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Cosas de la pobre gente

José A. Alemán / José A. Alemán

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En primer lugar, es excesivo identificar a Caperucita con las dichas asociaciones porque la ingenuidad de la niña no es la de los visitadores. Sólo conozco a algunos de ellos por referencias, pero sé lo que digo en virtud de blanco y en botella. No abrieron la boca, por ejemplo, cuando Soria-Luzardo perpetraron las barbaridades que hundieron las finanzas municipales. Ni siquiera se dieron por aludidos, los visitadores caperucitos, ante las críticas que se hicieron en su momento, las suficientes para que no puedan alegar ahora desconocimiento.

No es menos sospechoso que le pidan a Soria su intercesión, nada menos, para que Saavedra active la participación ciudadana a la que el PP cerró el paso durante casi tres lustros de gobierno municipal. Ni que no adviertan que Soria-Luzardo llegaron al extremo “contraparticipativo” de echar a la oposición de las comisiones municipales donde manejaban a su antojo los cuartos y tomaron las graves decisiones que dieron lugar a los pleitos y a las sentencias multimillonarias que lastran ahora al Ayuntamiento. Quiso el PP operar en el gobierno municipal sin testigos molestos y sin controles y ahí están las consecuencias que los devotos visitadores pasan por alto porque aquí los malos son quienes señalan los abusos.

No sé cómo se gestó la visita a Soria, pero no hay duda que la indujeron los bien aleccionados afines al PP. Jugaron con la desmemoria de los representantes vecinales, si alguno fue de buena fe a visitar al macho-lobo Soria. Que es lo que más me ha molestado de la desconsiderada extrapolación de Luján. Porque, qué quieren, desde muy niño mis simpatías estuvieron con el lobo que obró impulsado, al fin y al cabo, por su instinto animal casi diría que medioambientalista y las naturales ganas de comer al tragarse a la empalagosa niñita de las narices. Detesté al cazador que la rescató a riesgo de que acabara de alcaldesa de Las Palmas. Está claro que si el lobo resulta ser mismamente Soria, debo renunciar a mis antiguas simpatías y dado que no por eso voy a mejorar mi consideración de Caperucita, tendré que cambiar el cuento infantil por uno de adultos; tipo El Padrino, de Puzio, peliculado por Coppola con besamanos incluido.

Estamos ante otra maniobra soriana que destila su desprecio de siempre por las inteligencias ajenas. Ha logrado domeñar a los medios informativos e inicia, así, la segunda fase de la operación de prepararse el terreno, no creo que para ser él mismo candidato sino para evitar un descalabro electoral que induzca a Rajoy a arrepentirse de haber dicho que le gustaría clonar a Soria a lo largo y ancho del país. Y como nos cree bobos, se le ocurrió lo de los visitadores, que no fueron a pedirle que deje de putear desde la Consejería de Hacienda al Ayuntamiento y al Cabildo sino que intermedie con Saavedra. No le pidieron, faltaría más, que sea el Gobierno, no el Ayuntamiento de Las Palmas, quien le costee sus guardaespaldas, por citar el caso más chungo de la cutrería soriana.

No se pararon Soria y sus visitadores a pensar que el mecanismo propagandístico es tan insólito que se nota demasiado. No digo, desde luego, que la gestión de Saavedra sea una maravilla, pero llama la atención que critiquen sus dos años en la alcaldía con un encarnizamiento generalizado que no se produjo durante los doce años de PP en que se crearon la mayoría de los problemas de hoy, condenando al Ayuntamiento a pagar un dinero que no tiene. Y que cuando deciden actuar, los visitadores, sea para rendirle pleitesía a semejante personaje. Son ellos quienes legitiman el dicho de que tenemos lo que nos merecemos.

La desvergüenza es tal que los visitadores, el mismo Soria y Luzardo in person no se cortan un pelo a la hora de exigirle a Saavedra cuentas de lo propiciado por unos y silenciado por los demás. Algo de papanatismo habrán visto en el electorado porque ya ni se ruborizan. Cosas de la pobre gente que son estos visitadores con pretensiones de conseguir un carguito en pago a los servicios prestados.

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