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La digitalización de lo cotidiano: El duelo

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El duelo. El proceso de aceptación, comprensión y adaptación a la pérdida de un ser querido, de un vínculo que nos conectaba con la vida y que la abandona. A través de este negro túnel cae sobre el ser humano la universal verdad: son las emociones las que nos dan vida.

¿Es más triste el duelo o la ausencia del mismo? 

Significar el vacío, el silencio, la ausencia… es una de las características más puras de la especie que somos, y compartimos la mistificación de esta eterna duda, la trascendente espinita que llevamos clavados desde el momento del nacimiento y que, inevitablemente, sirve para recordarnos que la vida es transitoria. Las sociedades se articulan, en cierta medida, en torno a las respuestas que son capaces de dar a esta pregunta. En función de ellas, se desarrollan una serie de rituales, costumbres, tradiciones y prácticas que están diseñadas para socializar la pérdida. Compartir el dolor lo hace más asumible, lo materializa en ojos ajenos, trasladando su peso de nuestros hombros a nuestras rodillas, para conseguir elevar la vista, y sentirnos comprendidos. 

Alrededor del mundo encontramos tantos ritos, cánticos, rezos y bailes como contenedores culturales. Por ejemplo, en algunas zonas en México y en algunas zonas de Latinoamérica se celebra la fiesta de los muertos, un día en el que, entre otras muchas costumbres, es usual la preparación de un altar con fotos de las personas que han abandonado a los que siguen su curso en vida. Estar presente en muchos altares es un honra, que nunca se llega a experimentar en la carne propia. Es una honra para familiares y amigos, ver su cariño (y su duelo) compartido por otros. 

La tradición católica, bien conocida, reposa sobre la honra, el respeto, la seriedad, el luto y su color característico. La misa fúnebre y el posterior entierro son, ante todo, actividades destinadas al acompañamiento, pues, en el fondo, no se vela a los muertos, sino a los vivos que se pierden en el duelo. 

Otro elemento que forma parte de este rito es la publicación de la esquela. Una sección del periódico que ha despertado un interés sociológico debido a su uso común en diferentes partes del mundo. La esquela portaba la mala nueva, comunicando a menos allegados el trágico suceso. Una esquela, u obituario, no es otra cosa que una publicación social. La impresión en papel de una noticia estaba supeditada al pago de una tasa, alquilar un espacio en un medio de comunicación revestía a la familia del difunto de cierta honra pues implicaba un reconocimiento social. Por lo tanto, se podría señalar que una de las funciones de la publicación de una esquela ha sido producir una reacción en el entorno cercano. La frivolidad de esta intencionalidad, sin dejar de estar presente, es cuanto más remarcable cuando esta comunicación se adapta al formato digital  y viene acompañada de una foto enternecedora. Lejos de ensalzar o rechazar estos modos y medios para lidiar con la ausencia, presentar de forma clínica sus usos potenciales comparándolos con su versión más tradicional puede arrojar luz sobre el asunto, al ser esta una de las expresiones más claras de la digitalización de lo cotidiano. 

La redes sociales han democratizado el acceso de la ciudadanía a medios para dar valor a sus voces, recreando círculos sociales y transformando las dinámicas tradicionales de interacción entre individuos. A pesar de que aún es pronto para determinar todos los efectos que el impacto de internet ha tenido en nuestras vidas, lo que está claro es que ha iniciado un cambio sin precedentes en la comunicación. Valorar de forma crítica sus usos potenciales y reales ha permitido observar la liquidez del mundo contemporáneo como nunca hasta ahora había sido posible. Ahora bien, la naturaleza humana, con sus necesidades afectivas y emocionales, lejos de haberse visto profundamente modificada, ha sido radicalmente expuesta. La necesidad de valoración social, aceptación y pertenencia al grupo no son, ni mucho menos, consecuencia del uso de redes sociales, sino su causa. El ejemplo del duelo es especialmente significativo porque la muerte es uno de los temas tabúes de las sociedades occidentales. La exposición cruda del dolor de la perdida por medio de una publicación social rompe este tabú, centrando la atención sobre un miedo tan común como humano pero, además, cumple una labor fundamental para abordar el sentimiento de pérdida. Si bien la socialización del dolor no solo puede ser ejercida a través de este medio, la exposición de sentimientos negativos rompe con la dictadura de la felicidad que impera en espacios virtuales como Instagram o Facebook. 

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