estepona llegaba a 44. Los expertos dicen: “El terral va por barrios”.

Varios factores influyen en que el fenómeno sea muy localizado, hasta el punto de provocar diferencias de temperatura de hasta diez o doce grados a seis kilómetros de distancia.

“Es difícil ver diferencias tan llamativas como en Málaga”

Dice el glosario de la Agencia Estatal de Meteorología que el terral es la brisa que sopla desde la tierra hacia el mar cuando la superficie de la tierra se enfría más rápidamente que la superficie del mar, que conserva mejor su temperatura. En Málaga, provincia mediterránea y sureña, ese viento viene del norte por el Valle del Guadalquivir y el Valle del Guadalhorce, donde se recalienta, hasta superar las últimas montañas y bajar bruscamente hasta el mar.

En primavera-verano estos “vientos catabáticos” hacen que la masa de aire “al descender a sotavento” de las montañas próximas al litoral, se caliente y se deseque por compresión, “a veces alcanzando temperaturas muy altas y humedades relativas muy bajas”, explica técnicamente AEMET. Los mismos vientos en invierno traen el frío, pero esa es otra historia.

Esto es lo que ocurrió este lunes, con temperaturas máximas que rondaron los 40 grados en parte de la provincia. Sin embargo, las condiciones orográficas y su extrema vinculación al viento provocan que la distribución del calor está lejos de ser uniforme. Por ejemplo, en Estepona la máxima del lunes fue de 38,6 grados (a las 15.30), mientras que en Marbella, el siguiente municipio costero en dirección este, la máxima fue de 32,5 grados. A la misma hora, la temperatura era casi ocho grados menos.

Este fenómeno ocurre muy señaladamente en varios puntos de la provincia. Basta recorrer la autovía del Mediterráneo un día de terral para observar un brusco descenso de las temperaturas a su paso por Algarrobo, en la Axarquía. El descenso llega en ocasiones a los diez grados en menos de diez kilómetros. “Es difícil ver diferencias tan llamativas como en Málaga”, concede José María Sánchez-Lauhlé, director del Centro Meteorológico de Málaga.

Factores del terral: los cauces de los ríos y la exposición al poniente

La orografía del terreno hacia el interior y la orientación de la línea de costa explican el fenómeno. El viento aprovecha los cauces y valles de los ríos (generalmente secos en esta época del año) para descender. Funcionan a modo de autovía: los ríos encauzan, calientan y distribuyen el aire. Por ejemplo, en Vélez-Málaga entra por el río Vélez y a Málaga por el valle del Guadalhorce.

Además, la disposición de la costa expone algunas zonas a la influencia marina de los vientos del Estrecho a poco que haya un ligero componente de poniente, mientras que a otros los “esconde”. “Es más fácil que el terral entre en sitios que no tienen salida del río o entrada del poniente”, ilustra Sánchez-Lauhlé. La influencia del Estrecho llega menos a la bahía de Estepona o la de Málaga, en zonas más cóncavas de la línea de costa. En cambio, puntos como Marbella o Algarrobo reciben de manera mucho más directa el viento de poniente.

Otro factor es la distancia a la costa de la estación meteorológica al punto de costa, pero en este caso las diferencias no son excesivas: el aeropuerto (punto usual de referencia para la capital) está a 3,3 kilómetros en línea recta, la estación de Vélez a 3,7 y la de Algarrobo a 1,3.

Todos estos factores explican que apenas haya diferencia entre las temperaturas registradas por estaciones meteorológicas cercanas en condiciones normales, pero que puedan llegar a los dos dígitos los días de terral. Si no hay terral, las diferencias rondan los dos o tres grados. Pero si llega el temido viento del norte, la diferencia se dispara a diez grados o por encima.

Por ejemplo, el 6 de julio (penúltimo día de terral) se alcanzó una máxima de 38,1 grados en Vélez-Málaga, mientras que a seis kilómetros en línea recta, en la estación de Algarrobo, solo se llegó a 29,4. Este lunes por la tarde el terral sí alcanzó un rato a Algarrobo, pero pasó rápido: de seis a ocho la temperatura subió de 29,3 a 37,9, pero a las nueve de la noche la situación había vuelto a la normalidad: 28,8. En cambio, en Vélez-Málaga la temperatura no bajó de los 36 grados desde el mediodía hasta las diez de la noche, con un pico de 41 a las cinco de la tarde. A esa hora, en Algarrobo la temperatura era de 29,7 grados, 11,3 grados menos.  

Diferencias de 13 grados en la capital

“La diferencia entre Algarrobo/Torrox Costa y Vélez-Málaga es brutal”, señala José Luis Escudero, un apasionado de la meteorología que alimenta a diario el blog Tormentas y Rayos, en Diario Sur. Escudero resalta que el terral va por barrios. Cuando es terral puro, puede afectar a toda la capital y llegar incluso a Rincón de la Victoria, bajando a través de los arroyos. Pero cuando es un “poniente aterralado”, ha visto diferencias de 13 grados dentro de la capital. Algo parecido comenta Sánchez-Lauhlé, que se desplaza cada día de El Palo (un barrio marinero al este de la capital) hasta el aeropuerto, a tres kilómetros de la línea de costa.

Escudero, empleado de grandes almacenes ya jubilado, es meteorólogo de vocación. Para el año que viene quiere escribir un libro sobre el terral. Al fin y al cabo, dice, también tiene cosas buenas. Por ejemplo, que deja el mar muy frío, al desplazar las aguas superficiales hacia Alborán y aflorar las aguas profundas del Mediterráneo. Este fenómeno de surgencia refresca las temperaturas durante todo el verano.

Además, Escudero valora que, a diferencia de lo que ocurre con el viento de levante, con el terral no se suda: “Si son 37 grados, son 37”. Y si son 45, como el año pasado en Vélez-Málaga, siempre será posible moverse un poquito, aunque solo sea para huir de la calor. 

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