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Una civilización mutante

Carlos Castañosa

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Episodios históricos; guerras mundiales; catástrofes naturales y demoledoras: violentas erupciones volcánicas, terremotos y tsunamis devastadores; mortíferas pandemias… provocan cambios radicales en el desarrollo de la especie humana, a modo de frenazo virulento o aviso a caminantes con un: ¡Ojo!... por ahí, no.

Sería un concepto racional considerar que la madre tierra tiene derecho a proteger su salud mediante mecanismos de defensa naturales, que la liberen de infecciones y patologías producidas por parásitos o microorganismos de 80 kilos, que se creen poderosos e inteligentes, pero apenas son una minucia en el tiempo y en el espacio universal; donde gira como divertida peonza esta oronda señora que, de vez en cuando, se rasca si algo le pica, tose para aliviar su aparato respiratorio, o le suben unas décimas de fiebre como aviso de que algo perturba su buen estado de salud. No necesita fármacos ni quirófanos, pues su inmunidad natural le permite reaccionar con mesura y eficacia ante asechanzas insalubres.

Para el ser humano es esencial convivir con bacterias defensoras de su organismo y otros ácaros o microbios que protegen su biología celular. Pero también sufre la injerencia de virus patógenos que promueven enfermedades y pueden causar la muerte cuando vencen en su confrontación a los bichitos buenos; esos anticuerpos encargados de la inmunidad propia de una buena salud.

Desde esta reducción al absurdo, lps humanos debemos reconocer nuestra entidad parasitaria, a veces virulenta, y que so pretexto de nuestro desarrollo estamos infectando la dermis y epidermis de un hábitat privilegiado; con atentados irracionales contra la naturaleza que nos ofrece acomodo para la supervivencia de nuestra especie. Una simbiosis que, como tal, es un negocio que tiene mucho de pacto de no agresión mutua y exige respeto por ambas partes. Es la piel de una corteza que debemos conservar limpia y sana, sin dañarla para que no se irrite ni provoque una legítima reacción de castigo, defensiva y contundente contra nosotros.

Son elucubraciones como pieza de relleno en la cuarentena impuesta, que da lugar a espacios de meditación y reflexiones que en la vida normal nos pasan de largo, desapercibidas e ignoradas.

En la misma onda de cavilaciones, con el deseo de compartirlas y la opción de que puedan ser amablemente rebatidas, continuamos opinando por escrito pero en voz alta, sobre nuestras ideas personales y por ende subjetivas.

Nuestros comportamientos cambian según sople el viento. Situaciones críticas como esta provocan ciertas variaciones de actitud individual y colectiva, como corresponde a la dinámica vital del ser humano. Pues el régimen de clausura impuesto implica la necesidad de modificar nuestros hábitos y usos particulares, sociales y familiares, como sistema de adaptación al nuevo escenario que ha puesto patas arriba la normalidad habitual de aquella rutina extramuros que hoy, tras tres semanas de clausura, la vemos remota, a falta de aire libre, con calles vacías y ciudades calladas.

Es como si el destino, el cosmos o el azar hubiesen decidido ponernos a prueba para calibrar nuestra capacidad de adaptación a un medio adverso; como contraste a una vida anterior mullida, sazonada de tópicos y de acciones superficiales, reiterativas y acomodaticias, que quizá no fueran tan positivas y saludables como se percibían. Todo indica desde este encierro, que nada volverá a ser como era. Tendremos la necesidad de adaptarnos, del mismo modo que estamos haciendo con esta privación de libertad.

Desde las limitaciones e incomodidades, cada persona descubre algunos mecanismos de supervivencia que yacían latentes en su inconsciente. Un potencial creativo cuyo asomo puede tener resultados muy gratificantes en distintos niveles con ínfulas artísticas, como la cocina, la escritura o la lectura crítica de cualquier texto. El procedimiento de activación mental puede ser (como será también en el futuro inmediato que nos acecha), en primer lugar, identificar y reconocer la situación real en presente de indicativo. Asumirla con espíritu de victoria. Poner a disposición propia los recursos intelectuales y la suficiente capacidad de raciocinio al servicio del bienestar personal, del entorno más próximo y de la colectividad en general. Cuidar la alimentación, la higiene y el ejercicio físico imprescindible para la salud. Estar atentos al medio ambiente para no dañarlo, sin extremismos radicales ni fanatismo contaminado por injerencias políticas. No denigrar al adversario político con exabruptos y malos modos que hacen perder la razón si se tiene. Mejor es defender las ideas propias con argumentos y conciencia abierta; huir del “y tú más” y no descalificar con el insulto soez cuando no se puede o no se sabe replicar.

Y es que en este mundo traidor / nada es verdad ni mentira / todo es según el color / del cristal con que se mira… (R. de Campoamor). Significa algo así como que el fanatismo subjetivo en defender ideas aberrantes o justificar errores partidistas, supone una poco inteligente traición a la verdad… y se puede caer en vergonzoso ridículo a través de los cristales de todos los colores.

Feliz cuarentena, en cuanto sea posible. Y un sentido pesar por todas las víctimas de esta catástrofe.

05/04/2020 www.elricondelbonzo.blogspot.com

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