Espacio de opinión de Canarias Ahora
Si Cristo volviera, sería el primero en firmar la retirada de crucifijos en los lugares públicos
El arzobispo Ravasi, según la versión de ABC, define el crucifijo como “el mayor símbolo del dolor de las víctimas del poder y de la violencia”. No le falta razón a Ravasi. Cristo fue condenado a muerte y ejecutado brutalmente en una cruz porque se enfrentó abiertamente al poder. Su juicio fue una farsa. Estaba condenado a la pena máxima antes de iniciarse la burda parodia. Cristo, en efecto, fue un rebelde y un activista con voluntad de poner patas para arriba al statu quo de su época.
“Sepulcros blanqueados”
Arremetió contra los máximos dirigentes religiosos y/o políticos de entonces ?los escribas y los fariseos- a los que atacó sin contemplaciones. “Hipócritas” y “sepulcros blanqueados”, les dijo reiteradamente. Atacó sin pausa a los ricos y a los poderosos. Escogió como amigos suyos a los más pobres. Plantó cara al gobernador romano, Poncio Pilatos. Y al rey de los judíos, Herodes, que era un rey títere al servicio del emperador de Roma. Predicaba el pacifismo y no se defendió con arma alguna ni dejó que nadie lo hiciera por él. Ni siquiera Pedro.
Siniestra teoría
Repudió la siniestra teoría del ojo por ojo y diente por diente. Iba al fondo de los problemas y eludía una visión superficial y acomodaticia de las cosas. No le interesaba la letra de las leyes y de los preceptos, porque proclamaba ?en medio de la ira de los mandamases- que el hombre no había sido hecho para el sábado, sino era el sábado el que había sido hecho para el hombre. Le irritaban profundamente aquellos que habían transformado el templo en negocio de mercaderes. Protegió a la mujer adúltera y evitó que la lapidaran con una reflexión admirable: “Quien esté limpio de culpa que tire la primera piedra”. Su doctrina ?la suya, la que puede leerse en los Evangelios- está perfectamente sintetizada en el sermón de la Montaña o las Bienaventuranzas.
No era un conservador ni mucho menos
No era Cristo un conservador ni mucho menos. Era, por el contrario, un revolucionario o, si se prefiere, un reformista, que quería transformar la sociedad y establecer la justicia en base a principios tan sublimes como el del amor al prójimo. Estaba a favor del amor y en contra totalmente de la violencia y del odio. En una sociedad patriarcal y machista, prodigó numerosos gestos de respeto igualitario a las mujeres en relación con los hombres. Por todo esto lo mataron.
Argumento oportunista
El argumento del arzobispo Ravasi es hábil pero oportunista. La cúpula de la Iglesia católica se niega a asumir el verdadero perfil de Cristo y lo proyecta como un ser etéreo, instalado en el paraíso celestial y alejado de la vida cotidiana de los seres humanos. Exigen papas, cardenales, arzobispos y obispos que los crucifijos y los símbolos religiosos sigan en las escuelas y olvidan, sin embargo, que el crucifijo ha sido utilizado a lo largo de siglos y siglos como coraza de persecuciones y de guerras. O como aval y garantía de reyes y gobernantes absolutistas, crueles y sin escrúpulos. La cruz y la espada han ido juntas demasiado tiempo.
Los obispos y Franco
¿Cuál era el acta del juramento de fidelidad que prestaban los obispos ante el Jefe del Estado en la España franquista? Los supuestos representantes de Cristo decían en su toma de posesión: “Ante Dios y los Evangelios, juro y prometo, como corresponde a un Obispo, fidelidad al Estado español. Juro y prometo respetar y hacer que mi Clero respete al Jefe del Estado y al Gobierno establecido (?) Juro y prometo, además, no tomar parte en ningún acuerdo ni asistir a ninguna reunión que pueda perjudicar al Estado español y al orden público (?) Preocupándome del bien e interés del Estado español, procuraré evitar todo mal que pueda amenazarle”.
La cristofobia
La cristofobia, señores Cañizares y De Prada, la fomentaron ustedes y la continúan fomentando al manipular la figura de Cristo. No han pedido aún por tamaña patraña ni disculpa ni perdón. ¿Por qué hablan en nombre de Cristo? Si Cristo volviera a este mundo, y viajara a España, sería el primero en firmar que los crucifijos fueran retirados de los colegios y de los lugares públicos. Lo tenía muy claro y han pasado más de dos mil años: “Dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios”. Me temo que, de regresar al planeta Tierra, Cristo correría graves riesgos. O lo excomulgarían por hereje indomable o lo conducirían otra vez al Gólgota. La Inquisición, que torturaba y después llevaba a la hoguera a los malos, lo hubiera quemado tras un nauseabundo auto de fe.
*Enric Sopena es director de elplural.es
elplural.es Enric Sopena*
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