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Si Berlanga levantara la cabeza

Eduardo Serradilla Sanchis / Eduardo Serradilla Sanchis

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No obstante, entre tanta incongruencia, de vez en cuando, suceden cosas dignas de comentar. Una de ellas ha sido la noticia de la restauración de la filmografía completa de un director de cine tan imprescindible como lo fue Luis García-Berlanga Martí por parte de la Filmoteca valenciana.

Sé que ahora me podrían decir qué tiene de extraño el que una Filmoteca se gaste parte de su presupuesto en la restauración de películas. La verdad es que, en principio, un hecho como éste no debería ser noticia. Lo que sí es digno de reseñar es que dicha iniciativa haya partido de una comunidad autónoma tan fundamentalista como lo es la valenciana, por mucho que el mencionado director de cine naciera en Valencia.

Y no se piensen que lo de fundamentalista lo digo por decir. No, sobre todo por el tratamiento tan oscurantista y torticero llevado a cabo por el canal autonómico de televisión, en relación con cierta trama de corrupción organizada y ciertas dádivas entregadas a cargos públicos. La realidad es que la comunidad valenciana arrastra un enorme agujero económico, merced a una gestión disparatada, unos principios totalmente esperpénticos, y una forma de entender la democracia que debería figurar en los libros de Historia como ejemplo de todo lo contrario.

Pues nada, con semejantes antecedentes a la Filmoteca valenciana se le ocurre la genial idea ?y lo de genial no va con segundas- de restaurar las películas de uno de los directores que más criticó y demolió la dictadura franquista, y que luego no cesó en sacar las vergüenzas de un país excesivamente pícaro, condescendiente para con sus miserias y amante del éxito fácil y el pelotazo económico. Vamos, que Berlanga se adelantó veinte años a la trama Gürthel, cuando en 1993 rodó Todos a la cárcel, aunque, por desgracia, aún quedan muchos por ir a la cárcel.

Y qué me dicen de una película como Plácido, la cual demolía la doble moral, la hipocresía, y sacaba a la luz la cara más oscura de nuestro país, algo que, para deshonra de los españoles, está lejos de haber cambiado. Como muy bien dijo Álex de la Iglesia, Berlanga metió un puño en nuestros corazones y lo arrancó de cuajo, mientras que, con la otra mano, nos hacía burla.

Puede que los mismos que han pagado esta restauración no se den por enterados de la mentalidad y la visión que de España tenía el director valenciano, pero la realidad es que, desde que Berlanga debutó, su cine no paró de retratar esa España que tanto empeño ha puesto la televisión autonómica valenciana en ocultar, omitiendo cualquier noticia que pusiera en solfa la presidencia de dicha comunidad.

Cierto es que esto no es exclusivo de Canal Nou, aunque yo tengo la teoría de que otras autonomías tan fundamentalistas como la valenciana no pagarían la restauración de las películas de un director que siempre fue el azote de la España Nacional Católica.

Dicen que rectificar es de sabios y que todo el mundo tiene una segunda oportunidad. La verdad es que no sé quién ha sido el responsable de esto, pero, de una forma u otra, debemos estarle agradecidos todos aquellos que admiramos las películas de Berlanga, sobre todo, porque cuando las vemos nos damos cuenta de que todas esas pamplinas de las dos Españas, la Reserva Espiritual de Occidente y el Complot judeo-masónico se derriten ante el genial disparate que es una película como La Vaquilla, fiel reflejo de cómo fue, cómo es y, me temo, que cómo seguirá siendo nuestro país.

Eduardo Serradilla Sanchis

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