Funeral de Estado

Allí acudió el presidente Zapatero y una buena parte de su Gobierno. Desde Canarias, Paulino Rivero y Jerónimo Saavedra se entrelazaron después en compungidos abrazos: con María Teresa Fernández de la Vega, con Miguel Sebastián, con Alberto Ruiz Gallardón, con Esperanza Aguirre... También estaban los bomberos, los socorristas, el personal de asistencia y salvamento de la compañía aérea, todos con sus indumentarias de trabajo... Durante unas horas no hubo clases sociales ni estamentos civiles. Los familiares de las víctimas olvidaron en esos instantes la heladora tristeza y lo recompensaron despidiendo a los siempre vituperados políticos con un sincero aplauso... Madrid derramó en la noche una lágrima por los muertos, la mitad canarios, y por una vez gobiernos y oposiciones se dieron la mano. Lo vio todo el país, hubo retransmisiones televisivas en directo y las emisoras madrileñas prolongaron la ceremonia hasta bien entrada la hora de la cena. La tragedia une hasta a los más encarnizados enemigos.

Tiempo habrá de abordar las disputas políticas, las controversias partidarias, las diferencias estratégicas... Hoy toca el silencio, y a ser posible, el olvido. Nada peor para el desconsuelo que el a veces evitable repique mediático del dolor y el sufrimiento. Ya lo habíamos sepultado algo pero de nuevo vuelve a golpearnos el recuerdo. No será la última vez...

Federico Utrera