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¿Por quién doblan las campañas?

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El vecino de la cantante tinerfeña Ana Guerra se ha quejado porque no puede dormir la siesta debido a los gorgoritos que ensaya en su propia casa. El hombre no debe ser muy fan de sus canciones porque de lo contrario no se habría lamentado tanto. 

El problema parece eternizarse porque el vecino está haciendo un recorrido por los canales de televisión nacionales para presionar a ver si encuentra solución a su descanso. 

Es normal que la gente se queje por los ruidos de sus vecinos durante la noche pero este de Ana Guerra también se queja del que hace de día cuando ensaya sus canciones. El hombre dice que después de trabajar 8 horas llega cansado a casa y le apetece echarse una siesta mientras hace la digestión de la comida pero que los ensayos de la cantante impiden su descanso vespertino. 

Recientemente en un pueblo de la península otro vecino denunció al párroco de la iglesia debido a que las campanadas de cada hora lo tenían en estado de shock y apenas descansaba. Hace unos años también ocurrió algo parecido en la Vega de San Mateo, lo que dividió al pueblo. 

Hay que ponerse en el lado de los vecinos afectados y entender el cabreo que supone no conciliar el sueño por culpa de unas campanadas o de una voces altisonantes que te impiden descansar. 

Los vecinos que sí defienden las campanadas arguyen que se trata de una tradición centenaria, como si eso fuera una excusa válida para disculpar a los que atentan contra el descanso diario. También era una tradición centenaria tirar una cabra desde el campanario o una costumbre milenaria la esclavitud. 

Es una barbaridad muy molesta tener que escuchar puntualmente cada hora el repicar de campanas a tan alto volumen. A lo mejor eso hace un siglo era normal y la gente lo aceptaba porque era más religiosa y obediente y además estaba acostumbrada. Pero hoy en día tiene poco sentido que las campanas te avisen para ir a misa porque todo el mundo tiene reloj y los feligreses interesados saben perfectamente el horario del oficio eclesiástico. 

Es tan molesto tener que aguantar las campanadas constantes de una iglesia como el horrible ruido de una discoteca sin insonorizar o el baile de una verbena que continúa de madrugada a ritmo de reggaeton o el ruido insoportable de los voladores o los fuegos artificiales en horas intempestivas. O esos imbéciles que ponen la radio del coche a tope como si fuera una discoteca volante. En este caso no es solo irritante el volumen máximo sino el dudoso gusto musical de esos horteras.

 Se ve con frecuencia a la policía poner multas por sandeces a los automovilistas pero yo nunca he visto a uno parar a un energúmeno de radio a tope para endilgarle una buena sanción. 

Vivimos en una sociedad rodeada de todo tipo de ruido, unos más desagradables que otros, pero siempre fastidiosos para una buena parte de la ciudadanía. ¿Tan difícil es para Ana Guerra hacer sus ensayos musicales a otras horas o en otros lugares que no molesten a sus vecinos?. ¿Es tan complicado silenciar las campanas de la iglesia cuando se supone que los que van a misa tienen reloj aunque sea en el teléfono móvil?. 

Vivimos en una sociedad de locos donde no se respeta al prójimo ni siquiera en las elementales cuestiones acústicas. Si la ley no permite ruido a ciertas horas y a partir de ciertos decibelios ¿por qué no vemos nunca a un policía inmovilizando a un coche con la música exagerada o a una moto rectificada cabalgada por cualquier cenutrio?

Quizá algún día veremos a un agente de la autoridad clausurando una iglesia y llevándose esposado al cura. Es la única manera de hacer ver lo importante que es el descanso. Ya habrá tiempo de llegar al descanso eterno. No hay prisa. 

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