¿Demo qué?

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La prueba de que el vicepresidente segundo del gobierno tenía razón cuando cuestionó la normalidad y la calidad democráticas de España es la reacción de exdirigentes y supuestos intelectuales españoles que han suscrito un manifiesto pidiendo a Pedro Sánchez que lo destituya fulminantemente.

Esa es la prueba más evidente de que la calidad democrática en España y la normalización nos queda aún un poco lejos. ¿Cómo se puede pedir que dimita a un dirigente por expresarse libremente sobre una percepción política que tienen también muchos de sus compatriotas? 

Inmediatamente después de las lógicas y razonadas declaraciones de Pablo Iglesias, una jauría humana formada por casi todos los demás partidos quisieron cogerlo por el pescuezo para que rectificara sus osadas manifestaciones. 

Lo único que hizo Pablo Iglesias fue decir algo evidente, y es que España es una democracia pero aún le queda para ser casi perfecta. Es absolutamente mejorable. 

El vicepresidente se refería en primera instancia a la anómala situación de que dirigentes y gobernantes independentistas catalanes estén en prisión por celebrar un referéndum de autodeterminación que no sirvió para nada porque no era legal.  

A partir de ahí le cayeron hostias como chuzos de todos menos de los independentistas catalanes, tanto de derecha como de izquierda. La izquierda nacional española y socia de Podemos en el gobierno también le dio para el pelo.  

Aunque la chispa prendió por el caso catalán, más tarde se expandió a otros asuntos como la situación de la monarquía, la huida del rey emérito, el bloqueo de la elección de vocales en el Consejo General del Poder Judicial, el caso Bárcenas, la policía política mal llamada patriota o la orden de ingreso en prisión de un rapero que convierte a España en el país donde más artistas hay encarcelados de todo el mundo por motivo de su trabajo.

Iglesias mostró botones suficientes para demostrar que efectivamente vivimos en una democracia poco hecha, anormalizada y de no muy buena calidad. Nadie ha discutido que España se encuentre entre las democracias denominadas plenas pero eso no dice nada bueno de España y menos aún de las democracias del mundo. 

Si un dirigente demócrata español tiene que ser cesado en su puesto por hacer una autocrítica política, entonces ese gesto solo reafirma sus declaraciones: a España le falta calidad y normalización democráticas. Empezando por la libertad de expresión de cualquier ciudadano sin que le atosiguen, sea vicepresidente del Gobierno, vendedor de acelgas o líder de la oposición. 

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