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Atlantis: Un imperio por descubrir
Bien es cierto que, durante esos años, la animación estrenada por dichos estudios alcanzó cotas difíciles de superar, pues producciones como La Sirenita, La bella y la bestia, Aladdin, y El rey león colocaron el listón muy alto. Además Disney se encontraba en una situación de privilegio frente al resto de los competidores.
Los éxitos de Dreamworks o el estilo, diametralmente opuesto a una compañía como “Pixar” -aunque ésta pertenece a Disney, no comulga con los postulados de la empresa madre, afortunadamente para todos- han acaparado gran parte del mercado tradicionalmente reservado a sus películas.
Además, el modelo Disney terminó por acusar un cansancio y una total falta de capacidad para adaptarse a los nuevos tiempos que corrían por el mundo, en especial, su rancia y servil visión del sexo femenino.
Sin embargo y ciñéndonos, específicamente, a nuestro país hay otros elementos que han intervenido en los relativos fracasos de los últimos años. Por un lado, en España la animación se considera un reducto casi exclusivo del público infantil y el adulto suele rechazar este tipo de producciones. Uno tiene la sensación de que los padres y educadores españoles son impermeables en todo lo relativo a las tremendas posibilidades de la animación como vehículo para contar buenas historias.
Ejemplos hay muchos, pero se me ocurren dos que desbaratan, sin demasiado problema, el tópico de que las películas de animación son para niños. Una es la película francesa The Illusionist, dirigida por Sylvain Chomet. La película, basada en un guión de su directora y en una idea del genial Jacques Tati, no sólo le quita a uno las ganas de dedicarse al mundo de la farándula, sino que demuestra lo adulta, realista y desgarrada que puede ser una película de animación.
El segundo ejemplo que se me ocurre es Legend of the Guardians: The Owls of Ga'Hoole, una sensacional historia que se puede ver en las pantallas de los cines, en los pocos que aún quedan en la actualidad.
Basada en los tres primeros libros de la colección Guardians of Ga´Hoole, escritos por Kathryn Lasky, tanto la trama como la forma en la que su director, Zack Snyder, plantea cada una de las situaciones y cómo están tratados los personajes -sobre todo los malvados de la narración- no la hacen una película apta para los más pequeños, sino para los adultos de las casa.
Si a ello le sumamos la invasión de otras propuestas, fundamentalmente todas aquellas relacionadas con el anime japonés, es fácil entender que Disney decidiera cerrar sus estudios de animación clásicos para dedicarse a producir películas adaptadas a los tiempos y con un talante bien distintos.
Fruto de este cambio son películas como The Princess and the Frog ?perdonen, pero Tiana y el sapo me parece un título estúpido- y Tangled (pendiente de estreno hasta el próximo tres de diciembre) las cuales se alejan de buena parte de los estereotipos machacados por Disney durante décadas. Es más, en The Princess and the Frog, la protagonista piensa por sí misma y no cae “prendada” en brazos de la rana, antes un príncipe. Y por lo que se puede ver en el trailer de Tangled, su protagonista tampoco está dispuesta a dejarse embaucar por el sonrisa “profidén” del encantador Flynn Ryder.
Lo peor del caso es que, en medio de todo, hay películas producidas por Disney, las cuales han pasado absolutamente desapercibidas, a pesar de su validez. Una de ellas fue Atlantis: El imperio perdido, estrenada con mucha pena y ninguna gloria en el año 2001.
La película fue dirigida por Gary Trousdale y Kirk Wise -creadores de otra joya de la animación como lo es La bella y la bestia- y, durante el tiempo que dura la historia, su desarrollo supone todo un derroche visual y artístico capaz de competir con una producción rodada con personajes reales.
Desde su génesis, a finales de 1.997, Atlantis significó un reto para los directores y el productor Don Hahn, tanto en el campo artístico como en el técnico. Para el primero, contaron con el dibujante e ilustrador de comic Mike Mignola, responsable del personaje Hellboy.
Mignola supo fusionar su estilo pictórico con las exigencias del proyecto, dando como resultado el estilo “Dis-Nola” del que sé benéfico la historia final.
En cuanto a la técnica, se recurrió al Cinemacospe, -el cual aumenta en un 30% el área de proyección de la película- para realzar más el trabajo de los más de 350 artistas que trabajaron en la cinta y los 362 efectos digitales generados por ordenador.
El guión, acertada mezcla entre las obras de Julio Verne 20.000 leguas de viaje submarino y Viaje al centro de la tierra y el mito clásico de la Atlántida, según los escritos del filósofo griego Platón es obra de los dos directores y de los hermanos Zabel y Joss Whedon, creador, este último, de las series de televisión Buffy caza vampiros y de la serie gráfica Fray. Por añadidura, Joss Whedon es también responsable del guión de otro magnífico, e ignorado, ejemplo de animación del siglo XXI Titán A.E. película dirigida por Don Bluth en el año 2.000, con producción del estudio de animación de Fox.
Whedon y el resto de los escritores supieron combinar, de forma equilibrada, el misticismo y los conocimientos de la antigua civilización atlante y los superpusieron con los de la era moderna, simbolizada ésta, en las máquinas de la expedición que amenazan con destruir la patria de los atlantes.
En su afán por la verosimilitud, los directores llegaron a contratar al experto Marc Okrand para crear un idioma propio para los talantes, el cual consta de 29 caracteres y diez símbolos numéricos, y está basado en lenguas Indo-Europeas.
Por último, los directores contaron con las voces y la experiencia de actores tan reconocidos como Michael J. Fox, James Garner, Claudia Christian o Leonard Nimoy -en el papel de noble y venerado rey atlante- para lograr dar la personalidad necesaria y la credibilidad a todos y cada uno de los personajes animados.
Gary Trousdale y Kirk Wise declararon durante el estreno en EEUU lo siguiente: “Al hacernos cargo del proyecto decidimos que queríamos recuperar el género de aventuras de los cincuenta como hicieron George Lucas y Steven Spielberg y transformarlo todo en una épica historia de animación.” Y, viendo los resultados, bien que lo lograron, a pesar de que si se les hubiese ocurrido contar esta misma historia con personas reales, el éxito hubiera sido muchísimo mayor.
Por ello, los propósitos e intenciones de los dos realizadores se dieron de bruces con la aceptación que después tuvo la película, tal y como sucedió en nuestro país.
Sería bueno que olvidásemos muchos de los prejuicios que pululan por la sociedad y fuéramos capaces de disfrutar de ésta y de otras propuestas tan innovadoras y que elevan la animación a un estadio superior, lejos del lastre que muchos se empeñan en colocarle, cada vez que se estrena una película de estas características.
No obstante, las esperanzas son pocas mientras lo que se publicita cuando se estrena una determinada película de animación sea el nombre de los actores que doblan las voces originales inglesas. Con ello, las distribuidoras se cargan, de un plumazo, el trabajo de todas y cada una de las personas que han logrado que dicha película se estrenara.
Además, casos como el de Josema Yuste, cuyo doblaje del genio de la película Aladdin no sólo iguala sino que, en algunos casos, supera el sobresaliente trabajo del actor Robin Williams -responsable de la voz del genio en la versión original de la película- no se dan todos los días.
Bueno, todavía estamos a tiempo de buscarla en un videoclub o comprarla, que no descargarla de Internet que, como dice Mortadelo, “la carne es débil y la cara, durísima” y disfrutar con la apasionante aventura de Milo Thatch, en busca del continente perdido de Atlantis.
Eduardo Serradilla Sanchis
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