Turquía recibe a la Fórmula Uno con la pugna entre Alonso y Hamilton envuelta en morbos e intrigas
Turquía albergará este fin de semana la primera etapa de la recta final del Mundial 2007 de Fórmula Uno, el más morboso de los últimos años, con una fuerte pugna entre los dos pilotos que encabezan el campeonato, Lewis Hamilton y Fernando Alonso (ambos McLaren Mercedes), inmersa en intrigas internas.
Concluido el periplo vacacional, el británico -líder, con siete puntos más- y el doble campeón mundial español se verán de nuevo en Estambul, en un Gran Premio (el primero de los últimos seis) en el que, al margen de la esperada lucha en la pista -con los Ferrari al acecho- serán escrutados al milímetro todos sus movimientos, gestos y declaraciones, después de la pública 'guerra civil' que vivió la escudería de Ron Dennis en Hungría, escenario de la última carrera.
“¿Discutirán?”, “¿Escenificarán un reencuentro amistoso?”, “¿Se ignorarán?” o -la más exagerada y, de esperar, poco probable- “¿La emprenderán a golpes?” a buen seguro figuran entre las preguntas que se harán muchos aficionados, que, estimulados por lo extradeportivo, podrían 'reventar' las audiencias de la próxima carrera.
En Hungría, Hamilton burló, primero, un pacto interno; y acusó, después, a su equipo de perjudicarle en la calificación, en la que Alonso había firmado la pole. Tras una maratoniana reunión y la posterior ratificación -a última hora- de la formación de salida, la FIA rozó el esperpento al decidir, al filo de la medianoche del sábado, la sanción de cinco puestos en parrilla a Alonso y la supresión de puntos de McLaren para el Mundial de constructores.
El inglés, que había sido segundo en la crono, acabó saliendo desde el primer puesto; Alonso lo hizo desde el sexto; y el sobresaliente debutante logró un triunfo que en condiciones normales -es casi imposible adelantar en el Hungaroring- no se le hubiera escapado nunca al genial piloto asturiano, exculpado por el propio Dennis de todo el follón que se lió en -y tras- la calificación.
Una victoria que casi nadie en el equipo celebró, pero que tiene valor doble, por la que dejó de obtener Fernando -que hubiese tomado el liderato- y por la que sumó Lewis, cuya ventaja al frente de la general creció, pasando de dos a siete puntos.
Algo que aumentó la irritación del bicampeón mundial, que nunca se ha sentido suficientemente respetado en su nuevo equipo y que no se fía ya ni de que la presión de sus neumáticos sea la correcta.
Dudas para el futuro
Alonso no exteriorizó su enojo, aunque dijo que “en la vida” le había pasado algo igual y admitió que no sabe si agotará su contrato con una escudería que, en su opinión, no tomará cartas en el asunto. Hamilton, mientras, salía de Hungría diciendo que no entendía por qué ya no le hablaba el crack del Principado.
A esas alturas, ya nadie se acordaba de la polémica con la que se abrió el fin de semana húngaro: la del supuesto espionaje industrial que involucra a McLaren -señalada por el dedo acusador- y Ferrari. No se hablaba ni de Mike Coughlan, ni de Nigel Stepney. Ni de la apelación a la resolución de la FIA -el próximo 13 de septiembre-, ni del rocambolesco intercambio de epístolas, en unas jornadas en las que el estrés se apoderó de un amplio sector del paddock.
Cuatro días después, la escudería anglo-alemana sacó un -como mínimo- curioso comunicado en el que negaba los duros insultos -que muchos afirman haber escuchado- del piloto a su mecenas; y añadía, a petición del interesado, unas declaraciones del joven Lewis en las que afirmaba que él y Fernando habían retomado contacto y que esperaban verse durante el periplo vacacional.
Sin duda fue a Dennis, involucrado en la totalidad de las polémicas, al único al que azotaron todas y cada una de las olas del maremoto en el que se convirtió el GP de Hungría. El jefe de McLaren afirmó, no sin cierto aturdimiento, al dejar Budapest que ansiaba “llegar a casa” y olvidarse de todo saboreando “una buena copa de vino”. Dosis que se antoja ínfima, a tenor de las tensiones vividas.
Autoproclamado adalid del juego limpio, el equilibrio y la igualdad de oportunidades, será interesante observar el comportamiento del 'mesiánico' jefe en la tórrida Turquía (convulsa, también, en su política interior), poco después de que su 'protegido' le pusiera en evidencia, le desobedeciera e insultase, antes de provocar la sanción a su propio equipo y a su compañero.
Con el que ni se habla, ni ha quedado. Mientras Lewis optaba por unas -presumiblemente excitantes- vacaciones en el mar, Fernando buscó la tranquilidad en entornos más verdes y montañosos. Dos formas diferentes de relajarse, en espera de otro fin de semana en el que, si los responsables de McLaren no gestionan bien la crisis, pueden volver a saltar las chispas. Ron debe hilar más que fino.